La apertura a la luz de una interpretación histórica
| Sábado 15 noviembre, 2008
La apertura a la luz de una interpretación histórica
Cuatro etapas caracterizan nuestra evolución histórica. En cada uno de estos periodos detectamos elementos propios: a) un tipo de economía característica, b) un modelo de estado nacional, c) un centro geográfico de influencia mundial propio del momento histórico, d) la caracterización de agentes sociales emergentes para cada etapa, e) mecanismos particulares de poder para cada periodo que fueron formando nuestro sistema, y finalmente f) cada etapa está enmarcada dentro de una confluencia de sucesos históricos —a manera de mojones o límites simbólicos—, que delimitan el inicio y el final de cada periodo, dando muerte a la etapa anterior y sugiriendo la nueva.
Una primera etapa —de “prehistoria republicana”—, se inicia con la confluencia de factores que dieron origen a nuestra nacionalidad, como lo son —entre otros—, la conquista, el proceso colonizador o la independencia nacional. Finaliza con la sucesión de hechos acaecidos en la década de 1840, que centralizaron el poder estatal e incubaron el Estado liberal. Aquel primer periodo se caracterizó por tener una economía basada en la agricultura familiar de subsistencia en pequeña propiedad rural, un Estado localista, enfocado en la acción del ayuntamiento y un parlamentarismo incipiente. Europa como centro geográfico de influencia unipolar. Los agentes sociales de poder emergentes lo fueron las elites militares y eclesiales y los mecanismos fundamentales de poder, eran las milicias y la Iglesia.
Una segunda etapa de evolución, es la del Estado autocrático de aspiración liberal. Arranca, con la confluencia de hechos ya indicados y que dieron origen a la fundación de la república. Se caracterizó por una economía de incipiente capitalismo agroexportador; un mercantilismo en alternancia con rasgos supervivientes de la economía de subsistencia, tendencia a la proletarización del trabajador agrícola y de concentración de la tierra. Un estado esencialmente de autocracia militar, con frustradas aspiraciones de vocación constitucional, pues fueron constantes los golpes de estado. Un centro geográfico de influencia mundial basado en la bipolaridad Europa-Estados Unidos. El agente social emergente lo fue la clase agroexportadora. El mecanismo de control fundamental lo fue el ejército, y finaliza con los hechos de la década de 1940, que indudablemente enterraron aquel contexto de estado.
Una tercera etapa, que podríamos denominar, del Estado interventor-social de derecho, nace con diversos sucesos históricos, entre ellos, el proceso reformista que llevó a las garantías sociales, la guerra civil de 1948 y a la Constitución del 49. Este periodo se caracterizó por un capitalismo proteccionista estatalmente intervenido, fundamentalmente agroexportador, pero con fuertes pretensiones industrializadoras, vía el ensayo de lo que se denominó el modelo de sustitución de importaciones.
El Estado se caracterizó por el auge del constitucionalismo presidencialista, conservando sin embargo el diseño centralista que lo caracterizó desde el régimen carrillista. El centro geográfico de influencia mundial permaneció bipolar, pero bajo el de la guerra fría. El agente social de poder emergente lo fue el estamento de profesionales que, especialmente desde la función pública, controló dicho estado interventor. Aquí se incluyen los funcionarios que dirigieron, entre otras áreas, el monopolio del sistema financiero público y el de la energía. También fue emergente el sector empresarial industrial y agroindustrial que asumió el control de las estructuras de poder a la par del viejo sector agroexportador, antiguamente conocido como “la oligarquía”. El mecanismo de ascenso social por excelencia lo fue la función pública y sus diversas fuentes paralelas de poder, como los partidos políticos. Esta etapa se inicia con los sucesos históricos ya indicados de la década de 1940 y finaliza con el colapso monetario y la quiebra económica en los albores de la década de 1980.
La última etapa de nuestro desarrollo —la actual—, es la que podemos denominar, la de la cultura del conocimiento. También denominada de globalización, aldea global, etcétera. Es la era de la masificación de todas las formas de comunicación y del libre comercio global. Lo que Ortega y Gasset vaticinó en “La rebelión de las masas”. Este cuarto periodo se caracteriza por una tendencia al mercado global. Esto impulsa el desarrollo agrícola e industrial ligado a la alta tecnología, así mismo la economía de los servicios, como lo son los financieros, informáticos, de turismo, tecnológicos y los servicios inmobiliarios.
El Estado de este periodo está obligado a convertirse, aunque no lo sea aún, en un poder publico regulador de carácter descentralizado y concesionario, sustentado más en mecanismos de control y participación ciudadana, que en burocracia. Este proceso abre la participación en la economía de otros actores, como lo fue el caso de la implementación de la Banca Mixta o la apertura de los monopolios. Hoy el centro geográfico de influencia mundial ya no es unipolar ni bipolar, sino multipolar. Estamos influidos por lo que pueda suceder en distintas partes del planeta y además, no existe potencia alguna autosuficiente. Un fenómeno económico o político, en apariencia ajeno a la realidad de una nación, tiene incidencia en diversas partes del planeta. De ahí que el mismo Estados Unidos buscó las asociaciones comerciales, cual lo hacen, desde años atrás, los actuales bloques europeo y asiático.
Los agentes sociales de poder emergentes en este periodo lo están siendo la clase empresarial asociada al mercado global de servicios de alto valor agregado en conocimiento, de ahí la vital importancia de la educación. El mecanismo de mayor influencia social que hoy moldea la sociocultura nacional, lo son primordialmente, los distintos medios de comunicación, lo que incluye, cada día con más fuerza, la comunicación digital. Esta interpretación histórica ilustra el proceso de apertura dentro del cual el país yace inmerso como parte de su modelo de desarrollo.
Fernando Zamora Castellanos
Doctor en derecho y profesor universitario
Cuatro etapas caracterizan nuestra evolución histórica. En cada uno de estos periodos detectamos elementos propios: a) un tipo de economía característica, b) un modelo de estado nacional, c) un centro geográfico de influencia mundial propio del momento histórico, d) la caracterización de agentes sociales emergentes para cada etapa, e) mecanismos particulares de poder para cada periodo que fueron formando nuestro sistema, y finalmente f) cada etapa está enmarcada dentro de una confluencia de sucesos históricos —a manera de mojones o límites simbólicos—, que delimitan el inicio y el final de cada periodo, dando muerte a la etapa anterior y sugiriendo la nueva.
Una primera etapa —de “prehistoria republicana”—, se inicia con la confluencia de factores que dieron origen a nuestra nacionalidad, como lo son —entre otros—, la conquista, el proceso colonizador o la independencia nacional. Finaliza con la sucesión de hechos acaecidos en la década de 1840, que centralizaron el poder estatal e incubaron el Estado liberal. Aquel primer periodo se caracterizó por tener una economía basada en la agricultura familiar de subsistencia en pequeña propiedad rural, un Estado localista, enfocado en la acción del ayuntamiento y un parlamentarismo incipiente. Europa como centro geográfico de influencia unipolar. Los agentes sociales de poder emergentes lo fueron las elites militares y eclesiales y los mecanismos fundamentales de poder, eran las milicias y la Iglesia.
Una segunda etapa de evolución, es la del Estado autocrático de aspiración liberal. Arranca, con la confluencia de hechos ya indicados y que dieron origen a la fundación de la república. Se caracterizó por una economía de incipiente capitalismo agroexportador; un mercantilismo en alternancia con rasgos supervivientes de la economía de subsistencia, tendencia a la proletarización del trabajador agrícola y de concentración de la tierra. Un estado esencialmente de autocracia militar, con frustradas aspiraciones de vocación constitucional, pues fueron constantes los golpes de estado. Un centro geográfico de influencia mundial basado en la bipolaridad Europa-Estados Unidos. El agente social emergente lo fue la clase agroexportadora. El mecanismo de control fundamental lo fue el ejército, y finaliza con los hechos de la década de 1940, que indudablemente enterraron aquel contexto de estado.
Una tercera etapa, que podríamos denominar, del Estado interventor-social de derecho, nace con diversos sucesos históricos, entre ellos, el proceso reformista que llevó a las garantías sociales, la guerra civil de 1948 y a la Constitución del 49. Este periodo se caracterizó por un capitalismo proteccionista estatalmente intervenido, fundamentalmente agroexportador, pero con fuertes pretensiones industrializadoras, vía el ensayo de lo que se denominó el modelo de sustitución de importaciones.
El Estado se caracterizó por el auge del constitucionalismo presidencialista, conservando sin embargo el diseño centralista que lo caracterizó desde el régimen carrillista. El centro geográfico de influencia mundial permaneció bipolar, pero bajo el de la guerra fría. El agente social de poder emergente lo fue el estamento de profesionales que, especialmente desde la función pública, controló dicho estado interventor. Aquí se incluyen los funcionarios que dirigieron, entre otras áreas, el monopolio del sistema financiero público y el de la energía. También fue emergente el sector empresarial industrial y agroindustrial que asumió el control de las estructuras de poder a la par del viejo sector agroexportador, antiguamente conocido como “la oligarquía”. El mecanismo de ascenso social por excelencia lo fue la función pública y sus diversas fuentes paralelas de poder, como los partidos políticos. Esta etapa se inicia con los sucesos históricos ya indicados de la década de 1940 y finaliza con el colapso monetario y la quiebra económica en los albores de la década de 1980.
La última etapa de nuestro desarrollo —la actual—, es la que podemos denominar, la de la cultura del conocimiento. También denominada de globalización, aldea global, etcétera. Es la era de la masificación de todas las formas de comunicación y del libre comercio global. Lo que Ortega y Gasset vaticinó en “La rebelión de las masas”. Este cuarto periodo se caracteriza por una tendencia al mercado global. Esto impulsa el desarrollo agrícola e industrial ligado a la alta tecnología, así mismo la economía de los servicios, como lo son los financieros, informáticos, de turismo, tecnológicos y los servicios inmobiliarios.
El Estado de este periodo está obligado a convertirse, aunque no lo sea aún, en un poder publico regulador de carácter descentralizado y concesionario, sustentado más en mecanismos de control y participación ciudadana, que en burocracia. Este proceso abre la participación en la economía de otros actores, como lo fue el caso de la implementación de la Banca Mixta o la apertura de los monopolios. Hoy el centro geográfico de influencia mundial ya no es unipolar ni bipolar, sino multipolar. Estamos influidos por lo que pueda suceder en distintas partes del planeta y además, no existe potencia alguna autosuficiente. Un fenómeno económico o político, en apariencia ajeno a la realidad de una nación, tiene incidencia en diversas partes del planeta. De ahí que el mismo Estados Unidos buscó las asociaciones comerciales, cual lo hacen, desde años atrás, los actuales bloques europeo y asiático.
Los agentes sociales de poder emergentes en este periodo lo están siendo la clase empresarial asociada al mercado global de servicios de alto valor agregado en conocimiento, de ahí la vital importancia de la educación. El mecanismo de mayor influencia social que hoy moldea la sociocultura nacional, lo son primordialmente, los distintos medios de comunicación, lo que incluye, cada día con más fuerza, la comunicación digital. Esta interpretación histórica ilustra el proceso de apertura dentro del cual el país yace inmerso como parte de su modelo de desarrollo.
Fernando Zamora Castellanos
Doctor en derecho y profesor universitario