Comida ética II
| Viernes 16 mayo, 2008
Comida ética II
¿Sabemos si la empresa de la cual compramos los productos o disfrutamos de los servicios paga sus impuestos? ¿Si paga a sus empleados el salario correcto y si lo hace a tiempo? ¿Cuáles son las prácticas mínimas que ejerce para proteger el medio ambiente? ¿Ayuda en su comunidad de alguna manera? ¿Controla el desperdicio?
¿La etiqueta en el caso de los productos alimenticios dice lo correcto? ¿Cuán comprometida está la imagen con los artilugios de la semántica, la imitación de formas de letras de productos exitosos para subirse gratuitamente a ese tren sin tener en realidad los atributos de la marca que desea imitar? ¿Dice exactamente cuál es el efecto de los ingredientes con que prepara su producto o sencillamente lo escribe pero salvar responsabilidad y se la traslada al consumidor alegando que es él quien tiene que elegir, sabiendo que de alguna manera el consumo de dicho ingrediente puede tener algún efecto nocivo en alguna proporción?
¿Conoce el productor el impacto de su actividad en el medio ambiente aunque cuente con las licencias y cumpla con la ley?
La verdad es que cada vez se me hace más difícil un acto de compra que antes tenía más de placer que de conflicto.
Veo etiquetas y navego por ellas para darme más y más cuenta de que vivimos en un mar de apariencias y de manipulación irresponsable en muchos casos.
Lo que sucede es que nuestro estilo de vida está comprometido por prácticas heredadas que son ricas, si son muchas de ellas deliciosas y cómodas y no necesariamente pueden modificarse de la noche a la mañana, vaya problema.
La presión social es tremenda “¿cómo es que ya no comes atún? ¿Estás loco, no te lo tomes tan en serio, en que te has convertido? ¿Cómo harás con tu trabajo si requerís trabajar con tantos menús y restaurantes?
El mundo pareciera que gira cada vez más rápido y con él, nuestro mundo también desaparece debido a prácticas de consumo de alimentos y muchos otros productos que inundan nuestra vida.
El concepto de “comida ética” pesará cada vez más en nuestra vida y conforme transcurra el tiempo los sabores de ciertas comidas y productos irán tomando un sabor amargo sin importar si son dulces o no.
El amargor no se sentirá en nuestro paladar sino en nuestra conciencia, es cada vez más claro, cada bocado deberá confirmar la vida y no la extinción progresiva pues el mundo también se nos va bocado a bocado aunque se cumpla con todos los requisitos legales. El futuro es hoy.
Buen provecho y hasta la próxima semana.
¿Sabemos si la empresa de la cual compramos los productos o disfrutamos de los servicios paga sus impuestos? ¿Si paga a sus empleados el salario correcto y si lo hace a tiempo? ¿Cuáles son las prácticas mínimas que ejerce para proteger el medio ambiente? ¿Ayuda en su comunidad de alguna manera? ¿Controla el desperdicio?
¿La etiqueta en el caso de los productos alimenticios dice lo correcto? ¿Cuán comprometida está la imagen con los artilugios de la semántica, la imitación de formas de letras de productos exitosos para subirse gratuitamente a ese tren sin tener en realidad los atributos de la marca que desea imitar? ¿Dice exactamente cuál es el efecto de los ingredientes con que prepara su producto o sencillamente lo escribe pero salvar responsabilidad y se la traslada al consumidor alegando que es él quien tiene que elegir, sabiendo que de alguna manera el consumo de dicho ingrediente puede tener algún efecto nocivo en alguna proporción?
¿Conoce el productor el impacto de su actividad en el medio ambiente aunque cuente con las licencias y cumpla con la ley?
La verdad es que cada vez se me hace más difícil un acto de compra que antes tenía más de placer que de conflicto.
Veo etiquetas y navego por ellas para darme más y más cuenta de que vivimos en un mar de apariencias y de manipulación irresponsable en muchos casos.
Lo que sucede es que nuestro estilo de vida está comprometido por prácticas heredadas que son ricas, si son muchas de ellas deliciosas y cómodas y no necesariamente pueden modificarse de la noche a la mañana, vaya problema.
La presión social es tremenda “¿cómo es que ya no comes atún? ¿Estás loco, no te lo tomes tan en serio, en que te has convertido? ¿Cómo harás con tu trabajo si requerís trabajar con tantos menús y restaurantes?
El mundo pareciera que gira cada vez más rápido y con él, nuestro mundo también desaparece debido a prácticas de consumo de alimentos y muchos otros productos que inundan nuestra vida.
El concepto de “comida ética” pesará cada vez más en nuestra vida y conforme transcurra el tiempo los sabores de ciertas comidas y productos irán tomando un sabor amargo sin importar si son dulces o no.
El amargor no se sentirá en nuestro paladar sino en nuestra conciencia, es cada vez más claro, cada bocado deberá confirmar la vida y no la extinción progresiva pues el mundo también se nos va bocado a bocado aunque se cumpla con todos los requisitos legales. El futuro es hoy.
Buen provecho y hasta la próxima semana.