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Marcela Leandro: una madre in vitro hecha en Panamá

Soledad Montero smontero@larepublica.net | Sábado 19 julio, 2014


Rubén Mejía Leandro tiene cuatro años y fue procreado gracias a un procedimiento de Fertilización In Vitro, en Panamá.Gerson Vargas/La República


Marcela Leandro: una madre in vitro hecha en Panamá

“Al país le falta voluntad política y dejar la doble cara”

Marcela Leandro es una de las tantas microhistorias de mujeres costarricenses que se cansaron de esperar al único país que aún prohíbe la Fertilización in Vitro.
Esta mujer de 37 años se quitó de encima el saco de tabúes que la perseguían por querer ser madre y someterse a la técnica.

Marcela Leandro y Gerardo Mejía decidieron en 2008 procrear por medio de Fertilización In Vitro. Gerson Vargas/La República

En ese entonces, en setiembre de 2008, protagonizó una historia que ahora se resume en un niño de cuatro años llamado Rubén.
A los 33, aparecieron unos quistes en sus ovarios que le impedían quedar embarazada, luego vino una operación y sus opciones de ser madre se desvanecían.
La única posibilidad recomendada por su médico fue la técnica in vitro, un procedimiento que no termina de aterrizar en el país, maniatado por una Asamblea Legislativa que incumple una sentencia internacional.
“Cuando nos dijeron eso, a mi esposo y a mí se nos cayó el mundo”, agregó Leandro, al saber que sus opciones estaban fuera de las fronteras costarricenses.

¿Cómo consiguió el dinero?
Les dijimos a nuestro padres, porque era bastante dinero y tampoco lo teníamos todo. Juntamos varios ahorros y un préstamo.
Al final aceptamos hacer el procedimiento y pensamos que era mejor tener esa opción a no hacerlo nunca y luego quedar con esa idea de qué hubiera pasado...
Teníamos un 40% de probabilidad de quedar embarazados. El costo de la FIV era de $6.500, más los gastos de la semana de estadía en Panamá.

¿Qué le decía la gente a su alrededor?
La parte negativa es que los demás, inconscientemente, dicen u opinan sin saber que el proceso y la decisión ya por sí solos son algo bastante difícil.
La gente no entiende esa carga emocional que uno lleva, por estar solo sin la familia y con el hecho que puede ser que funcione o no, con el gasto económico, los riesgos de subirse a un avión y pensar en estar en un país que no es el de uno.
Escogimos diciembre —en 2008— porque los dos podíamos tomar vacaciones. No queríamos decirles a nuestros jefes que nos íbamos a hacer una FIV porque en esa época era un tabú, todo el mundo pensaba mal.

¿No pensó en adoptar?
Sí se puede adoptar, pero al final es una decisión diferente. En su momento la valoramos, pero la adopción en Costa Rica tiene muchas aristas. Puede durar mucho tiempo, y nosotros queríamos agotar la opción de ser padres biológicos.

La posibilidad de tener un embarazo múltiple es común en estos casos. ¿Qué pasaba por su mente antes de acceder?
Había posibilidad de tres hijos o más y de que no fuera ninguno.
Yo seguí con los tratamientos porque cuando uno tiene cero probabilidades de tener un hijo quisiera tener dos o tres de una vez, porque uno sabe que es muy difícil volver a quedar embarazada, y es otro proceso que se convierte en algo adicional.

¿Qué le dejó esta experiencia?

El proceso fue de toda mi familia, estuvimos acompañados por todos ellos y estuvo lleno de amor.
Además, el médico que nos atendió sabía qué era y cómo aplicar la técnica, nos dio un punto de vista distinto a lo que pensaríamos normalmente. Gracias a eso pudimos crear un grupo de apoyo para las siguientes personas que tengan que pasar por el proceso.

¿En qué consiste?
El grupo se llama A favor del In Vitro. Lo creamos para dar apoyo a las personas que pasan por el FIV, para ayudar a hacer este proceso más llevadero. A veces es muy duro que la gente no entienda porque no ha pasado por lo que uno sufrió.

Este tema todavía tiene sombra de tabú... ¿Que considera usted que hace falta?
Voluntad política y dejar de tener doble cara.

De poderse llevar a cabo la FIV en el país, ¿se sometería de nuevo al tratamiento?
Sí me sometería, porque estaría en mi país, con mi familia. Ahora ya no nos preocupa mucho lo que dice la gente y Rubén quiere una hermanita. Sí, lo haría.

¿Cómo es la vida de una “madre in vitro”?
El ser una madre in vitro es lo mejor que me pudo haber pasado. Es un regalo de Dios hacia mi persona y mi familia. Rubén es un sueño hecho realidad, es la fuerza para seguir luchando, aun después de casi cinco años de haberme hecho la FIV.
La gente decía que no podía ser mamá porque iba a ser “mala madre” y eso no era cierto.

Soledad Montero
smontero@larepublica.net
@La_Republica







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