Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 10 marzo, 2016
Con Eduardo Li he hablado tres minutos en mi vida.
Almorzábamos en el restaurante Primer Tiempo en el Proyecto Gol, con Cristian Williams, Miguel Agüero y Dinia Vargas, cuando se acercó a saludarnos. Un breve apretón de manos y punto.
Pero este señor siempre me cayó bien; tiene carisma, es elegante, proyecta seguridad. Es un tipo amable que no provoca rechazo. Sin tratarlo, atraía.
Por eso dolió su detención y por eso satisface y alegra su salida de prisión; ya la justicia se encargará de absolverlo o condenarlo, pero el hecho de que pueda seguir su vida en un apartamento y no en una celda, con el sinnúmero de ventajas que eso conlleva, no deja de ser un alivio para sus seres queridos y cercanos y provoca alegría entre quienes, sin ser sus amigos, lo estimamos.
La calidad de vida de don Eduardo va a mejorar y de eso se trata el negocio; que pueda vivir mejor mientras la ley termina su trabajo. ¡Casi 300 días en prisión!
Ahora podrá alimentarse mejor, dormir mejor y sus largos espacios de ocio tendrán que ser más placenteros. Además, van a aumentar las visitas de sus familiares y gente cercana, enorme estímulo en su difícil situación personal.
¿Por qué un periodista deportivo veterano y el presidente de la Federación de Fútbol, solo han conversado tres minutos en tantos años de carrera, cada uno en su campo?
Porque todo en la vida cambió.
¡Qué lindas aquellas noches de los años 70 en la Casa de los Sustos en La Sabana!
Se reunía la Fedefútbol cada martes; solo tenía cinco empleados: Jesús Manuel Mora, Óscar Luis Vega, Eladio Gómez, Chizo y la recepcionista. A las 10 de la noche, un receso. Don Jesús nos daba la información, mientras Chizo nos regalaba refrescos y arreglados de la Soda Tapia.
Los federativos salían a conversar con la prensa: ¡qué categoría de presidentes! Álvaro Rojas, Gonzalo Lizano, Rodrigo Suárez, Francisco Morelli, Carlos Ugalde, Guillermo Vargas Roldán, Federico Vargas Peralta, etc., etc.
Eran otros tiempos y no se guardaban las distancias; respeto absoluto a las jerarquías pero todos revueltos.
La fuente se abrazaba con la noticia.
Luego, todo cambió: como en el ICE, como en el INS, como en los bancos, como en Casa Presidencial, como en los clubes de fútbol: 50 gerentes, 80 secretarias, 1.500 periodistas, citas, precitas, horarios y la fuente se nos alejó.
… como don Eduardo.
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