Argentina gana el Mundial: las cábalas que usaron los seguidores de la albiceleste en 'Barwargento', el barrio "argentino" de Qatar
José Carlos Cueto - @josecarloscueto - Enviado especial de BBC Mundo a Qatar | Domingo 18 diciembre, 2022
En el día de la final, el argentino Guido Peralta siguió un ritual muy particular, aunque ya antes del partido contra Francia avisaba que a lo mejor se le olvidaba algo porque la lista es larga y detallada.
"En la previa me acerco temprano al asado y cuelgo dos de mis cuatro banderas en el lugar exacto. Voy con la misma remera y cadena, mismo reloj, mismo pantalón, mismas medias y zapatillas".
Son algunas de sus cábalas cuando juega la selección argentina. Y en Qatar también las siguió.
La albiceleste ganó su tercera copa, y se desquitó de la oportunidad perdida ante Alemania en 2014 y consiguió para Lionel Messi la guinda para una carrera a la que le faltaba un Mundial.
Los argentinos confiaban en el talento de su equipo, pero también sigueron supersticiones y costumbres cuya única ciencia demostrada está en sus cabezas y corazones.
"Esto es una locura. El fútbol para nosotros es una religión", decía el aficionado Mauro Puliafito con un disfraz de camello, "el camello messiano", como él mismo lo bautizó. Era una de sus supersticiones.
Esta fiebre futbolera alcanzó su máxima temperatura en 'Barwargento', un barrio a las afueras de la capital, Doha, en el municipio de Al Wakra, que los "argentinos tomaron e hicieron suyo".
Ahí radicaba el corazón más apasionado de una de las hinchadas más numerosas de este Mundial y que se ha ganado la simpatía de muchos por el apoyo incondicional a su selección.
Barwargento, el corazón de la hinchada argentina
El nombre oficial del barrio es Barwa Barahat Al Janoub. Es muy pequeño y aislado: decenas de bloques de apartamentos con algunos supermercados, una pantalla gigante en una plaza, restaurantes y puestos de comida.
Qatar apuró su construcción para alojar a algunos de los cientos de miles de aficionados que vinieron de todo el mundo. Hay varios "clusters" como este repartidos por las inmediaciones de Doha.
En Barwa Barahat Al Janoub coincidió buena parte de la hinchada argentina.
"Le pusimos 'Barwargento' porque está copado por argentinos. Algunos acordaron venir aquí, pero otros llegaron por coincidencia", explicaba Peralta.
En una de las plazas del barrio, el ambiente se sentía como en casa.
Colgaban banderas albicelestes y trapos (estandartes) de Maradona y Messi de las ventanas. Una bocina animaba la tarde con cumbia.
Se reunían para un asado. Preparaban hamburguesas y cocinaban a la leña un cordero entero que les regaló la embajada argentina en Qatar.
"Acá hemos estado muy bien, entre amigos. Todo esto sale de forma espontánea. Hoy estamos más tranquilos, pero muchos días se pone masivo. Nos acostamos a las 5 o 6 de la mañana", contaba Peralta antes de la final.
Si estaban tranquilos era porque muchos andaban organizando banderazos en el centro de Doha pidiendo más entradas baratas.
Varios anuncios de reventa ofrecieron boletos entre US$4.000 y US$5.000, algo que muchos no podían permitirse.
Sacrificios y cábalas por la albiceleste
La mayoría de los presentes llevaban años ahorrando para estar en Qatar.
Las habitaciones en el Barwargento cuestan alrededor de US$80 la noche para dos personas, pero metieron colchones hinchables para poder compartir el espacio entre cuatro o cinco.
Algunos dejaron mucho atrás para estar aquí.
"Vendí mi moto y, a los pocos días de venir, me dice mi viejo que le operan de la cadera. Le dije que cancelaba todo, pero me pidió que viniera, cumpliera mi sueño y le trajera la copa", explicaba Puliafito con la voz casi quebrada de la emoción.
"Cuesta mucho llegar hasta acá desde Argentina, pero esto es lo lindo: compartir un asado, tomar un mate, comer un alfajor. Estar entre argentinos, charlar y cantar".
Una de sus cábalas, su marca personal, es llevar al campo su disfraz de "camello messiánico" y el trapo que lo complementa.
Consiste en una bandera larga con la cara de Messi en un extremo, la cara de un camello en el otro y en el medio un letrero: "Quiero ver a Messi levantar la copa arriba de un camello".
"Tampoco puede faltar mi camiseta de Maradona en su despedida del año 2001, un short de baño sin calzoncillos y los mismos lentes de sol. Y cuando me levanto, sí o sí, tengo que tomarme unos mates solo", continúa Puliafito.
"En mi mochila procuro meter otra bandera y dos camisetas: la titular y la suplente. Siempre me afeito en el día de partido, me depilo y me corto las uñas", añade Peralta.
En Barwargento se escuchaban todo tipo de ritos; la mayoría tenía que ver con la vestimenta. Había algunos planificados como publicar la misma foto en redes sociales una hora antes de cada partido.
También construyeron otros sobre la marcha.
"Tenemos 'adoptados' a un grupo de españoles que conocimos y que llevamos a cada partido en el colectivo (autobús) al estadio. Nos traen suerte", contaban los aficionados.
Peralta, por ejemplo, se perdió el primer partido contra Arabia Saudita, la única derrota de Argentina en todo el Mundial. Él también se considera una especie de cábala en sí mismo.
Para el día de la final tampoco podía faltar el asado previo que organizaron antes de cada partido en Bawargento y al que acudiero argentinos que ni siquiera se estaban quedando en este barrio.
Como la final se jugaba antes, a las 18:00 pm hora de Qatar, los aficionados empezaron el asado a las 9:00 am.
Conexión transoceánica
Pero las supersticiones vibraban de un lado a otro del planeta.
En Argentina se produjeronn concentraciones y festejos masivos con cada progreso de la albiceleste.
Y también varias cábalas que se han vuelto virales en redes sociales.
La más popular fue la de la "abuela lalala", en el que un grupo de jóvenes y una vecina llamada Cristina se reunían en una esquina de un barrio de Buenos Aires para celebrar cada triunfo de la albiceleste.
Los jóvenes le cantaban "abuela lalala" mientras la señora bailaba y agitaba la bandera. Los videos circularon por redes sociales hasta el punto que cada vez más personas se acercaron a la esquina de Caaguazú y Andalgalá por la suerte que les trajo.
De cara a la final, desde Argentina, Valentín Bertoni le comentaba a BBC Mundo que su grupo de amigos veía los partidos con la misma televisión y antena a todas las casas a las que van y que, en el descanso, compraban siempre cinco birras, ni una más ni una menos.
"En mi caso los veo absolutamente solo en mi casa, con un almohadón en la rodilla izquierda y una almohada en la derecha. Esto desde el partido contra México. El primero (la derrota contra Arabia Saudita) me fui a un bar y así nos fue", explicaba Genri Bertoni, otro aficionado de la misma familia que Valentín.
Nada sobraba para ayudar a la albiceleste a lograr la victoria en una de las finales con más pedigrí de la historia.
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