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La homogeneidad

Leopoldo Barrionuevo leopoldo@amnet.co.cr | Sábado 15 diciembre, 2007


El siglo pasado transcurrió en medio de un intento de imposiciones entre el colectivismo y su ejercicio de poder sobre el individuo y la resistencia del individualismo para oponerse al avasallamiento, no importando las presuntas ideologías que sustentaban cada posición, al fin de cuentas tanto el fascismo en Italia, como el marxismo impracticable de la Unión Soviética y el nacional socialismo en la Alemania nazi, podían enfrentarse y a la vez parecerse.

Del otro lado, el viejo liberalismo europeo intentaba salvarnos del naufragio, más allá del mal llamado hoy neoliberalismo, lo cual resulta una acepción aberrante, dado que al liberalismo debemos solamente libertades y al neoliberalismo tan solo cadenas. Hoy por hoy, nadie desea cargar el sambenito de denominarse socialista o neoliberal, bueno, nadie no: los decadentes a ultranza se dicen socialistas y comunistas pero son tan dispares, que pueden albergar a países tan diferentes como China, Cuba y Venezuela y otros que intentan ser socialdemocracias alejadas del neoliberalismo.

En el trasfondo se mueve el capitalismo, para algunos un eufemismo de neoliberalismo y todos intentan obtener la mayor riqueza económica para repartir entre los más necesitados de la sociedad pero ese logro se parece demasiado a Misión Imposible, por el contrario, el dinero se acrecienta para los que lo tienen y se hace inalcanzable para los pobres y como todo lo que se etiqueta, a falta de un pensamiento mejor, se denomina “brecha social”.

Los poderosos, los que son dueños del balón quieren la homogeneidad, no les interesa en absoluto ni el liberalismo, ni el individualismo: prefieren si es preciso gente sometida al poder político mientras ellos puedan manipular las situaciones e incrementar su poder, lo que solo parece lograrse detentando el capital o las armas, salvo que las armas no son buenas conquistadoras del capital, pero este intenta comprar cualquier cosa: presidentes, políticos, funcionarios, militares y hasta jugadores de fútbol valiéndose de cualquier medio que elimine las diferencias.

China quiere ser un país comunista pero sobreabundante en dinero, Chávez lo tiene, mientras los Bush intenten someter al Oriente Medio, siempre sin lograrlo, el resto es capaz de aceptar la droga y su lavado aun al costo de no legalizarla sabiendo que más que el petróleo, su ilegal manejo enriquece, a cambio de que ya no existan los barones de la droga que son siempre los que afectan el poder instituido.

De todos modos somos homogéneos, cada vez nos parecemos más y el “que es diferente es indecente,” en medio de sociedades en las que pareciera un delito pensar a punto tal que alguien sacudió a su entorno con una frase: “Nosotros somos los buenos, nosotros, ni más ni menos, los otros son unos potros, comparados con nosotros.”

Nos unificamos en nuestros modos de vivir, de actuar, de ser en sociedad y tendemos a imitar los usos de otras culturas a través de su lenguaje, sus costumbres y sus prácticas, pero la humanidad se ha sacudido una y otra vez de los presuntos propietarios de la historia para poder sobrevivir.

Nuestras libertades acaban por rescatarnos y el individualismo nos renueva, pero de todos modos es preocupante que este sea uno de los peores momentos que suelen vivirse de treinta en treinta años, una alerta para preocuparnos más por lo que dejaremos si es que somos capaces de dejar algo.

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