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Miércoles, 11 de diciembre de 2024



EDITORIAL


Un Nobel oportuno

Si la distribución de la riqueza es injusta, los estados al menos deberían facilitar a la juventud la posibilidad de ascender en la escala social

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 15 octubre, 2011


Editorial


Los estadounidenses Thomas J. Sargent y Christopher Sims ganaron el Premio Nobel de Economía 2011.

Sus estudios, aunque los realizaron por separado, son complementarios y explican cómo la política afecta a la economía, pero también cómo la economía afecta a la política.

Este galardón reconoce un esfuerzo por demás necesario en un momento histórico en el que las decisiones políticas afectan gravemente a la economía global.

El 11 de octubre, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, definía la situación actual como “la peor crisis global desde el término de la II Guerra Mundial”.

Sin duda, la política y la economía son dos ámbitos con un grado relativo de autonomía, pero entre ambas hay cierta interdependencia.

Como consecuencia de la globalización la economía ganó mayor protagonismo que la política. Las leyes del mercado exigen limitar la acción de los estados. El capital moviendo a la economía, sin la intervención del Estado. Esto provocó una decadencia de la política estatal que repercutió negativamente en los derechos de la ciudadanía.

Ahora, los indignados, jóvenes que se levantan desde Madrid hasta Oriente, y desde Wall Street hasta Chile —el jueves se sumaron los de Colombia— salen a la calle a clamar por una economía más justa.

La redención de la política está surgiendo desde las bases, las que soportan el mayor peso de los errores nacidos en el seno de una macroeconomía estática, contrapuesta a la que exponen Sargent y Sims, quienes proclaman la macrodinámica, en la que incluyen nuevas variables.

Precisamente este sábado, todos los jóvenes indignados del mundo decidieron unirse aprovechando las redes sociales en un esfuerzo más por hacer sentir su protesta.

El problema económico que enfrenta el mundo actualmente es complejo; surgen propuestas tan disímiles como dignas de ser tomadas en cuenta.

Sin embargo, existe un factor común en las consecuencias que la crisis presenta en cada rincón del planeta: si la distribución de la riqueza es injusta, los estados al menos deberían facilitar a la juventud la posibilidad de ascender en la escala social.

Urge promover políticas educativas eficientes tendientes a capacitar la mano de obra, de forma tal que la fuerza laboral no quede expuesta a la explotación o al desempleo.










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