Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 22 marzo, 2016
Le quedó grande el clásico al árbitro Andrey Vega. ¿Le hubiera quedado igual de grande a Walter Quesada? Probablemente no. Las horas de trabajo cuentan en toda profesión y por eso es que un defensa como Roy Miller, por ejemplo, pudo sacar al Saprissa de varias acciones de peligro que gestó el ataque florense a puro colmillo y horas vuelo.
Al campeonato no le conviene tanta acusación y rechazo de los clubes de ciertos silbateros. Los árbitros costarricenses son seres humanos que se equivocan, como erramos todos en el cumplimiento de nuestras funciones. Pero cuando la dirigencia de un club como lo hizo específicamente el Herediano, tiene la paciencia de editar un video que muestra los supuestos fallos de Walter Quesada en contra de su equipo, la acusación va más allá del error humano y directa o indirectamente se le está señalando como un juez deshonesto y corrupto que se presta a perjudicarlos.
El domingo, Carlos Watson le pidió al árbitro Vega que por decisión propia no le pite más al Saprissa. El sabio timonel ve algo malo cada vez que Andrey le pita al campeón nacional.
Con este entorno tan tóxico, caliente y nocivo, llegar a pitar un duelo entre dos de los grandes carga de presión al silbatero y si este es joven en su carrera como es el caso de Andrey Vega, probablemente va a sucumbir en el incendio.
Hubo una jugada, cuando Allan Miranda le pone los tacos en el estómago de Roy Miller, acción agresiva y hasta artera, en la que el árbitro central que está a dos metros de la jugada no halla qué hacer, no sabe qué pitar. Acababa de expulsar a Guzmán y Yosimar drásticamente y sumaba un concierto de tarjetas amarillas. Simplemente se quedó bloqueado, sin reacción, señal evidente de que el juego se le había escapado de las manos.
Pero, qué difícil impartir justicia si cada vez que señalas una falta se te vienen encima los jugadores de los dos equipos y si al término del primer tiempo se te vienen encima los técnicos de los dos equipos. Protestan, gritan, señalan, empujan, todo un drama para el encargado de impartir justicia.
Hay que tomar medidas para erradicar estas conductas y una de ellas sería prohibir que los clubes rechacen el nombramiento de algunos árbitros de sus partidos. Cada vez que la Comisión de Arbitraje complace a un equipo y no le nombra el silbatero cuestionado, le está diciendo indirectamente a su agremiado que es un ladrón.
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