De gobernabilidad y gobernanza
| Viernes 13 julio, 2012
De gobernabilidad y gobernanza
Me llamó la atención el artículo de don Pedro Muñoz. Pone el dedo en el callo de la trampa que se inventan algunos políticos para justificar inacciones propias o señalar fallas ajenas. Lo de siempre: la viga en el ojo magnifica la paja en el ajeno.
De gobernabilidad y gobernanza: vaya binomio. De moda el primero. Casi desconocido el otro. Gobernabilidad, como respetabilidad y credibilidad, es la cualidad de ser algo ante alguien o algunos. Gobernanza, según el mataburros DRAE es: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. No sé qué dirán mis amigos politólogos. A mí la definición me parece óptima. Como Arquímedes diré: “Eureka”, y salvo las diferencias con el sabio de Siracusa.
Y es que las causas de toda la bronca nacional no las genera “la ingobernabilidad” que más bien es el efecto de la causa “in gobernanza”.
Lo que pasa es que a nuestros astutos políticos les queda más fácil “entucharle”, con malicia olímpica, la culpa al efecto y no a la causa.
Claro: la causa han sido y son ellos: los que maman y manejan la cosa política. ¡Y seguirán siéndolo mientras nosotros lo permitamos! Eso los tranquiliza porque el “sistema” está diseñado para que, nos guste o no, lo validemos cada cuatro años sin que haya un cambio radical que nos permita, a nos, sufridos y esperanzados, separar la paja del grano.
La ingobernabilidad en que han sumido al país los gobernantes y políticos merced a su casi criminal sinsentido de la gobernanza viene desde hace muchos ¡uh! muchísimos años. Ha sido un vulgar maridaje entre clientelismo, corrupción, codicia, ignorancia y falsedades. ¡Una procaz orgía “política” de intereses públicos y privados de la que tarde o temprano nos saltaría a la cara su jarana!
Don Pedro señala algunas “mañas” que se han dado amparadas en leyes y otras muletas conocidas como “derechos adquiridos”. A saber: pensiones de lujo, falta de rendición de cuentas, opacidad de gestión y falta de controles entre otras monerías que convierten a la clase política en una entufada elite de opilados y opiladas cortesanas, de una estirpe que está a punto de reventar a Costa Rica.
Claro que hay que castigar. Con dureza. ¡Mucha! En las urnas está el mejor instrumento de castigo que podemos utilizar los costarricenses y con solo el desgaste de la fuerza dactilar o del “pilot” en una papeleta.
Mientras cambiamos los parales de esta vaina que hemos dado en llamar “sistema democrático a la tica”: una comedia al servicio de falaces y mercenarios de la política partidista. ¡Más democracia!, es lo que necesitamos. Pero sustentada en honorabilidad, respetabilidad y habilidad. Eso solo se gana con honor, respeto, talento y gobernanza.
En su artículo don Pedro da algunas eventuales soluciones. Me parece que se queda en la superficie. Claro. El papel no da para más. Pero mientras no nos pongamos las pilas como ciudadanos serios y responsables, seguiremos batiendo barro, llorando penurias y culpando a la “ingobernabilidad” de todos nuestros males.
Bernardo Gómez
Periodista
Me llamó la atención el artículo de don Pedro Muñoz. Pone el dedo en el callo de la trampa que se inventan algunos políticos para justificar inacciones propias o señalar fallas ajenas. Lo de siempre: la viga en el ojo magnifica la paja en el ajeno.
De gobernabilidad y gobernanza: vaya binomio. De moda el primero. Casi desconocido el otro. Gobernabilidad, como respetabilidad y credibilidad, es la cualidad de ser algo ante alguien o algunos. Gobernanza, según el mataburros DRAE es: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. No sé qué dirán mis amigos politólogos. A mí la definición me parece óptima. Como Arquímedes diré: “Eureka”, y salvo las diferencias con el sabio de Siracusa.
Y es que las causas de toda la bronca nacional no las genera “la ingobernabilidad” que más bien es el efecto de la causa “in gobernanza”.
Lo que pasa es que a nuestros astutos políticos les queda más fácil “entucharle”, con malicia olímpica, la culpa al efecto y no a la causa.
Claro: la causa han sido y son ellos: los que maman y manejan la cosa política. ¡Y seguirán siéndolo mientras nosotros lo permitamos! Eso los tranquiliza porque el “sistema” está diseñado para que, nos guste o no, lo validemos cada cuatro años sin que haya un cambio radical que nos permita, a nos, sufridos y esperanzados, separar la paja del grano.
La ingobernabilidad en que han sumido al país los gobernantes y políticos merced a su casi criminal sinsentido de la gobernanza viene desde hace muchos ¡uh! muchísimos años. Ha sido un vulgar maridaje entre clientelismo, corrupción, codicia, ignorancia y falsedades. ¡Una procaz orgía “política” de intereses públicos y privados de la que tarde o temprano nos saltaría a la cara su jarana!
Don Pedro señala algunas “mañas” que se han dado amparadas en leyes y otras muletas conocidas como “derechos adquiridos”. A saber: pensiones de lujo, falta de rendición de cuentas, opacidad de gestión y falta de controles entre otras monerías que convierten a la clase política en una entufada elite de opilados y opiladas cortesanas, de una estirpe que está a punto de reventar a Costa Rica.
Claro que hay que castigar. Con dureza. ¡Mucha! En las urnas está el mejor instrumento de castigo que podemos utilizar los costarricenses y con solo el desgaste de la fuerza dactilar o del “pilot” en una papeleta.
Mientras cambiamos los parales de esta vaina que hemos dado en llamar “sistema democrático a la tica”: una comedia al servicio de falaces y mercenarios de la política partidista. ¡Más democracia!, es lo que necesitamos. Pero sustentada en honorabilidad, respetabilidad y habilidad. Eso solo se gana con honor, respeto, talento y gobernanza.
En su artículo don Pedro da algunas eventuales soluciones. Me parece que se queda en la superficie. Claro. El papel no da para más. Pero mientras no nos pongamos las pilas como ciudadanos serios y responsables, seguiremos batiendo barro, llorando penurias y culpando a la “ingobernabilidad” de todos nuestros males.
Bernardo Gómez
Periodista