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Baltasar Garzón: la piedra en el zapato de Pinochet

Luis Fernando Cascante lcascante@larepublica.net | Sábado 26 abril, 2014


Baltasar Garzón es en este momento el defensor de Julian Assange, fundador de Wikileaks. Fotografías: Gerson Vargas/La República


Controversial juez dio seminario en Universidad para la Paz

Baltasar Garzón: la piedra en el zapato de Pinochet

“El miedo nunca ha motivado ninguna de mis decisiones”

En España le apodan “juez estrella”, por la fama y controversia que ha tomado su figura en casos renombrados de atropello a los derechos humanos.
Se llama Baltasar Garzón y fue el hombre que ordenó la captura de Augusto Pinochet, dictador chileno acusado de múltiples violaciones a la humanidad.
Este español de 59 años es uno de los jueces más conocidos en el mundo. Sus decisiones han sido todo un dolor de cabeza para el narcotráfico y los gobiernos del terrorismo de Estado.

Su involucramiento en un caso de escuchas telefónicas le costó la credencial de juez, por lo que ahora se dedica a trabajos de investigación en la academia y a impulsar un bufete de abogados, donde lidera la defensa de nada más y nada menos que Julian Assange, fundador de Wikileaks.
En medio de su seminario de jurisdicción universal en la Universidad para la Paz, Garzón charló por unos 15 minutos con LA REPÚBLICA.

Antes de llegar adonde usted está, ¿dónde trabajó?
Procedo de una familia agricultora de clase media, de la época de la posguerra. Vivíamos en un pueblo, mi papá trabajaba la tierra, pero llegó en el momento en que mis padres querían que estudiáramos y salimos hacia Sevilla. Para estudiar debí hacer trabajos de albañil, camarero y como trabajador en una gasolinera.

¿Cómo eran sus padres?
Eran excelentes, de un talante innato. Eran muy abiertos, democráticos, tolerantes y progresistas. Mi madre era más conservadora, pero solo por familia. Fuimos criados en un ambiente de diálogo y clara transparencia, sin duda influyó mucho en mi vida.
Una parte de su familia pujaba hacia la izquierda y otra hacia la derecha...

¿Por dónde se fue usted?
Desde luego no soy conservador. Creo que las políticas progresistas y de izquierdas son las que realmente se ajustan más al equilibrio que la sociedad moderna necesita, en un sistema capitalista cada vez más discriminatorio, que nos está devotando a todos y no somos capaces de establecer controles a la ganancia y distribución.

¿Quién influenció en su pensamiento? Hablemos de libros, autores, influencias...
Yo viví la época final de la dictadura de Franco. Cualquier libro que cayera en mis manos que hiciera referencia a posiciones progresistas, tanto socialistas como comunistas, todas aquellas que cuestionaban el Estado autoritario tuvieron esa influencia. Mi paso por el seminario tuvo mucha importancia, en el sentido de la exigencia de la responsabilidad.

¿Algún nombre?
El juez Giovanni Falcone es uno de los motores a nivel profesional, las lecturas de Isaiah Berling me impactaron y contribuyeron a esa formación que al final se ubica en ese segmento de la izquierda que pertenezco. Gabriel García Márquez también marcó mi juventud. Siempre he buscado personas que tengan un claro compromiso con la sociedad, defensores de los derechos humanos como Nelson Mandela.

¿En qué cree usted?
Creo en la potencialidad del ser humano, en la fuerza de la sociedad, en la cohesión y solidaridad. Creo en el compromiso en favor de las víctimas. Creo en todo aquello que me haga superarme cada día. No creo en la mentira, en la corrupción, en el aprovechamiento de los cargos públicos.

¿Qué lo llevó a escoger la carrera de derecho?
Desde los 17 años quise estudiar derecho para ser juez. Cuando tuve que optar por la carrera, no iba a ser esta, sino psicología, pero luego que escuché las palabras del padre de un compañero, me convencí. No ejercí de abogado hasta ahora, que se suspendió mi servicio de judicial.

¿Imaginó en ese momento que en un futuro usted estaría involucrado en casos históricos como el de Augusto Pinochet?
Decir que sí sería un absurdo. Lo que sí me motivaba era el servicio público de justicia hacia los demás. Una vez hechos mis estudios, la necesidad de mejorar esa justicia y de cambiar la visión de los jueces. La profesión judicial era muy clasista, se veía al ciudadano como algo extraño. En mi caso eso no podía funcionar, tenía que insertarme en esa posición. Diez días después de ejercer como juez, vino el golpe de Estado en España en 1981, y me dije a mí mismo: “¡tanto esfuerzo para estar diez días de juez!”. Yo no iba a ejercer una justicia en donde se iba a implantar una dictadura.

¿Se considera revolucionario?
Yo creo que todos tenemos que seguir siendo rebeldes y revolucionarios de forma permanente, sobre todo cuando se trata de proteger los derechos humanos de aquellos que son objetos de ataques por encima del Estado de derecho.

¿Cuáles fueron esas decisiones que usted tuvo que asumir?
Tuve que asumir una investigación exhaustiva de los crímenes del terrorismo de España con toda la exigencia, pero con el respeto a las garantías y sujetos investigados. Tuve que investigar los grupos antiterroristas de Liberación que llevaron a la condena a un ministro de Interior. Tuve que asumir la desarticulación de la unidad de elite de la Guardia Civil en la lucha contra la droga en España. Investigaciones de corrupción del Partido Popular que finalmente me han llevado a perder mi estatus de juez.

¿Vive usted con miedo?
Sería absurdo decir que no tenemos miedo de algo. El miedo nunca ha motivado ninguna de mis decisiones ni me ha impedido tomar alguna decisión. Si así fuera, sería cobardía.

¿A qué le teme?
A la incomprensión de aquellos que de forma sistemática desconocen los derechos de los ciudadanos, esas personas insensibles que a la vuelta de tantos años sigan cayendo en las mismas torpezas. Me dan miedo el fascismo, la intolerancia, la xenofobia, esas leyes que establecen la persecución del enemigo. Esas cosas me dan miedo y las combato.

¿Lo amenazaron?
Ya se me olvidaron. Han sido tantas que tampoco me interesan demasiado. Nunca jamás una amenaza o presión me han impedido de hacer algo que he tenido que hacer.

Su trabajo implica cometer errores grandes. ¿Recuerda alguno?
Me he equivocado, sin lugar a dudas. No tengo conciencia de haber cometido un error deliberadamente, porque eso sería un delito. Siento que algunas decisiones mías pudieron haber llevado a alguien a la privación de libertad y que después fue absuelto. Adoptar todos los mecanismos de prevención a veces es insuficiente. Cuando una persona ha sido privada de libertad, pesa sobre mí por siempre.

Le dicen el juez estrella, ¿es cierto que usted busca protagonismo?
Hombre, lo del juez estrella fue que a alguien se le iluminó la bombilla en algún momento. Es una frase afortunada. Más lejos de estrella, me considero estrellado, por los golpes que he recibido. Esa afirmación de “juez estrella” ha venido acompañada de ataques de la opinión pública, de la política y la economía de manera sistemática y que van a perdurar. Los casos en los que he intervenido son casos con jurisdicción internacional. El juez que detiene a Pinochet lo sacan del anonimato. El juez que investiga el terrorismo nacional e internacional también lo sacan.

¿Qué significó para usted meter en la cárcel a uno de los dictadores más temidos de la historia en Latinoamérica?
Nada más que el cumplimiento de mi obligación como juez. Nosotros somos defensores de los derechos humanos. Somos la última instancia, nos corresponde hacerlo de la forma más abarcadora. Cuando tuve que emitir la orden de detención contra Pinochet fue una decisión difícil, porque pudo ser un fracaso, pero tienes que tomar decisiones en el momento que las debes tomar.

Y ahora en la defensa de Assange...
Yo coordino la defensa de Julian Assange y de Wikileaks. Estamos peleando por que el derecho de asilo que otorgó Ecuador se consolide. Suecia no quiere dar los pasos para facilitar la defensa de él. Nos preocupa porque demuestra que hay un contenido subyacente que es conseguir que Assange sea juzgado en Estados Unidos por la información que Wikileaks dio en su momento.

¿No se le han acercado para defender también a Snowden?
Sí se me pidió inicialmente que defendiera a Edward Snowden, pero dije que no. Con la defensa de Assange es suficiente para mi despacho, son defensas que tienen que llevarse en ámbitos separados, lo cual no me impide decir que es inaceptable que vivimos en un Estado donde pasamos a ser entes vigilados por un ente superior, como son las agencias estadounidenses, quebrantando los principios básicos de la democracia, sobre todo de la intimidad, sin una razón que lo amerite.

Usted se les metió a los crímenes del franquismo, a Pinochet, al terrorismo de Estado y apadrina a un sujeto que es perseguido, ¿con cuál de todas estas etiquetas le gustaría ser recordado?
Como un juez que trató de cumplir con su obligación y defendió a las víctimas, a eso jamás me harán renunciar. Me gustaría que me recordaran como un juez que procuró la defensa de las víctimas desde la legalidad y lo que es realmente la justicia.

Luis Fernando Cascante
lcascante@larepublica.net
@La_Republica

 

 







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