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"No me interesa dejar huella en Liberación Nacional"

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 14 marzo, 2011




A la presidenta Laura Chinchilla no la desvela la idea de trascender en su partido, pues prefiere cumplir sus promesas de campaña
“No me interesa dejar huella en Liberación Nacional”

Mi gestión será difícil, porque implica escoger y escoger implica sacrificar

Los retratos de ex mandatarios que antes decoraban la oficina de sus antecesores, fueron removidos. En su lugar, la presidenta Laura Chinchilla colocó cuadros de arte contemporáneo y una fotografía, entre otras, de la Virgen de los Angeles.
El toque femenino se puede percibir desde que se cruza la puerta de su despacho. El inmobiliario y la decoración en general denotan que ahí quien manda es una mujer.
Su preferencia por las computadoras Macintosh y el amor que siente por su familia se visualiza a primera entrada. En su oficina no hacen falta las fotografías al lado de su esposo e hijo, así como las imágenes en las que se le ve rodeada de niños.
El pasado viernes, la presidenta Chinchilla recibió a LA REPUBLICA para conversar sobre su mandato, su papel a lo interno del partido Liberación Nacional y el conflicto con Nicaragua.
Esta es la primera de dos entregas de la entrevista especial con la mandataria.

¿Cuál diferencia siente entre ser ministra y presidenta?

Sin lugar a dudas, se siente la magnitud de la responsabilidad. Mientras uno es ministro está enfocado en el tema que le toca atender, y a veces poca atención presta al resto de la agenda, porque uno sabe que hay gente competente al frente de ellas. En esta silla todo es importante, si llovió demasiado, si no llovió, por qué no llovió; si el tipo de cambio siguió para abajo, si la empresa que iba a venir a invertir está viniendo o se va a atrasar, por qué no genera empleo.
En fin, es una cosa impresionante, pero a partir de que uno se sienta en esa silla, perdió la tranquilad en absoluto, todos los temas importan, a toda hora del día uno está recibiendo información que le concierne.

¿Cree que la sociedad la responsabiliza por todas las decisiones que se toman en su gobierno?

Sí y no. Me parece que eso no tiene que ver con algo personal de Laura Chinchilla, o de los otros presidentes que han estado, hay una cultura política institucional que hizo que el costarricense admirara mucho al Estado como el proveedor de las soluciones. No es hasta recientemente, cuando se comienza a dar una mayor tendencia, a ver al sector público como socio estratégico o un proveedor alternativo al Estado.
Desde ese punto de vista, se sigue sintiendo ese peso; sin embargo, uno ve a una Costa Rica, que entiende que si bien el estado sigue siendo importante, hay otros más que participan en la agenda pública, a efectos de que la misma se cumpla.

El costarricense sigue siendo caudillista, ¿será posible que se excedan las expectativas de lo que realmente puede llegar a hacer un presidente?

Todo es relativo, en Costa Rica hay una cultura más asentada en las instituciones que en las personas. No podemos olvidar que finalmente somos un régimen presidencialista y eso hace que todo gire alrededor de la Presidencia. Eso tiene más que ver con el diseño de nuestro sistema político, donde hay una seria disfuncionalidad. Ello debido al debilitamiento del régimen de partidos políticos, ya que la gente apuesta muy fuertemente al candidato o la candidata, y al final tiene altas expectativas del presidente que llega, pero entonces vemos un debilitamiento de la gobernabilidad, a partir de cómo se toman las decisiones en el Parlamento, ocasionando un entrabamiento en el proceso de toma de decisiones y un problema de ingobernabilidad.

¿Cuál ha sido el momento más difícil que ha enfrentado?

Es una gestión difícil, tratar de conciliar tantas demandas sociales, en el marco de enormes restricciones y recursos. Eso hará que mi gestión sea muy difícil, porque implica escoger, y escoger implica sacrificar. Más allá de esto, ha habido dos situaciones dolorosas. Una que tuvo que ver con los fenómenos atmosféricos del año pasado y la tormenta Tomás, y la otra el incidente con Nicaragua.

Hoy en día, ¿cuál es el principal problema de Costa Rica?

Sin lugar a dudas, la seguridad. Entendido en su dimensión más integral, porque quienes pretenden que a punta de solo policía y justicia penal podamos resolverlo, están equivocados.

¿Es un problema que puede tener soluciones a corto plazo?

Si queremos una solución sostenida, sin lugar a duda tenemos que trabajar con una visión a largo plazo, porque se tienen que conjugar no solo propuestas judiciales, sino también respuestas sociales y económicas. Pero esto no puede ser una excusa para que un Gobierno diga que no pudo hacer nada.
Creo que en el corto plazo, entendiendo de 18 a 24 meses, sí se pueden empezar a ver resultados parciales, es decir, que algunos delitos cedan más que otros o que algunas zonas, barrios o regiones puedan comenzar a ver mejoras, frente a otras. Sí podemos trabajar en los dos ámbitos y es lo que estamos tratando de hacer.

Al principio de su administración señalaba que Costa Rica caminaba hacia el ejemplo de México y Colombia, en cuanto a criminalidad. ¿Mantiene esa percepción todavía?

No creo que sea inevitable y Costa Rica está a tiempo de revertir este destino. Pero sí creo que es importante señalarlo, porque de mantenerse algunas tendencias y en ausencia de acciones serias, sostenidas y eficaces, sin lugar a dudas ahí terminaremos. Estamos a tiempo de hacerlo, y tenemos los instrumentos a la mano para sostener la situación y empezar a revertir algunas tendencias, pero vamos a necesitar más de lo que hoy tenemos, necesitamos más recursos.

En este sentido, parece que estamos en medio de una guerra que no nos pertenece, por lo menos la mayor parte del trasiego de la droga es por agua o aire. ¿Sería en ese caso más importante luchar para contener al máximo posible la droga que pasa por tierra y no preocuparnos tanto por esa guerra externa?

En el fondo lo que ha pasado es que se reconfiguró el problema de las drogas a nivel mundial y cuando Costa Rica optó por formar parte de las alianzas para el combate del narcotráfico internacional, en esa época era solo un país de tránsito y entonces diseñamos una estrategia determinada, que es la que se ha utilizado durante los últimos 15 años y no nos dimos cuenta de las externalidades negativas que produce. Esa droga que comenzamos a incautar, se comenzó a quedar en nuestro propio territorio, redes delictivas se organizaron para generar un canal de trasiego al interior de nuestras costas. En este momento, ya no se puede decir que el problema no está aquí, no somos solamente un país de trasiego, somos un país que consume drogas, que tiene bodegas y mafias aquí, que operan con las internacionales, y somos un país que está produciendo droga. De manera tal, que hay que redefinir la lucha contra el narcotráfico, porque Costa Rica ha dicho que vamos a seguir colaborando en interdicción, pero nuestra prioridad será el combate de las estructuras delictivas que ya están asentadas aquí y obviamente el tema de tratamiento y prevención del consumo de drogas.

Usted frecuenta viajar con escolta y oficiales de tránsito ¿se siente insegura?

Nunca me siento insegura, porque cuando puedo me les escapo (risas). Me incomodan, a pesar de que agradezco la importancia del trabajo que hacen, pero tampoco puedo ser tan irresponsable de dejar de atender las recomendaciones que ellos están obligados a acatar. Más bien, me han recomendado hacerla más grande. Nada más, andamos con un carro adicional y un oficial de tránsito, lo que hace el motorizado es básicamente abrir un poco el paso de vehículos. Siempre he tratado de llevar el mínimo de protección.

¿Es más preventivo, que otra cosa?

Sin lugar a dudas, estando aquí en la presidencia nunca he tenido una amenaza de ningún tipo.

Desde el punto de vista político. ¿Se ha sentido sola? En cuanto al acompañamiento real que hubiese esperado de los diputados en la Asamblea Legislativa, incluyendo la bancada oficialista.

En absoluto ha sido así, tengo una interlocución directa con mi fracción legislativa, tengo una excelente relación con la mayor parte de ellos, uno con todo el mundo, no necesariamente hace el clic, pero con todos tengo aunque sea una relación cordial, y con algunos muy afectiva. Siempre que les he pedido sacar una tarea adelante, siempre me han respondido a cabalidad. Me parece que lo que ha sucedido es que se ha querido poner como contradictorio algo que siempre sucede en las fracciones legislativas, y es que las bancadas sienten dos roles. Un rol de trabajar a la par del gobierno y la agenda del gobierno, y por otro lado, es el brazo político del partido. Eso no quiere decir, que cuando una fracción se comporta como brazo político del partido, está dejando abandonado al Gobierno.

¿Siente usted que su verdadera oposición está en su propia bancada?

No, no, la verdad que no. De mi fracción, que es lo que me interesa, la agenda legislativa. Es decir, el trabajo propiamente de sacar las leyes que necesitamos, y nunca he tenido que decir: tenemos que deponer esta ley, porque mi fracción me la va a bloquear. Por supuesto que tenemos que trabajar con nuestros diputados, porque a veces hay un artículo en particular que genera controversia.

¿Si existiera en la Asamblea Legislativa un “laurismo” más marcado, cree que sería más fácil gobernar?

No es mi estilo, yo no ando pidiendo ese tipo de lealtades, ni me interesa dejar una huella en el partido Liberación Nacional que se identifique con la escuela del laurismo, el tipo de huella que yo quiero dejar es diferente quizás, pero tiene que ver con un estilo diferente de hacer las cosas. No critico lo que ha pasado antes, pero me tiene sin cuidado. Que si hay laurismo o no hay laurismo, que si lo que hay es arismo, figuerismo o arayismo, la verdad que me tiene sin cuidado.

¿Cuál es la huella que quiere dejar?

Fundamentalmente de una entrega profunda a la gestión pública, sacar las tareas que nos propusimos, con la mayor entrega y ojalá con la mayor honestidad posible.

¿Visualiza un “mayo negro”, en las próximas elecciones de la Asamblea Legislativa?

No al día de hoy, pero nosotros entendemos que desde que se rompió el bipartidismo y desde que los poderes ejecutivos perdieron mayoría, uno no se puede descuidar, hay que estar muy pendiente, hacer una lectura cuidadosa del movimiento de las fracciones y tener mucha negociación.

Los libertarios no asistieron a la última reunión que usted convocó para conversar sobre el conflicto con Nicaragua, ente del fallo de la Corte de La Haya, ¿ese acto se puede ver como una señal de que el pacto “LiLi” está a punto de romperse?

No, porque había razones personales y no las sentimos como una excusa. No creo que hayan querido utilizar ese evento para lanzar ese mensaje, porque se trata de una causa muy por encima de cualquier acuerdo.

¿En este momento en qué situación se encuentra el pacto “LiLi”?

Se está haciendo una evaluación del acuerdo con total rigor y transparencia. Sobre esa base se definirá hacia dónde caminar. Creo que va a ser un acuerdo donde probablemente se van a tener que adicionar algunas cosas, porque ya hay algunas que se cumplieron. Nosotros estamos en la mayor disposición de escuchar y de seguir trabajando juntos.

Luis Alberto Muñoz
Natasha Cambronero
lmuñoz@larepublica.net
ncambronero@larepublica.net






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