(Fotos) Tico de 75 años alcanza la cumbre del volcán más alto del mundo
Walter Herrera wherrera@larepublica.net | Miércoles 06 marzo, 2024 10:40 a. m.
En una gesta que quedará marcada en los anales del montañismo costarricense, Óscar Hernández, un intrépido tico de 75 años, junto al experimentado montañista Daniel Ramírez, escribió una página histórica al conquistar la cumbre del volcán Ojos del Salado, la más alta del planeta fuera del Himalaya, elevándose a casi 7 mil metros sobre el nivel del mar.
Daniel Ramírez
La odisea comenzó el 18 de febrero del 2024, cuando Hernández y Ramírez partieron desde San José hacia la ciudad de Copiapó en Chile. Desde allí, emprendieron un viaje por el inhóspito desierto de Atacama, enfrentándose a más de 300 kilómetros de terreno árido y desafiante.
Previo al asalto a la cumbre, la pareja realizó arduas caminatas de aclimatación, conquistando las cumbres del cerro Siete Hermanas y el nevado San Francisco. Además, realizaron caminatas de aproximación al pie del coloso, preparándose física y mentalmente para el desafío que les esperaba.
Durante su travesía, contemplaron la vastedad del desierto de Atacama, desde sus áridos paisajes hasta los majestuosos salares y lagunas de color turquesa. Uno de los puntos destacados fue la laguna Santa Rosa y la Laguna Verde, lugares que sirvieron como campamento base y punto de partida para sus ascensos.
El 29 de febrero, tras 11 días de expedición, llegó el tan esperado día de cumbre. A las 3:40 a.m., hora de Chile, Hernández y Ramírez iniciaron el ascenso final hacia el cráter del Ojos del Salado. Después de 10 horas de esfuerzo titánico, alcanzaron una altitud de 6.750 metros sobre el nivel del mar.
Sin embargo, los últimos 250 metros de ascenso presentaron un desafío aún mayor. Con pendientes empinadas y nieve congelada, Hernández luchó contra la fatiga y el agotamiento para llegar a la cima. Una vez allí, el guía les advirtió sobre las condiciones climáticas adversas que se avecinaban, instándolos a emprender el descenso de inmediato.
Consciente de la importancia de la seguridad, don Oscar tomó la difícil decisión de descender junto a su cordada, dejando a Ramírez y al guía principal para completar la última parte del ascenso. Su prioridad era garantizar el éxito y la integridad de la expedición, considerando que esta hazaña era solo un entrenamiento para futuras expediciones en el Himalaya.
