Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 03 octubre, 2014
Oscar Ramírez de nuevo se salió con la suya en el clásico y es cuento repetido.
Rescatar que con Ronald González, el Saprissa venció en las últimas ediciones del máximo duelo del fútbol criollo, pero no son escasos los clásicos de los cinco torneos cortos en que la Liga fue campeón con el “Machillo”, que se repite el libreto del pasado miércoles.
Saprissa juega mejor, más bonito, se mueve y ataca por todos los flancos, deja escapar ocasiones de gol, mientras el rival espera, soporta, se ordena, dispuesto a que pase la tormenta, las aguas se calmen para hacerse del control del juego a su estilo y semejanza.
La mano de Jeaustin Campos se apreció desde que se conoció la formación del equipo; la ubicación de Hansell Arauz por el carril derecho y de Heiner Mora en el otro sector era su principal variante. Saprissa se le iba a ir encima a la Liga por los costados. El regreso de David Guzmán para hacer pareja con el mejor jugador de Tibás en la actualidad, Juan Bustos Golobio daba sello de garantía en la zona de máquinas. El binomio de ataque con David Ramírez y Ariel Rodríguez era el que mejor se podía presentar. Las interrogantes pesaban sobre Kevin Briceño en puerta y Manfred Russell en la cintura. Los dos desentonaron.
En la acera de enfrente, el “Machillo” olfateó que Saprissa se le iba a venir por las franjas, de manera que cerró el portón de su potrero por el sector derecho con tres hombres: Gutiérrez, Venegas y Guevara. En esa cerca pegó Mora cada vez que fue al ataque.
Sentimos que Jeaustin se tardó mucho en reaccionar a esta disposición táctica de Óscar, porque su equipo atacó por el otro sector, con Arauz, hasta el segundo tiempo. El campeón se recargó ofensivamente en la primera parte por su sector izquierdo, tanto que Ariel Soto estuvo 45 minutos de vacaciones. “Regalarle” 45 minutos a un estratega como Óscar Ramírez es mucho tiempo y se paga caro.
Ya sea por la innegable capacidad de Patrick Pemberton, la falta de olfato de Ramírez, el individualismo de Rodríguez o la mala suerte, Saprissa no anotó cuando tenía que anotar, permitió el reacomodo de su rival y después pasó de cazador a presa.
Se hacía evidente que a la Liga no le interesaba el tránsito de la pelota; todo el partido lo jugó al pase largo a la espalda de Machado y Badilla y por ahí cocinó la acción del primer gol, golpe letal al que mejor hacía las cosas. El resto fue derrumbe futbolístico y anímico. Pablo Gabas puso la lápida.
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