Sentimiento y energía
| Martes 23 octubre, 2007
Sentimiento y energía
En su primer concierto en Costa Rica después de diez años, el cantautor italiano Zucchero convenció plenamente
Mario Giacomelli
Para La República
La gran cantidad de público que llenó el Teatro Melico Salazar, el pasado domingo 21 de octubre, demuestra que la popularidad del cantautor italiano Zucchero “Sugar” Fornaciari ha crecido con pasos agigantados.
Hace diez años, cuando Zucchero tocó por primera vez aquí, un pequeño círculo de seguidores –en su mayoría italianos residentes en el país– se había reunido para gozar de su atractiva propuesta musical. El domingo, en la primera de dos presentaciones, los asistentes fueron numerosos, entre ellos muchos costarricenses que conocen y aprecian la obra de este consagrado artista.
La actividad estaba prevista para las 8 p.m., pero las luces se apagaron a las 8.25, para permitir el ingreso de una larguísima fila de espectadores. Recibido con entusiasmo, Zucchero sorprendió a quienes esperaban un inicio fulminante. Sentado en una silla, con una guitarra acústica en sus manos, arrancó con “Dune mosse”, una de sus baladas más sugestivas, a la que siguió “Occhi” y otra pieza melódica. Luego Zucchero se levantó: había llegado el momento de entrarle de lleno al rock y al blues, con una selección de temas del último álbum “Fly”, como “Un kilo” y la chispeante “Cuba Libre”.
Los músicos que acompañan a Zucchero en esta ambiciosa gira mundial (150 conciertos en nueve meses), integran una banda sólida, dotada de una notable cohesión instrumental. Ellos son el prestigioso tecladista David Sancious, la guitarrista y vocalista Kat Dyson, el omnipresente Mario Schiliró (guitarra solista), Polo Jones (bajo) y Adriano Molinari (batería). En todo el recital no se escuchó ni una sola pifia. Ese impecable profesionalismo compensó por la falta de emociones profundas, al menos en la primera mitad del programa. Tras el comienzo intimista, al conjunto le costó calentar el ambiente; sin embargo, cuando lo hizo, alcanzó una intensidad que se mantuvo hasta el final.
El punto de giro lo ofreció “Baila morena”, tema llevado al éxito con la colaboración del grupo Maná. Ese ritmo contagioso puso de pie a la mayoría de los presentes, quienes aceptaron con gusto la invitación de Zucchero: “¡Quiero verlos bailar”! A partir de entonces se vino una avalancha de hitos irresistible, que ya son clásicos de la música popular italiana: “Overdose d’amore”, “Con le mani”, “Il diavolo in me” y la infaltable “Senza una donna”.
Entre los momentos más emotivos, hubo dos soberbias versiones de piezas ajenas: “Everybody’s gotta learn sometimes” de Beck; y sobre todo, “A salty dog” de Procol Harum (“una canción que yo hubiera querido escribir”), la cual en italiano se transforma en la preciosa “Nel cosí blu”.
A los 90 minutos, el grupo se retiró. Llamado a viva voz, volvió al escenario para ofrecer tres temas adicionales, incluyendo el homenaje a Luciano Pavarotti, “Miserere”, donde se incorporó una grabación del legendario tenor.
Motivado por un público efusivo, Zucchero entregó lo mejor de sí, con una mezcla equilibrada de sentimiento y energía que dio como resultado una velada para recordar.
En su primer concierto en Costa Rica después de diez años, el cantautor italiano Zucchero convenció plenamente
Mario Giacomelli
Para La República
La gran cantidad de público que llenó el Teatro Melico Salazar, el pasado domingo 21 de octubre, demuestra que la popularidad del cantautor italiano Zucchero “Sugar” Fornaciari ha crecido con pasos agigantados.
Hace diez años, cuando Zucchero tocó por primera vez aquí, un pequeño círculo de seguidores –en su mayoría italianos residentes en el país– se había reunido para gozar de su atractiva propuesta musical. El domingo, en la primera de dos presentaciones, los asistentes fueron numerosos, entre ellos muchos costarricenses que conocen y aprecian la obra de este consagrado artista.
La actividad estaba prevista para las 8 p.m., pero las luces se apagaron a las 8.25, para permitir el ingreso de una larguísima fila de espectadores. Recibido con entusiasmo, Zucchero sorprendió a quienes esperaban un inicio fulminante. Sentado en una silla, con una guitarra acústica en sus manos, arrancó con “Dune mosse”, una de sus baladas más sugestivas, a la que siguió “Occhi” y otra pieza melódica. Luego Zucchero se levantó: había llegado el momento de entrarle de lleno al rock y al blues, con una selección de temas del último álbum “Fly”, como “Un kilo” y la chispeante “Cuba Libre”.
Los músicos que acompañan a Zucchero en esta ambiciosa gira mundial (150 conciertos en nueve meses), integran una banda sólida, dotada de una notable cohesión instrumental. Ellos son el prestigioso tecladista David Sancious, la guitarrista y vocalista Kat Dyson, el omnipresente Mario Schiliró (guitarra solista), Polo Jones (bajo) y Adriano Molinari (batería). En todo el recital no se escuchó ni una sola pifia. Ese impecable profesionalismo compensó por la falta de emociones profundas, al menos en la primera mitad del programa. Tras el comienzo intimista, al conjunto le costó calentar el ambiente; sin embargo, cuando lo hizo, alcanzó una intensidad que se mantuvo hasta el final.
El punto de giro lo ofreció “Baila morena”, tema llevado al éxito con la colaboración del grupo Maná. Ese ritmo contagioso puso de pie a la mayoría de los presentes, quienes aceptaron con gusto la invitación de Zucchero: “¡Quiero verlos bailar”! A partir de entonces se vino una avalancha de hitos irresistible, que ya son clásicos de la música popular italiana: “Overdose d’amore”, “Con le mani”, “Il diavolo in me” y la infaltable “Senza una donna”.
Entre los momentos más emotivos, hubo dos soberbias versiones de piezas ajenas: “Everybody’s gotta learn sometimes” de Beck; y sobre todo, “A salty dog” de Procol Harum (“una canción que yo hubiera querido escribir”), la cual en italiano se transforma en la preciosa “Nel cosí blu”.
A los 90 minutos, el grupo se retiró. Llamado a viva voz, volvió al escenario para ofrecer tres temas adicionales, incluyendo el homenaje a Luciano Pavarotti, “Miserere”, donde se incorporó una grabación del legendario tenor.
Motivado por un público efusivo, Zucchero entregó lo mejor de sí, con una mezcla equilibrada de sentimiento y energía que dio como resultado una velada para recordar.