Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 08 mayo, 2014
Si Danny Carvajal no tuvo trabajo en el juego de ida de la final, fue porque la planificación que hizo Ronald González del clásico le funcionó correctamente.
Ya se hizo público que Óscar Ramírez se llevó el video del juego en su bolso y en la madrugada del martes repasaba los movimientos tácticos del rival que impidieron precisamente que Carvajal tuviera que emplearse a fondo.
El Machillo arriesgó con una formación en la que sacrificó a uno de sus volantes recuperadores como Valle y dio paso en la cintura a tres jugadores de mucha técnica y vocación creativa: Osvaldo Rodríguez, Guevara y Venegas. Escasas ocasiones han alineado juntos y de titulares estos tres futbolistas. Agreguen a Armando Alonso y Jonathan McDonald y sumamos cinco jugadores en posición de ataque, más un francotirador como Ariel Rodríguez, mínimo para que Ramírez pensara que llovería metralla sobre el marco de Carvajal. Y no hubo ni llovizna.
El mérito y lo escribimos ayer fue de un trabajo de ubicación y concentración excepcional de los defensas morados: Machado, Waston, Badilla y Mora y además, una planificación táctica encomiable en la mitad del campo, donde Tejeda, Guzmán y Russell, borraron de la cancha no solo a Ariel, una pieza que deambuló todo partido, sino a los tres hombres de la cintura eriza ya citados.
El clásico fue de control.
Ronald González y Óscar Ramírez se preocuparon primero por controlar al enemigo y como consecuencia de ese eventual control, ganar el partido. Saprissa logró con creces y diploma de honor el primer objetivo.
Cuando Macho Ramírez decide ubicar de marcador de punta por la izquierda a Johnny Acosta, en lugar del suspendido Porfirio López, quien tampoco es lateral, el propósito del Machillo es evidente: se trata de controlar, asociado Acosta con Venegas a Hansell Arauz, el segundo camino a gol más expedito del Saprissa, después de los “jupazos” de Waston.
El Macho le corta las alas a Ariel Soto y Ronald Matarrita, los deja en el hangar y prefiere controlar a Hansell primero que poner a correr a su equipo. Este mismo análisis o reflexión se puede dibujar en cada uno de los sectores del terreno de juego con los diferentes actores.
Cuando se planifica un partido “tan controlado”, bien lo afirma el propio Ramírez, va a ganar el juego el que aproveche un error del adversario. Quedamos notificados entonces, que será campeón nacional el equipo que la noche del sábado, no se equivoque.
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