Depredadores en peligro
| Jueves 22 noviembre, 2007
Depredadores en peligro
• Aunque peca de protagonismo, el realizador Rob Stewart promueve una causa noble: la preservación de los tiburones
Sharkwater
(Sharkwater)
Dirección: Rob Stewart. Documental. Duración: 1.29. Origen: Canadá 2006. Calificación: 6.
Tradicionalmente, el cine ha retratado a los tiburones como asesinos despiadados. Sobre todo después del éxito comercial de “Tiburón” (Jaws, 1975), muchas películas han alimentado el miedo de la gente hacia estos depredadores, que han estado dominando los océanos durante milenios.
El documental “Sharkwater” (Agua de tiburones), pretende cambiar esa imagen negativa de una vez por todas. Su autor, el joven realizador canadiense Rob Stewart, es un fotógrafo submarino quien aprendió a respetar y amar a estos animales. Al enterarse de que los tiburones son masacrados sin criterio, Stewart decidió rodar un reportaje para sensibilizar a la opinión pública, promoviendo una causa noble: la preservación de una especie temida por todos, la cual juega un papel fundamental en el equilibrio del ecosistema marino.
Más allá de sus hermosas imágenes de las criaturas que viven en las profundidades, el largometraje cobra interés como acto de denuncia, cuando muestra al mundo la práctica ilegal del aleteo. En la cocina oriental, la sopa de aleta de tiburón es un platillo particularmente codiciado. Para abastecer ese mercado, miles de tiburones son cazados diariamente. Los pescadores cortan sus aletas y luego los lanzan al agua, condenándolos a una lenta y terrible agonía.
A bordo de una nave del conservacionista Paul Watson, Stewart intenta detener un barco pesquero con bandera de Costa Rica. La situación culmina con la intervención de las autoridades ticas y una demanda penal en contra de Watson y Stewart. Este lanza graves acusaciones de corrupción, declarando que la mafia de Taiwán soborna al gobierno local con sumas multimillonarias.
Todo se resuelve de la mejor manera, con un final esperanzador. Aquí se elogia al pueblo costarricense, por apoyar a Stewart en su batalla y manifestarse en contra del aleteo. El desenlace simplista, es uno de los muchos elementos discutibles de un trabajo ejecutado con mucha pasión y algo de ingenuidad. A veces, parece una lección de biología para principiantes, tan esquemática que termina siendo poco seria. Llega a conclusiones apresuradas, como cuando sugiere que el aire que respiramos, depende de la supervivencia de los tiburones.
No ayuda en nada la narración estentórea del mismo Rob Stewart, quien emplea un tono melodramático para subrayar la importancia de su propio trabajo. El documentalista procura salir en cámaras a cada rato, llegando a dedicar amplio espacio a su estadía en un hospital, para curarse de una infección. Su protagonismo descarado, afecta irremediablemente la integridad de “Sharkwater”, sin por ello disminuir el valor de su mensaje.
• Aunque peca de protagonismo, el realizador Rob Stewart promueve una causa noble: la preservación de los tiburones
Sharkwater
(Sharkwater)
Dirección: Rob Stewart. Documental. Duración: 1.29. Origen: Canadá 2006. Calificación: 6.
Tradicionalmente, el cine ha retratado a los tiburones como asesinos despiadados. Sobre todo después del éxito comercial de “Tiburón” (Jaws, 1975), muchas películas han alimentado el miedo de la gente hacia estos depredadores, que han estado dominando los océanos durante milenios.
El documental “Sharkwater” (Agua de tiburones), pretende cambiar esa imagen negativa de una vez por todas. Su autor, el joven realizador canadiense Rob Stewart, es un fotógrafo submarino quien aprendió a respetar y amar a estos animales. Al enterarse de que los tiburones son masacrados sin criterio, Stewart decidió rodar un reportaje para sensibilizar a la opinión pública, promoviendo una causa noble: la preservación de una especie temida por todos, la cual juega un papel fundamental en el equilibrio del ecosistema marino.
Más allá de sus hermosas imágenes de las criaturas que viven en las profundidades, el largometraje cobra interés como acto de denuncia, cuando muestra al mundo la práctica ilegal del aleteo. En la cocina oriental, la sopa de aleta de tiburón es un platillo particularmente codiciado. Para abastecer ese mercado, miles de tiburones son cazados diariamente. Los pescadores cortan sus aletas y luego los lanzan al agua, condenándolos a una lenta y terrible agonía.
A bordo de una nave del conservacionista Paul Watson, Stewart intenta detener un barco pesquero con bandera de Costa Rica. La situación culmina con la intervención de las autoridades ticas y una demanda penal en contra de Watson y Stewart. Este lanza graves acusaciones de corrupción, declarando que la mafia de Taiwán soborna al gobierno local con sumas multimillonarias.
Todo se resuelve de la mejor manera, con un final esperanzador. Aquí se elogia al pueblo costarricense, por apoyar a Stewart en su batalla y manifestarse en contra del aleteo. El desenlace simplista, es uno de los muchos elementos discutibles de un trabajo ejecutado con mucha pasión y algo de ingenuidad. A veces, parece una lección de biología para principiantes, tan esquemática que termina siendo poco seria. Llega a conclusiones apresuradas, como cuando sugiere que el aire que respiramos, depende de la supervivencia de los tiburones.
No ayuda en nada la narración estentórea del mismo Rob Stewart, quien emplea un tono melodramático para subrayar la importancia de su propio trabajo. El documentalista procura salir en cámaras a cada rato, llegando a dedicar amplio espacio a su estadía en un hospital, para curarse de una infección. Su protagonismo descarado, afecta irremediablemente la integridad de “Sharkwater”, sin por ello disminuir el valor de su mensaje.