“Nada ha cambiado, pero todo se ha transformado”: las contradicciones que encontré en Siria al regresar tras años de ausencia
Lina Sinjab - BBC News, Damasco | Miércoles 24 abril, 2024
La corresponsal de la BBC en Oriente Medio, Lina Sinjab, abandonó su casa en Damasco, la capital siria, en 2013, poco después del inicio de la guerra civil. Recientemente pudo regresar, por primera vez, y encontró un país muy familiar, pero que al mismo tiempo estaba completamente cambiado. Este es su relato.
Al entrar en Siria, la escena era tal como la recordaba: la misma montaña, los mismos robles y los mismos grandes carteles del presidente, que me recordaban vívidamente quién está a cargo aquí.
Pero pocas de las personas que llegaron eran sirias. La mayoría eran turistas religiosos del Líbano e Irak, aunque es posible que algunos otros hayan venido a comprar a los zocos (mercados) de Damasco.
En dirección a la ciudad comienzan los controles. Durante la última década, muchas personas han desaparecido aquí. Basta con haber expresado opiniones críticas hacia el régimen, o incluso haberle dado me gusta a una publicación en las redes sociales que simpatiza con la oposición.
Casi nada parece haber cambiado en la Siria del presidente Bashar al Asad, pero es un país transformado por la guerra.
La cultura florece mientras la economía colapsa
Más de una década después de que comenzaran las protestas en Siria, la agenda del régimen ha cambiado. Su principal preocupación hoy es la economía, no la política.
Al llegar a Damasco de noche, la ciudad yace en la oscuridad. Incluso los barrios más elegantes están a oscuras. Este ha sido el caso durante años.
Casi todo escasea, lo que obliga a los sirios a hacer largas colas para cubrir sus necesidades básicas.
Se necesita una tarjeta inteligente con los datos personales de cada individuo para obtener el pan subsidiado o la asignación de combustible o gasolina. Un mensaje de texto te indica cuándo es el momento de unirte a la cola.
El gobierno parece decidido a presentar a Siria como un Estado moderno justo cuando todo se derrumba.
Introdujo un sistema para que las personas paguen facturas del gobierno mediante transferencia bancaria, a través de una aplicación móvil. Pero muchos no tienen acceso a bancos ni a teléfonos inteligentes.
Luego surgió otro sistema que permite pagar electrónicamente sin necesidad de un banco, pero todavía se necesita un teléfono celular inteligente. Y a veces los generadores que hacen funcionar las antenas telefónicas se quedan sin combustible y la red se corta.
Toda una nueva generación de sirios ha crecido con la guerra: explosiones, bombardeos y noticias constantes de muertes y desapariciones. Son indiferentes a la guerra, pero saben que hay fronteras que no pueden cruzar para mantenerse a salvo. Por eso valoran la cultura, el patrimonio, el arte y la música. Esos campos están de alguna manera a salvo de la brutalidad.
La escena artística y cultural está en auge, a pesar de todo.
Las bandas tocan todo tipo de música, se están abriendo nuevas galerías y hay un nuevo entusiasmo por explorar lo que queda de los sitios históricos de Siria.
Resentimiento hacia los ocupantes de Siria
La presencia de un gran número de personas de países aliados de Siria es motivo de ira. Un paseo por la ciudad vieja y escuchará las voces de visitantes de Irak, Líbano, Irán e, incluso, Yemen.
Entre ellos se encuentran los musulmanes chiítas traídos por Irán para fortalecer su influencia en Siria o, como lo ve la gente de Damasco, para expandir la influencia chiíta en la región.
La mayoría de los sirios son musulmanes suníes y la mayoría de los cinco millones de refugiados que huyeron de la guerra son suníes, mientras que la élite gobernante es principalmente alauí, una rama chiíta que representa alrededor del 12% de la población.
Incluso los leales al régimen, que en el pasado consideraban la presencia de Irán como estratégica, ahora la llaman "ocupación". El descontento sólo aumentó después de que, según informes, Israel atacó al personal militar y de seguridad iraní que se encontraba apostado en barrios residenciales de Damasco. Israel ve como una gran amenaza la presencia en Siria de su archienemigo, Irán.
"Todo nuestro edificio temblaba. ¿Por qué debería vivir esto con mis hijos? ¿Por qué vienen a vivir a zonas residenciales?", preguntó una mujer después del ataque al edificio en Mezzeh, una zona próspera en el suroeste de la ciudad.
Esta semana, un presunto bombardeo aéreo israelí destruyó la sección consular de la Embajada iraní en Mezzeh, matando a altos comandantes iraníes.
Los rusos tampoco son bienvenidos. Aunque, según se informa, el número de tropas rusas ha disminuido desde la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, todavía son una presencia visible en el país, ya sean soldados rusos regulares o combatientes afiliados de la región de Chechenia, en el sur de Rusia.
El noroeste de Siria todavía está controlado por combatientes de la oposición siria, pero mucha gente en Damasco considera que esa parte del país está gobernada por otro "ocupante", en este caso Turquía, que tiene tropas allí.
Mientras tanto, las fuerzas lideradas por los kurdos controlan la mayor parte del noreste de Siria, donde se encuentran los recursos petroleros del país.
Los niveles de vida varían en cada una de estas regiones, y las partes de Siria controladas por el gobierno se encuentran entre las más pobres de todas.
Pero aunque los aliados del presidente Asad siguen teniendo influencia sobre el terreno, él y su régimen están cifrando sus esperanzas en otro actor importante.
El sueño saudí de la élite siria
En círculos cercanos al gobierno, se describe a Arabia Saudita como un gran actor regional y ya no se considera que alimente el terrorismo en Siria, como lo hizo en los primeros días del levantamiento. Algunos sirios ven al príncipe heredero saudita, Mohammed Bin Salman, como un genio con el potencial de reconducir al mundo árabe por un nuevo camino.
Después de años de exclusión de la Liga Árabe, la invitación a Bashar al Asad para asistir a una cumbre en Riad el año pasado dio al régimen la esperanza de que los buenos viejos tiempos regresarían pronto.
Muchos sueñan con un flujo de efectivo de los estados del Golfo para reconstruir el país y ayudar al régimen en quiebra a pagar los salarios.
Pero ahora mismo el país se está hundiendo en la pobreza y mucha gente corriente está desesperada. "No hay luz al final del túnel", dicen.
Se ha vuelto normal ver a familias durmiendo en la calle y a otras rebuscando comida en los contenedores de basura, mientras en otras zonas se mantiene sin cambios un estilo de vida de clase alta que recuerda a las zonas más ostentosas de Londres o París.
Las contradicciones son marcadas. Sin embargo, al mismo tiempo, muchas personas que estuvieron separadas por desacuerdos políticos durante la guerra se han acercado entre sí.
El gobierno se ha vuelto creativo a la hora de encontrar formas de extraer dinero de los bolsillos de la gente mediante impuestos, multas, derechos de aduana y otros planes.
Muchos empresarios optan por cerrar fábricas o reducir los días de trabajo para evitar cobros inesperados. Otros han sido detenidos y han descubierto que la única salida es pagar al gobierno por el derecho a hacer negocios.
Pero la vida continúa y, si pueden, la gente se reúne y socializa tomando un café, una copa o una comida. A altas horas de la noche, los restaurantes están llenos. Los bares callejeros tienen clientes, jóvenes y mayores. Y en algunos lugares se escucha música tradicional.
Después de cantar canciones nostálgicas que glorifican la ciudad norteña de Alepo y beber unos vasos de arak, el licor de anís local, un amigo contrastó el inestable estado del país con la fuerza de su cultura.
"Desapareceremos, pero las canciones transmitirán nuestras historias y nuestra cultura a las generaciones venideras".
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