¿Qué pasa con el mundo?
| Lunes 28 marzo, 2011
¿Qué pasa con el mundo?
Estamos rompiendo el equilibrio tan necesario para su estabilidad.
Sin querer ser negativo y mucho menos apocalíptico, se puede decir que en el mundo actual se están dando elementos que hacen presumir que el rumbo que lleva la humanidad no es el que su creador tenía planeado. Uno hubiese pensado que a medida que el hombre fuera tomando posesión de los bienes que había sobre la tierra, las cosas se le iban a facilitar y que viviría mejor; pero la realidad indica todo lo contrario; veamos solo algunos ejemplos.
Convulsión política: Los acontecimientos en Túnez, Egipto y últimamente Libia, exponen elementos dignos de analizar con mayor profundidad, pero son el reflejo de masas de población cansadas de ser explotadas, de la inequitativa repartición de los beneficios, del hambre y el desempleo. No se requiere mucha imaginación para saber que en esa parte del planeta se gesta un nuevo des-equilibrio político mundial y que los intereses de las grandes potencias son los que están definiendo su futuro.
Convulsión ecológica: Pese a todas las advertencias sobre la fragilidad del planeta a los cambios en los ecosistemas y la interrelación entre ellos, continuamos desforestando, haciendo emisiones de carbono, contaminando las fuentes de agua, alterando y manipulando los genomas, y creyendo que la madre naturaleza iba a soportar tan grandes desequilibrios. Nunca antes se habían observado inundaciones en regiones no típicas, zonas azotadas por marejadas, huracanes devastadores, oleadas de frío y de calor, terremotos y tsunamis.
Convulsión alimentaria: En un proceso sumamente manipulado por los intereses comerciales, las grandes compañías han sabido vendernos la idea de que es más barato importar alimentos que producirlos, y con esa idea abandonamos a nuestros productores y nos entregamos a los vaivenes de las cotizaciones en bolsa de los precios de los productos de consumo básico.
Con un aparato productivo desmantelado y un sistema comercial mundial que protege los intereses de los productores y hace oídos sordos a las necesidades de los consumidores, tendemos a observar cada vez más normal destruir alimentos para mantener el precio que regalarlo entre los millones de personas hambrientas.
Convulsión espiritual: Lo peor de todos los desequilibrios lo observamos en la forma de pensar de las personas, los valores que se están dando por aceptados, la poca o ninguna importancia a la familia como base de la sociedad, los abortos, las masacres por diferencias religiosas, el poder del narcotráfico, la ilusión de poder de los ciudadanos por tener cada vez más cosas materiales y la casi inexistente capacidad de análisis de nuestra sociedad cada vez más globalizada.
Si se cumple la ley de los equilibrios y desequilibrios, uno esperaría que en algún momento la ciudadanía llegue a un nuevo punto de partida, que surjan nuevos paradigmas y modelos de desarrollo, que exista un nuevo ser humano reciclado en su forma de ver el mundo y de relacionarse con él.
La gran interrogante es saber si este es apenas el inicio del fin o si tenemos que caer aún más. No se observa en el mudo el liderazgo para dar ese giro que requiere la humanidad. Por lo tanto, es a cada uno de nosotros que le toca provocar ese cambio y entre más temprano lo hagamos, antes encontraremos el anhelado equilibrio.
Mynor Retana
Director, Banca Hipotecaria
Banco Nacional
Estamos rompiendo el equilibrio tan necesario para su estabilidad.
Sin querer ser negativo y mucho menos apocalíptico, se puede decir que en el mundo actual se están dando elementos que hacen presumir que el rumbo que lleva la humanidad no es el que su creador tenía planeado. Uno hubiese pensado que a medida que el hombre fuera tomando posesión de los bienes que había sobre la tierra, las cosas se le iban a facilitar y que viviría mejor; pero la realidad indica todo lo contrario; veamos solo algunos ejemplos.
Convulsión política: Los acontecimientos en Túnez, Egipto y últimamente Libia, exponen elementos dignos de analizar con mayor profundidad, pero son el reflejo de masas de población cansadas de ser explotadas, de la inequitativa repartición de los beneficios, del hambre y el desempleo. No se requiere mucha imaginación para saber que en esa parte del planeta se gesta un nuevo des-equilibrio político mundial y que los intereses de las grandes potencias son los que están definiendo su futuro.
Convulsión ecológica: Pese a todas las advertencias sobre la fragilidad del planeta a los cambios en los ecosistemas y la interrelación entre ellos, continuamos desforestando, haciendo emisiones de carbono, contaminando las fuentes de agua, alterando y manipulando los genomas, y creyendo que la madre naturaleza iba a soportar tan grandes desequilibrios. Nunca antes se habían observado inundaciones en regiones no típicas, zonas azotadas por marejadas, huracanes devastadores, oleadas de frío y de calor, terremotos y tsunamis.
Convulsión alimentaria: En un proceso sumamente manipulado por los intereses comerciales, las grandes compañías han sabido vendernos la idea de que es más barato importar alimentos que producirlos, y con esa idea abandonamos a nuestros productores y nos entregamos a los vaivenes de las cotizaciones en bolsa de los precios de los productos de consumo básico.
Con un aparato productivo desmantelado y un sistema comercial mundial que protege los intereses de los productores y hace oídos sordos a las necesidades de los consumidores, tendemos a observar cada vez más normal destruir alimentos para mantener el precio que regalarlo entre los millones de personas hambrientas.
Convulsión espiritual: Lo peor de todos los desequilibrios lo observamos en la forma de pensar de las personas, los valores que se están dando por aceptados, la poca o ninguna importancia a la familia como base de la sociedad, los abortos, las masacres por diferencias religiosas, el poder del narcotráfico, la ilusión de poder de los ciudadanos por tener cada vez más cosas materiales y la casi inexistente capacidad de análisis de nuestra sociedad cada vez más globalizada.
Si se cumple la ley de los equilibrios y desequilibrios, uno esperaría que en algún momento la ciudadanía llegue a un nuevo punto de partida, que surjan nuevos paradigmas y modelos de desarrollo, que exista un nuevo ser humano reciclado en su forma de ver el mundo y de relacionarse con él.
La gran interrogante es saber si este es apenas el inicio del fin o si tenemos que caer aún más. No se observa en el mudo el liderazgo para dar ese giro que requiere la humanidad. Por lo tanto, es a cada uno de nosotros que le toca provocar ese cambio y entre más temprano lo hagamos, antes encontraremos el anhelado equilibrio.
Mynor Retana
Director, Banca Hipotecaria
Banco Nacional