"Invictus"
| Martes 09 marzo, 2010
“Invictus”
Sus asistentes le aconsejaban, redactaban informes y brindaban datos, pero él se guio por sus principios, en contra del criterio de esos allegados. La fuerza de sus valores fue superior a los prejuicios y rencores de algunos de sus colaboradores; su compromiso con su visión de Sudáfrica no era negociable.
La película “Invictus” es un manantial de inspiración para dirigentes de empresas y organizaciones deportivas. Mandela llegó al poder en 1994 y comprendió que el equipo de rugby podría ser un punto de encuentro nacional ante el racismo que había desangrado al país. Apoyó a los Springboks, contra la voluntad de sus asesores y administradores. Sabía que el orgullo y la unión del país debían estar por encima de rivalidades particulares. Su pensamiento fue tan elevado que algunos no le entendieron y se quedaron —al inicio— aferrados a actitudes que solo conducen a las derrotas.
La congruencia entre su discurso y acciones hizo de Mandela un dirigente íntegro, un líder.
Le expresó al capitán del equipo que el pilar para alcanzar una meta alta es que todos los actores trabajen más allá de lo esperado, y se entreguen inspirados por la gran causa, pues es en la altura de los principios, donde todos debemos coincidir y realizar los sueños que los cínicos o escépticos dicen que no se pueden lograr.
Las divisiones internas son victorias seguras para los rivales. Quienes no van hacia el mismo rumbo son saboteadores internos, ocultos y efectivos, porque tarde o temprano el camino se detiene donde ellos ponen los candados a la voluntad de ir más allá de sus intereses individuales. Sin todos juntos, la organización no está completa, y eso es fatal cuando los rivales sí lo están y no se fraccionan con incompetencias internas.
Contra todo pronóstico, Sudáfrica fue Campeón Mundial de Rugby en 1995, realizando así la visión de Mandela, con la que sorprendió al capitán, Francois Pienaar, a quien convirtió en aliado brindándole respeto y ayuda pese a las críticas de medios de prensa hacia él y el equipo. En un gesto de humildad, él le sirve té al capitán; sí, servir y no ser servido, ¡liderazgo puro!
Mandela demostró la constancia de su moral y actuó conforme lo consideró justo. Inspiró con su ejemplo, guiado por el poema “Invictus”, cuyas líneas finales dicen: “¡soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma!”
German Retana
german.retana@incae.edu
Sus asistentes le aconsejaban, redactaban informes y brindaban datos, pero él se guio por sus principios, en contra del criterio de esos allegados. La fuerza de sus valores fue superior a los prejuicios y rencores de algunos de sus colaboradores; su compromiso con su visión de Sudáfrica no era negociable.
La película “Invictus” es un manantial de inspiración para dirigentes de empresas y organizaciones deportivas. Mandela llegó al poder en 1994 y comprendió que el equipo de rugby podría ser un punto de encuentro nacional ante el racismo que había desangrado al país. Apoyó a los Springboks, contra la voluntad de sus asesores y administradores. Sabía que el orgullo y la unión del país debían estar por encima de rivalidades particulares. Su pensamiento fue tan elevado que algunos no le entendieron y se quedaron —al inicio— aferrados a actitudes que solo conducen a las derrotas.
La congruencia entre su discurso y acciones hizo de Mandela un dirigente íntegro, un líder.
Le expresó al capitán del equipo que el pilar para alcanzar una meta alta es que todos los actores trabajen más allá de lo esperado, y se entreguen inspirados por la gran causa, pues es en la altura de los principios, donde todos debemos coincidir y realizar los sueños que los cínicos o escépticos dicen que no se pueden lograr.
Las divisiones internas son victorias seguras para los rivales. Quienes no van hacia el mismo rumbo son saboteadores internos, ocultos y efectivos, porque tarde o temprano el camino se detiene donde ellos ponen los candados a la voluntad de ir más allá de sus intereses individuales. Sin todos juntos, la organización no está completa, y eso es fatal cuando los rivales sí lo están y no se fraccionan con incompetencias internas.
Contra todo pronóstico, Sudáfrica fue Campeón Mundial de Rugby en 1995, realizando así la visión de Mandela, con la que sorprendió al capitán, Francois Pienaar, a quien convirtió en aliado brindándole respeto y ayuda pese a las críticas de medios de prensa hacia él y el equipo. En un gesto de humildad, él le sirve té al capitán; sí, servir y no ser servido, ¡liderazgo puro!
Mandela demostró la constancia de su moral y actuó conforme lo consideró justo. Inspiró con su ejemplo, guiado por el poema “Invictus”, cuyas líneas finales dicen: “¡soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma!”
German Retana
german.retana@incae.edu