Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 19 febrero, 2009
Ayunos de ídolos y de buenas noticias como estamos, tendemos a resaltar lo primero que brille, aunque sea un brillo fugaz.
Subimos a la vitrina del éxito al deportista que no ha hecho méritos grada por grada, escalón por escalón para merecer esa distinción de convertirse en la figura número uno del espectáculo o la exhibición.
Concedemos portadas emocionales y poco analíticas.
Premiamos al que se lució por ratos y marginamos la propia trayectoria de la nueva figura.
Como no hubo análisis en el aplauso, el repentino Messi; el nuevo Cristiano Ronaldo; el Raúl tico convertido de la noche a la mañana en auténtico matador de las redes contrarias, se derrite como mantequilla en asador apenas en el partido siguiente, juego en el que simple y llanamente retorna a su hábitat natural: ser un futbolista bueno, común y corriente.
Este es un pecado mortal de la prensa deportiva mundial a la que profesionalmente pertenezco.
No damos tiempo ni espacio para que la estrella se vaya formando; para que sus luces, si de verdad las tiene, nos alumbren de a poquito; no tenemos paciencia para esperar que el talento brote; no tenemos capacidad para ir analizando y formando a esa prometedora figura jornada a jornada de su carrera.
Y, lo más grave.
¡Cuántas veces nos equivocamos!
En cuántas ocasiones uniformamos de héroe al que no lo merece; colocamos medallas en los pechos de deportistas que fueron grandes una noche y opacos en treinta fechas anteriores; cómo nos agrada a los periodistas engrandecer al que mete los goles y demeritar a sus otros compañeros.
Qué fácil nos resulta decir que el mejor es siempre el anotador del gol.
¡Tiembla Saprissa!
¡Llega Andy Furtado!
Viva Heredia por media calle; fichó a Andy Furtado.
“Quiero ser campeón con Herediano”.
“El sábado meto cuatro goles”.
Víctor Cordero y Jervis Drummond, suponemos, pasaron tres noches sin dormir (miércoles, jueves y viernes), preocupados por cómo marcar al fulminante goleador.
El fútbol costarricense desde las 10 p.m. del miércoles 11 a las 5 p.m. del sábado, se resumió en un solo nombre, en una sola cara, en una única fotografía; en miles de textos y sinfonía de voces radiales: Andy Furtado.
Todas las portadas fueron suyas.
Y pasó lo que tenía que pasar.
El buen futbolista; el futbolista normal; el que siempre ha sido, jugó 45 minutos idénticos a los que presentó con la Selección Nacional en la primera parte contra Honduras, con la única diferencia de que Rodrigo Kenton lo dejó en la cancha y Paulo César Wanchope lo sacó del terreno de juego.
Dejo abierta la interrogante de si es justo y necesario que Furtado haya contado con ese inmenso apoyo periodístico, para que con el paso del tiempo se convierta en un Medford, Fonseca o Wanchope, porque en lo personal, me pareció inflada la monopolítica información relacionada con su dupleta de anotaciones.
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