Se requieren más acciones en el país para enfrentar la primera crisis mundial y nacional en la era de la transición hacia las energías más limpias
Roberto Dobles roberto.dobles@gmail.com | Lunes 11 julio, 2022
Como complemento a lo expuesto en las cuatro columnas anteriores, los artículos titulados “La crisis energética global es la primera de muchas en la era de la energía limpia” (Bloomberg, 10 Octubre 2021) y “La crisis energética mundial es la primera de muchas en la era de la energía limpia” (World Energy Trade, 6 Octubre 2021) señalan lo siguiente:
El mundo está atravesando la primera gran crisis energética de la era de la transición a energías limpias. No será la última crisis.
La escasez que sacude los mercados de petróleo, gas natural y electricidad desde el Reino Unido hasta China se está desarrollando justo cuando la demanda se recupera tras la pandemia.
El planeta se ha enfrentado a mercados energéticos volátiles y restricciones de suministro durante décadas. Lo que es diferente ahora es que las economías más ricas están experimentando una de las revisiones más ambiciosas de sus sistemas de energía desde los albores de la era eléctrica, sin una manera fácil de almacenar la energía generada a partir de fuentes renovables.
La transición a una energía más limpia debe estar diseñada para hacer que los sistemas energéticos sean más resistentes, no menos como ha ocurrido con la transición actual.
Las próximas décadas podrían ser testigos de más períodos de inflación impulsada por la energía, la escasez de combustibles y la pérdida de crecimiento económico.
Daniel Yergin, uno de los principales analistas energéticos del mundo y autor de “El nuevo mapa: la energía, el clima y el choque de naciones” indicó lo siguiente: la crisis actual “es un mensaje de advertencia sobre lo compleja que va a ser la transición energética”.
La transición energética llevará décadas, y en ese período el mundo seguirá dependiendo de los combustibles fósiles mientras las fuentes de energía más limpias van a ir desplazando progresivamente estos combustibles.
Otro artículo titulado “This isn’t the first energy shock of the green era” (The Globe and Mail, October 21, 2021) señala lo siguiente:
La realidad de la energía hoy y las aspiraciones de energía del mañana se enfrentaron en un cuadrilátero de boxeo, y el statu quo ganó por nocaut. No fue una pelea justa. Y ese es el problema.
A medida que el mundo sale de la recesión del coronavirus, la demanda de energía ha aumentado, impulsando los precios de los combustibles fósiles al alza. Durante el año 2021, el precio del petróleo se duplicó, a más de US$80 por barril. Los precios del gas natural han subido aún más bruscamente. La recuperación económica en China ha llevado a una escasez de carbón.
Ha sido apodado el primer choque energético de la nueva era verde, aunque esta era, a pesar de todas las promesas, aún no ha tenido el impacto significativo deseado. Las fuentes de energía del mundo en 2021 han cambiado poco desde finales del siglo XX.
Todavía el mundo depende profundamente de los combustibles fósiles (más del 80% de la energía que se consume actualmente en el mundo proviene de ellos).
La evidencia internacional muestra que en medio de un cambio fundamental enfocado en la ruta hacia las energías más limpias, el sistema energético mundial se volvió sorprendentemente más frágil, más vulnerable y más fácil de desequilibrar de lo que era antes.
Todo esto está sucediendo en un momento en que los expertos internacionales proyectan que el consumo de energía aumentará un 60% para 2050.
El aumento en la demanda de energía (electricidad, fuentes renovables, petróleo, gas natural, carbón, etc.), combinado con la volatilidad del precio de los combustibles líquidos y gaseosos, significa que el mundo podría transitar un período inestable durante algunas décadas.
Las consecuencias probablemente irán desde períodos de inflación impulsada por la energía, que exacerbarán las desigualdades de ingresos, hasta la amenaza inminente de cortes de energía y pérdida de crecimiento económico y producción.
La presente crisis energética mundial, que se inició en el segundo semestre del 2021 y que se agudizó con la invasión de Rusia a Ucrania en febrero del 2022, es una crisis que surge como consecuencia de importantes factores estructurales y coyunturales.
La invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero del 2022 se dio en un momento en el que la transición energética mundial ya estaba en serios problemas en el 2021. En ese momento, el mundo ya estaba atravesando una importante crisis energética como consecuencia de una transición energética insuficiente y mal manejada.
Además de crear fuertes impactos económicos y sociales inmediatos, la crisis energética actual amenaza con alterar muchas premisas fundamentales relacionadas con la transición energética, la seguridad energética, el desarrollo energético y la acción climática en el mundo.
Esta crisis ha puesto en evidencia las complejidades de las demandas contrapuestas que existen entre la acción climática y las crecientes necesidades de energía para el desarrollo económico y social.
Los expertos indican que este proceso se está convirtiendo en una ‘transición no sincronizada’, debido a que las energías renovables no han crecido lo suficiente como para poder reemplazar las fuentes no renovables de energía que deben eliminarse progresivamente del sistema sin poner en riesgo el abastecimiento.
La producción de energía eólica y solar ha crecido fuertemente en la última década. Pero ambas fuentes renovables son notoriamente inconstantes: están disponibles en algunos momentos y no en otros.
Hasta ahora, las plantas de gas natural han servido como el respaldo estable indispensable que necesitan la energía eólica y solar, que son las dos fuentes renovables de energía que están creciendo fuertemente en el mundo.
Hay que tener muy claro que para que un sistema energético y su transición funcionen apropiadamente, se debe operar con suministros de energía abundantes, costos bajos, seguridad energética, aceptación social y emisiones decrecientes al ambiente.
La evidencia está demostrando que la disponibilidad de energías renovables y no renovables debe aumentarse.
Lo anterior para no crear desajustes peligrosos entre la oferta y la demanda durante la transición energética, como los desajustes que han provocado esta crisis.
La demanda de combustibles fósiles debe reducirse progresivamente a la par del aumento progresivo de la disponibilidad de las energías renovables, en un período que durará varias décadas, pero esto debe hacerse sin crear desajustes peligrosos en el abastecimiento energético (tanto de energías renovables y no renovables) como los desajustes que han provocado la crisis energética actual.
La International Energy Agency (IEA), brazo energético de los países de la OCDE, considera que la crisis actual es mucho más severa y preocupante que las crisis energéticas anteriores, incluyendo las crisis de la década de los 70s y los 80s.
Ante la seriedad y las severas consecuencias de la crisis energética actual, en el mundo se están tomando muchas acciones coyunturales y estructurales para enfrentar la crisis actual y las futuras.
Entre muchas otras cosas, se busca modificar la matriz energética para crear abundancia de todas las fuentes de energía para evitar crisis (incluyendo las renovables y las no renovables), fortalecer la seguridad energética y disminuir la exposición a los nefastos cambios en los precios de la energía a través del desarrollo de las fuentes nacionales (tanto renovables como no renovables).
Por el momento, en Costa Rica se han planteado las siguientes medidas para enfrentar los altos precios nacionales de los derivados de petróleo importados, los cuales han llegado a niveles nunca vistos antes:
i. Subsidio parcial al diésel con cargo al precio de las gasolinas (100 colones por litro en un primer tracto y 68,7 colones por litro en un segundo tracto).
ii. Postergar la entrada en vigor de los estándares más estrictos EURO VI que harían más caros los combustibles (evita un incremento de 9,4 colones por litro).
iii. Detener temporalmente el aumento del impuesto único a los combustibles en los próximos 6 meses (evita un incremento de 12 colones por litro).
iv. Eliminar el subsidio al asfalto (reducción en el precio de las gasolinas y el diésel de 1,92 colones por litro).
v. Préstamo de $200 millones con el Banco de Integración Económica (BCIE) para beneficiar a la población económicamente más vulnerable.
Estas acciones no son estrictamente de política energética (como la búsqueda de un cambio de la matriz energética en el tiempo, aumento de la seguridad energética, reducción de la exposición a los altos precios de la energía, etc.), sino que son más bien buscan aliviar temporalmente una pequeña parte de del aumento en los precios de los derivados de petróleo importados.
Es importante que el país se enfoque de manera complementaria en modificar la política energética de los últimos gobiernos que, entre muchas otras cosas más, nos ha conducido a ser cada vez más dependientes de los caros derivados de petróleo importados, más inseguros energéticamente y más expuestos y vulnerables a los altos costos de la energía.
Además de los altos costos de las energías no renovables importadas (derivados de petróleo importados en el caso de Costa Rica), la política energética de los anteriores gobiernos ha llevado al país a tener también altos costos de la energía proveniente de las fuentes renovables nacionales.
La dependencia petrolera nacional, que continúa creciendo, representa actualmente casi las dos terceras partes del consumo energético nacional. En lugar de volverse energéticamente más rico, el país avanza en ser progresivamente energéticamente más pobre y con energía cara.
Dentro de este contexto, y a pesar de que el gas natural y la energía solar y eólica son las tres fuentes de energía que más están creciendo en el mundo, en Costa Rica se prohíbe actualmente el desarrollo del gas natural y se limita la solar y la eólica. El gas natural desplazará al petróleo de su primer lugar en el mundo hacia el 2040, el cual pasará al segundo lugar.
Se requiere que el país tome más acciones, como las que se están tomando en el mundo, para enfrentar no solamente esta primera crisis energética mundial y nacional en la era de transición hacia las energías más limpias, sino que igualmente para enfrentar las futuras crisis que se anticipan como consecuencia de los desajustes que irán ocurriendo en la transición energética que el mundo busca lograr.
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