Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 30 noviembre, 2007
El tránsito de Carlos Restrepo por Liga Deportiva Alajuelense fue confuso.
La confusión fue la regla en los seis meses de trabajo.
No creo que al excelente técnico colombiano le haya quedado grande el uniforme de la Liga; sí creo que los futbolistas rojinegros, igual de confundidos, no lo comprendieron.
Pareciera que los futbolistas costarricenses no saben asimilar las enseñanzas de los entrenadores que ven el fútbol como una ciencia. Los técnicos serios, científicos y muy estudiosos de la disciplina del fútbol, no pegan en el fútbol nacional, desde luego que no por su culpa, sino por la falta de asimilación de los jugadores criollos que prefieren al entrenador amigo y la charanga.
Es un hecho que Carlos Restrepo en su profesión está mucho más cerca de Jorge Luis Pinto que de Badú, Javier Delgado, Alvaro Solano, Juan Carlos Arguedas, Mauricio Montero o Luis Diego Arnáez.
Los futbolistas costarricenses rechazan al entrenador riguroso y se acomodan mejor al técnico amigo y en el fútbol nacional abundan los entrenadores amigos.
Nos da la impresión de que Restrepo no pudo meterse en el corazón de los jugadores rojinegros; nos parece que tanto conocimiento de la disciplina del fútbol de parte del entrenador colombiano, finalmente confundió a los futbolistas manudos.
No es asunto de nómina. La planilla de la Liga está más que completa para un campeonato de fútbol tan mediocre como el nuestro y aquí sí le cabe amplia responsabilidad al técnico colombiano, quien por razones que solo su entorno inmediato conoce, no tuvo la capacidad de formar una alineación regular por razones muy internas que no fueron precisamente lesiones o suspensiones.
Cuando Restrepo afirma tras su renuncia que a algunos jugadores de la Liga les pesó el uniforme y que no todos supieron dar realce a esos colores, usted puede interpretar cualquier cosa, nada favorable al comportamiento de algunos jugadores erizos. De hecho, varios futbolistas de los que se esperaba bastante, no se consolidaron y las razones son domésticas; Gabriels, Lara y Parks son tres de ellos.
Cuando don Carlos se empezó a dar cuenta de que sus ideas no cuajaban en el ordenamiento del equipo, se catapultó la confusión en la planilla.
Bien lo manifestó en la despedida: “La Liga fue un equipo de momentos y de ratos” y esto, para un técnico disciplinado y superordenado en sus sistemas de juego, resultaba catastrófico.
Así como sentó a Pemberton el martes para poner a Wardy, pese a que Patrick lo venía haciendo muy bien, igual puso y quitó jugadores con razón y sin ella, lo que aumentó la desconfianza y la confusión.
Con Restrepo, la Liga jamás vio la luz plena; dentro de un recorrido de penumbra atisbó sus rayos, pero era totalmente lógico que al final reinara la oscuridad.
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