Juventud y delincuencia
| Miércoles 17 septiembre, 2008
Juventud y delincuencia
Durante los primeros años de la niñez, es muy importante la calidad y cuidado hacia los infantes, porque en esta etapa las condiciones de desarrollo del niño(a) son cruciales para su crecimiento mental, físico, emocional, social e intelectual.
No obstante, la juventud es el periodo de la vida en el que todas las personas deben preparar su futuro a través del estudio y el trabajo ennoblecedor, como también cultivar y cuidar sus valores espirituales, morales y sociales.
Sin embargo, con mucho pesar observamos cómo los niveles de participación de los jóvenes en acciones delictivas van en aumento, poniendo en riesgo la seguridad pública de la sociedad, ya no solo en la ciudad sino también en zonas rurales.
Este repunte en las manifestaciones de violencia y criminalidad que vivimos en nuestro país y a nivel internacional, mantienen a la sociedad en su conjunto, estremecida, conmocionada y temerosa de salir a la calle.
Estos datos plantean la radiografía de una realidad vinculada con la ausencia de oportunidades y estrategias de desarrollo para la juventud, cuyo trasfondo es la ruptura del entramado social.
Es claro que las condiciones de convivencia están influenciadas enormemente por la situación económica de las familias, que los ha empujado hacia la ruptura de la unidad familiar, incrementando los conflictos, la violencia interna y externa, la deserción escolar y la pobreza.
Este escenario nos plantea, como sociedad, un nuevo desafío que responde a las insuficiencias del sistema educativo, la falta de empleo y la persistencia de un modelo económico que insiste en dejar al mercado las aspiraciones y expectativas de la juventud.
En Costa Rica, la política económica que las administraciones han seguido en las últimas dos décadas, ha heredado a las nuevas generaciones una nación en la que las oportunidades de trabajo se limitan cada vez más al sector informal.
Situación que responde a un entorno social sumamente complejo y hostil, en el que es palpable el incremento en los índices delictivos, en donde los jóvenes siguen siendo el blanco del derrumbe sostenido de los ciclos de educación básica.
Esto supone que los jóvenes siguen sufriendo las restricciones presupuestarias impuestas al derecho a la educación, al punto de que muchos creen que la formación académica ha dejado de representar una garantía para la superación personal.
A pesar de eso, algunas instituciones del gobierno mantienen engavetado el dinero destinado para becas y un sinnúmero de ayudas económicas, que podrían dotar a estos jóvenes de los recursos necesarios para superarse.
Finalmente, hay que concretar las esperanzas de los jóvenes, no solo para su bienestar sino el de todos, ya que ese sector es el que ha padecido con especial crudeza las consecuencias de los desvaríos sociales y económicos.
Luis Fernando Allen Forbes
Director ejecutivo
Asociación Salvemos el Río Pacuare
Durante los primeros años de la niñez, es muy importante la calidad y cuidado hacia los infantes, porque en esta etapa las condiciones de desarrollo del niño(a) son cruciales para su crecimiento mental, físico, emocional, social e intelectual.
No obstante, la juventud es el periodo de la vida en el que todas las personas deben preparar su futuro a través del estudio y el trabajo ennoblecedor, como también cultivar y cuidar sus valores espirituales, morales y sociales.
Sin embargo, con mucho pesar observamos cómo los niveles de participación de los jóvenes en acciones delictivas van en aumento, poniendo en riesgo la seguridad pública de la sociedad, ya no solo en la ciudad sino también en zonas rurales.
Este repunte en las manifestaciones de violencia y criminalidad que vivimos en nuestro país y a nivel internacional, mantienen a la sociedad en su conjunto, estremecida, conmocionada y temerosa de salir a la calle.
Estos datos plantean la radiografía de una realidad vinculada con la ausencia de oportunidades y estrategias de desarrollo para la juventud, cuyo trasfondo es la ruptura del entramado social.
Es claro que las condiciones de convivencia están influenciadas enormemente por la situación económica de las familias, que los ha empujado hacia la ruptura de la unidad familiar, incrementando los conflictos, la violencia interna y externa, la deserción escolar y la pobreza.
Este escenario nos plantea, como sociedad, un nuevo desafío que responde a las insuficiencias del sistema educativo, la falta de empleo y la persistencia de un modelo económico que insiste en dejar al mercado las aspiraciones y expectativas de la juventud.
En Costa Rica, la política económica que las administraciones han seguido en las últimas dos décadas, ha heredado a las nuevas generaciones una nación en la que las oportunidades de trabajo se limitan cada vez más al sector informal.
Situación que responde a un entorno social sumamente complejo y hostil, en el que es palpable el incremento en los índices delictivos, en donde los jóvenes siguen siendo el blanco del derrumbe sostenido de los ciclos de educación básica.
Esto supone que los jóvenes siguen sufriendo las restricciones presupuestarias impuestas al derecho a la educación, al punto de que muchos creen que la formación académica ha dejado de representar una garantía para la superación personal.
A pesar de eso, algunas instituciones del gobierno mantienen engavetado el dinero destinado para becas y un sinnúmero de ayudas económicas, que podrían dotar a estos jóvenes de los recursos necesarios para superarse.
Finalmente, hay que concretar las esperanzas de los jóvenes, no solo para su bienestar sino el de todos, ya que ese sector es el que ha padecido con especial crudeza las consecuencias de los desvaríos sociales y económicos.
Luis Fernando Allen Forbes
Director ejecutivo
Asociación Salvemos el Río Pacuare