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Miércoles, 4 de diciembre de 2024



FORO DE LECTORES


La censura y los “más iguales”

| Sábado 15 junio, 2013


La libertad incluye la libertad para estar en desacuerdo con el antagonista de uno y no ser obligado a apoyarlo


La censura y los “más iguales”

El autoritario que quiere “protegernos” desea “regular” (léase censurar) libros y espectáculos. En Rebelión en la Granja, de George Orwell, los cerdos que gobiernan pregonan igualdad, pero ellos son “más iguales”. Lo mismo pasa con la censura: ¿no es “más igual” quien juzga qué libros o espectáculos uno puede leer o ver? En su mundo hay dos clases de personas: él, el sabelotodo que manda, y los que debemos obedecerlo.
Pero, ¿quién va a ser ese “protector”? El Estado, el mismo que obliga a cotizar a un seguro social con la promesa de que dará atención médica que no brinda, o a pagar para pensionarse y usa ese dinero para otros fines. El que “educa” a quien después no sabe razonar. El que nos carga con una deuda pública que hipoteca nuestro futuro. Es decir: ¡Zorros, protejan el gallinero!
Al obtener un empleo estatal, ¿le concede esto a alguien el derecho a decidir lo que uno puede leer, escribir, ver o fotografiar? ¿Quién debe ser esa persona? Y al responder, no se olvide de explicar cómo esto refleja la igualdad ante la ley.
Según Platón, el Estado debe controlar la vida moral de la población. Pero lo que se necesita es ¡moralizar la política, no politizar la moral! La censura legaliza la mojigatería, y quizá la tiranía más opresiva es la impuesta por el “propio bien” de su víctima: la tiranía moral.
Quien sin su autorización o aun con su oposición lo atormenta a usted por su propio “bien”, pretende “curarlo” de lo que usted no considera una enfermedad; es clasificarlo como un niño, un imbécil o un animal doméstico. El puritanismo obligatorio crea “crímenes” donde no hay víctimas.
Ese puritanismo también se manifiesta en la “guerra” contra las drogas. Es cierto que hay drogas peligrosas pero, como dijo Mises, si se acepta que el Estado debe protegerlo a uno contra su propia ignorancia, no pueden objetarse otras intromisiones. ¿Por qué limitar la “benevolencia” estatal a la protección de nuestros cuerpos? El daño causado por malas ideologías, como el nazismo o el comunismo, ha sido mucho mayor que el daño provocado por las drogas. ¿Debe entonces el Estado “protegernos” contra “malas ideologías”?
Por otro lado, como la mayoría de las personas muere en la cama, algún autoritario pudiera prohibir las camas ¡por peligrosas! O como hay accidentes laborales y de tránsito, ¿prohibirá trabajar o usar automóviles?
Es fácil defender la libertad de expresión si hay consenso. Lo que realmente debe defenderse es la disidencia. En el fondo, las autoridades siempre han pensado que la libertad de expresión aplica solo a quien está de acuerdo con ellas. Pero la libertad incluye la libertad para estar en desacuerdo con el antagonista de uno y no ser obligado a apoyarlo. ¿Hay entonces libertad de expresión si se le obliga a uno a pagar impuestos para darles sustento a sus antagonistas? La verdad es que no hay un solo Estado que no censure la libre expresión, explícita o implícitamente.

Raúl Costales Domínguez

Escritor






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