Fiestones sin límites
Carmen Juncos cjuncos@larepublica.net | Lunes 29 octubre, 2007
Fiestones sin límites
Carmen Juncos
cjuncos@larepublica.net
La idea de hacer una fiesta en un espacio privado, como una finca por ejemplo, abierta a todo el que pague la entrada, en donde se ofrece bebida alcohólica durante toda una noche, parece haberse convertido en un buen negocio.
De acuerdo con lo que aparentemente se ve, para cualquier observador curioso de los fenómenos sociales, estas fiestas dejaron de ser un hecho aislado, único, producto de una ocurrencia, para ser probablemente una actividad económica bastante lucrativa que se organiza con cierta periodicidad en los últimos años.
El asunto se ha vuelto masivo y quizás comienza a exportarse puesto que he sabido de una realizada recientemente en Nicaragua. Una línea aérea, con precios muy bajos en sus pasajes contribuyó con quienes quisieron viajar desde aquí para asistir a la fiesta nica.
El que estos fiestones se realicen o el que en ellos se embriague la gente, no es el motivo de mencionarlos en este espacio. Igual pueden emborracharse en un bar. Esa responsabilidad queda para los padres de los jóvenes y para ellos mismos. Solo la educación podría cambiar la cultura de que para poder divertirse primero alguien deba cargar su sangre con alcohol por que sobrio no es capaz de hacerlo. Lo que llama la atención es una serie de asuntos que, al menos para mí, en este momento son una interrogante.
¿Son competencia desleal? ¿Se hacen bajo las condiciones de algún tipo de regulación? ¿Qué grado de seguridad ofrecen? Si, tal vez, se han convertido en el modus vivendi de alguien, ¿se pagan los impuestos correspondientes? ¿Cumplen los requisitos y reciben control e inspección estas fiestas masivas por parte de las instituciones a quienes corresponde, como por ejemplo el Ministerio de Salud y otras?
Soy de la opinión de que si se hace este tipo de fiestas públicas y masivas, deben cumplir con los requisitos que regulan estas actividades comerciales. Supongo que los padres de jóvenes que asisten a ellas también desearían saber que sus hijos tienen condiciones de seguridad en ese lugar, aunque el control sobre el posible abuso en el licor, el cuidar la salud y el no conducir si han bebido alcohol sea exclusivamente responsabilidad de cada quien.
Carmen Juncos
cjuncos@larepublica.net
La idea de hacer una fiesta en un espacio privado, como una finca por ejemplo, abierta a todo el que pague la entrada, en donde se ofrece bebida alcohólica durante toda una noche, parece haberse convertido en un buen negocio.
De acuerdo con lo que aparentemente se ve, para cualquier observador curioso de los fenómenos sociales, estas fiestas dejaron de ser un hecho aislado, único, producto de una ocurrencia, para ser probablemente una actividad económica bastante lucrativa que se organiza con cierta periodicidad en los últimos años.
El asunto se ha vuelto masivo y quizás comienza a exportarse puesto que he sabido de una realizada recientemente en Nicaragua. Una línea aérea, con precios muy bajos en sus pasajes contribuyó con quienes quisieron viajar desde aquí para asistir a la fiesta nica.
El que estos fiestones se realicen o el que en ellos se embriague la gente, no es el motivo de mencionarlos en este espacio. Igual pueden emborracharse en un bar. Esa responsabilidad queda para los padres de los jóvenes y para ellos mismos. Solo la educación podría cambiar la cultura de que para poder divertirse primero alguien deba cargar su sangre con alcohol por que sobrio no es capaz de hacerlo. Lo que llama la atención es una serie de asuntos que, al menos para mí, en este momento son una interrogante.
¿Son competencia desleal? ¿Se hacen bajo las condiciones de algún tipo de regulación? ¿Qué grado de seguridad ofrecen? Si, tal vez, se han convertido en el modus vivendi de alguien, ¿se pagan los impuestos correspondientes? ¿Cumplen los requisitos y reciben control e inspección estas fiestas masivas por parte de las instituciones a quienes corresponde, como por ejemplo el Ministerio de Salud y otras?
Soy de la opinión de que si se hace este tipo de fiestas públicas y masivas, deben cumplir con los requisitos que regulan estas actividades comerciales. Supongo que los padres de jóvenes que asisten a ellas también desearían saber que sus hijos tienen condiciones de seguridad en ese lugar, aunque el control sobre el posible abuso en el licor, el cuidar la salud y el no conducir si han bebido alcohol sea exclusivamente responsabilidad de cada quien.