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Objetivos del Milenio y obstáculos

Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Viernes 24 septiembre, 2010



Objetivos del Milenio y obstáculos


Si el ser humano hace política es porque es el único animal que viene a este mundo más programado cultural que genéticamente, si bien este último factor juega también un papel decisivo en su conducta individual y colectiva. El ser humano debe construir por sus acciones su futuro. Este margen de acción se acrecienta a medida que aumenta su comprensión y dominio sobre la naturaleza gracias al avance de la ciencia. Pero, para construir el futuro, el ser humano debe tener metas.
Lo realmente novedoso en estos inicios del siglo XXI es que la humanidad lo hace en forma colectiva, haciendo de la totalidad de la especie humana un todo. Por fin hemos descubierto que navegamos en los mares de la historia formando parte de una misma tripulación, porque el barco en el que viajamos es uno solo.
Por eso, los males y dolencias, los desafíos y retos más serios y trascendentes ya no se dan entre gobiernos o naciones, o entre bloques geográfica o políticamente unidos, sino teniendo presente que constituimos una sola familia. Esto aumenta, no solo nuestra responsabilidad como ciudadanos del mundo, sino también la magnitud de la carga que llevamos sobre los hombros.
Hoy no se trata de ser más poderosos individualmente, sino de sobrevivir como especie. La amenaza no son los otros, sino nosotros mismos y nuestra capacidad de asumir con éxito esa aventura única de seguir siendo seres vivientes en nuestra condición de humanos.
Todo lo dicho se debe a que en este siglo que acaba de terminar, la humanidad ha vivido la más grande revolución científico-técnica de su milenaria historia. Actualmente el peligro mayor que afronta la humanidad es, como lo intuía la tragedia griega, su propio éxito; porque el origen de las peores tragedias humanas está, no en que nos haya ido mal, sino todo lo contrario: en que nos ha ido demasiado bien pero muy pronto, hasta el punto de que no estemos en capacidad de administrar sabiamente nuestros propios logros. Nada marea más que las alturas, nada induce mas al desastre que el caminar a orillas del abismo.
Por eso el desafío mayor de la especie sapiens es demostrar que puede superar las injusticias que crea el desorden imperante, el intercambio desigual; conservar el planeta como una rica fuente de biodiversidad, es alimentar a su creciente población no solo en su estómago —lo cual es lo primordial— sino en su mente con ideas y en su corazón con valores.
Estas inquietudes me llegan a la mente mientras me informo en torno a lo que las Naciones Unidas han llamado un tanto pomposamente, LOS OBJETIVOS DEL MILENIO, oyendo las intervenciones de no pocos líderes políticos en la Asamblea General de la ONU y las reacciones de analistas y generadores de opinión pública internacional.
Nunca ha crecido más la producción de alimentos y avanzado más la medicina. Pero, por trágico contraste, nunca como ahora sufrimos la amenaza de guerras devastadoras; nunca como ahora todo pende y depende de los mercados globalizados; nunca hemos estado más abundante y rápidamente informados; nunca como ahora la humanidad se siente sobrecogida por las consecuencias de sus propias acciones.
A medida que aumenta nuestra comprensión del Universo por el desarrollo científico, se acrecientan los retos del ser humano consigo mismo, con su libre albedrío. Sus mayores desafíos son políticos y, por ende, lo que se requiere es voluntad política para acabar con la pobreza y con un sinnúmero de enfermedades; para lograr alfabetizar a todas las poblaciones del planeta. Tenemos los instrumentos para construir una paz duradera y hacer que la fraternidad entre todos los pueblos sea algo más que una quimera. Pero… ¿tienen los países poderosos esa voluntad política? Cuando se lee sobre el crecimiento de los grupos de la derecha xenófoba en Estados Unidos y Europa, tiene uno serios motivos para dudarlo. ¿O será que todavía debe la humanidad acercarse más al abismo y sentir el escalofrío del fantasma de la muerte colectiva para, por fin, reaccionar?

Arnoldo Mora

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