Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 25 octubre, 2007
Murió Fernando Naranjo Madrigal.
Mi maestro y maestro de maestros del periodismo deportivo escrito costarricense.
Ahora que nos dejó después de disfrutar de una vida larga, plena, completa, bellísima, enmarcada en su mejor virtud, el entrañable amor a su familia, a su esposa doña Mary, quien viajó a la eternidad antes que él, a sus hijos que lo despidieron con todos los honores porque se los merecía como padre cariñoso y ejemplar, recuerdo como si fuera ayer el día que lo conocí personalmente.
Recomendado por el profesor Joaquín Vargas Gené, los periodistas de La Nación, Carlos Morales y Eliseo Ríos, compañeros míos del curso práctica de periodismo de la UCR en el año que se abrió la escuela de Ciencias de la Comunicación, me llevaron ante don Manuel Formoso y le hablaron bien de aquel joven de 27 años que quería entrarle al periodismo deportivo.
“Llevalo donde Fernando”, le dijo don Manuel a Morales y así me acerqué al escritorio del jefe de Deportes de La Nación, quien sonriente me saludó y sin más preámbulo me dijo: “vaya en la noche al Gimnasio Nacional y me escribe una crónica del baloncesto”.
Fui al gimnasio, regresé por la noche al periódico, escribí la crónica, don Fernando la leyó, le habrá corregido algo y me acuerdo que cuando se la entregó a Marco Vinicio Quirós, el famoso Maviqui, hombre grande del taller, junto con Cabeto Herrera, don Fernando dio una buena recomendación de mi escrito.
Ahí se iniciaron 11 años maravillosos a la par de este extraordinario cronista deportivo que conmigo fue jefe, maestro, amigo, leal compañero y en los años tristes de mi derrumbe por el alcohol, don Fernando fue un padre para mí.
Después de los años de vino y rosa, donde compartimos una larga y hermosa bohemia con un grupo de periodistas inolvidable, entre ellos Mario Roa, Danilo Arias, Miguel Salguero, Bosco Valverde, Carlos Morales, Alvaro Madrigal, Marco Aurelio Salazar, Rafael Angel Parra, Luis Barahona, Mario Segura, Juan José Aguilar, Rodrigo Montenegro, Francisco González y muchos más, me atrapó la enfermedad del alcoholismo y don Fernando, la pura verdad, me cuidó como un hijo, sufrió a mi lado, fue uno de los testigos más cercanos de mi derrumbe; sin alcahuetearme, me defendió y se le hizo mucho cuando con toda razón me despidieron, pues él me había preparado para que fuera su sucesor.
De él aprendí otra virtud: jamás alzarle la voz a un subalterno y cuando fui editor y jefe en otras instancias de mi carrera, imité su ejemplo.
Periodista de cepa, nato, se formó en la universidad de la vida y fue su primera aula el Diario de Costa Rica de don Otilio Ulate; se consagró en La Nación; se lució como periodista de radio; dio cobertura a los máximos eventos deportivos en todo el mundo; fue autor de libros básicos para la formación de un periodista deportivo; tenía en su casa un archivo de fotografías impresionante.
Fernando Naranjo Madrigal fue un hombre íntegro, amoroso y completo. ¡Gracias, maestro por regalarnos tanta sabiduría!
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