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Un regalo de Navidad

Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Martes 25 diciembre, 2007


Navidad es época de generosidad y de gestos que brotan de nuestras entrañas para evocar sentimientos y remembranzas. Por eso es época de regalos, de intercambios verbales y materiales entre amigos y familiares. Es ocasión de reencuentro con personas que amamos y a quienes, por diversas circunstancias de la vida, se nos hace difícil ver con la frecuencia que a uno le gustaría. Es también época propicia para conversar en torno a un tamal y evocar tiempos idos. Todo esto se me vino a la mente y conmovió mi corazón al tener un feliz encuentro con un amigo entrañable hoy desaparecido pero cuya ausencia lleno de alguna manera, no con su presencia física, pero sí sumergiéndome en su legado escrito.

Hablo de un gran poeta y un eximio maestro cuya ausencia es para Xinia, mi esposa y para mí una herida de la cual nunca podremos sanar. Hablo de un irreemplazable amigo que, como diría el gran dramaturgo y poeta Bertold Brecht, es de los imprescindibles. Es por eso que, al encontrar en las más recientes publicaciones de esa maravillosa editorial cultural que es la EUNED su último escrito, me causó una enorme alegría y lo consideré como el mejor regalo de esta Navidad. Hablo del entrañable amigo y maestro, el poeta Isaac Felipe Azofeifa, cuyo ensayo, el último que hiciera su incansable y feraz pluma titulado Oficio de poesía, acabo de leer.

Para mí, la lectura es algo más que un ejercicio intelectual. Es, igualmente, un encuentro personal con el autor, es un diálogo y una comunión espiritual a través de la distancia con alguien que nos dejó como legado en sus escritos un trozo de su existencia, una muestra de su talento y una llave para ingresar a los más recónditos meandros de su intimidad. Si lo dicho es válido para todo escritor profundo y creativo, lo es mucho más cuando de un poeta de grandes quilates se trata. Y esto fue Isaac Felipe Azofeifa.

Confieso que un gozo interior muy personal lo tuve al leer, a guisa de generosa e inmerecida dedicatoria, una frase en que me dedica este ensayo que, por ser su último escrito, lo asumo como su testamento espiritual. Por eso considero a estas navidades como una de las más inolvidables de mi vida.

El escrito de marras constituye un ensayo, uno de los mejores de nuestra literatura. Se trata de una honda reflexión, que alcanza honduras filosóficas, sobre el quehacer del poeta, sobre un intento de acercamiento, que no de definición porque el autor la considera imposible de definir, de lo que se entiende por poesía que es, a su vez, una reflexión de su trayectoria literaria e, incluso, de su propia existencia. Isaac habla de su vida desde su infancia, comenta sus principales obras y culmina con una lucubración sobre los cambios que se han operado en el lenguaje poético contemporáneo. En breves páginas nos entrega un conmovedor perfil de sí mismo, en que refulge la grandeza humana e intelectual de un hombre extraordinario que nos honró a Xinia y a mí con una amistad generosa y plena que hoy, a años de su muerte, hace que siga vivo en nuestros corazones y en nuestra memoria. Gracias, Isaac, ahora que habitas en el cielo de los poetas, por este el más hermoso regalo de la presente Navidad.

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