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NOTA DE TANO


Nota de Tano

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 14 febrero, 2012

Gaetano Pandolfo

Ser un profesional del fútbol o de otra disciplina deportiva tiene sus bemoles; hay etapas y tiempos; atletas que practican su deporte preferido en el momento adecuado y otros que lo ejercieron en otros tiempos.

Unos juegan en el momento exacto y otros donde los entornos no son propicios.

Aquellos integrantes del famoso Saprissa de los años 50, si hubieran jugado en el 90, después del Mundial en Italia, se hubieran convertido en millonarios, gracias a sus habilidades futbolísticas. El Saprissa seis veces seguidas campeón nacional, no pagaba ni la tercera parte a su nómina del de hoy.

Cuando el fútbol se industrializó, hasta las más bellas y famosas modelos del mundo volvieron sus ojos y también sus bolsos de marca, hacia los jugadores de elite, los nuevos ricos del planeta. Antes, ni los volvían a ver.

En este mundo, feliz para miles e ingrato para otros miles, se mueven los agentes, los representantes y los “scouts”. Estos últimos, se supone, tienen los suficientes conocimientos y cultura deportiva para detectar talentos. Sin embargo, la historia del fútbol en todo el universo está repleta de anécdotas de cómo estos cazatalentos, en muchas ocasiones no captan las virtudes del joven prodigio y lo desechan.

Recuerdo que alguien no le vio condiciones a Jafet Soto y lo rechazaron en el Saprissa; a Joel Campbell en la Liga no le vieron nada y muchos son retirados de las prácticas porque son muy chiquititos. Tienen la misma estatura que Messi.

Todo este prólogo para afirmar que si Jorge Alejandro Castro no le mete dos goles al Saprissa, cuando jugaba con el Santos, en aquel partido en Guápiles que condenó a los morados al infierno, estamos seguros de que su cuerpo técnico no lo pide de regreso.

Después de ser estelar en el mundial en Egipto, las vitrinas del fútbol se le negaron a este joven delantero, quien empezó a deambular y a dar tumbos. Siendo ficha del Saprissa, no tenía equipo y su futuro era incierto. Un par de goles lo devolvieron a la justicia y la realidad. Si no los mete, ahí estaría jugado ratitos, titular y banca con Santos u otro equipo, como les sucede a decenas de sus colegas que no logran amarrar esos cinco minutos de gloria.

El desperdicio y botadero de talento a la basura de nuestro balompié es grande y son muchos los jugadores que cada día escriben el mismo libreto de Castro… hasta que este metió los dos goles.


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