Jorge Manuel Dengo
| Martes 07 febrero, 2012
Jorge Manuel Dengo
Jamás crucé palabra con él. No me lo presentaron ni concurrí a su despacho. No era necesario pues su fortaleza de funcionario público rebasaba esos detalles. Teníamos órbitas muy opuestas en el campo político. Entonces, ¿cuál era el motivo de mi admiración por su trabajo?
Jorge Manuel Dengo venía de un largo camino. Su ancestro lo llevaba en la entraña misma su vida. Seguir la ruta de quien le antecedió, o de quien antecedió a quien también era el antecedente de su estirpe. Asiento familiar que le otorgaba sello de disconformidad, y al tiempo, del gran constructor por lo que los predecesores dejaron en la Historia Patria. Algún empalme me venía con ese castor en la osada disputa con las grandes compañías internacionales para la explotación eléctrica.
Fiel a ese legado, supo entender como ninguno la independencia de nuestros recursos hidroeléctricos, y los puso al servicio de Costa Rica. Era la reivindicación de lo que otro Dengo dejó plasmado en la primera planta eléctrica que surtió de luz a nuestro país. Fue lo suyo, sin duda alguna, la bandera enhiesta que se puso en lo alto de nuestra cordillera central para irradiar, luego, por todo el territorio nacional.
Aquel grito de los costarricenses que en el año 1927 lanzaron por la nacionalización eléctrica, su padre don Omar entre ellos como figura principal, tuvieron la respuesta en el hijo que bajo el cobijo del Instituto Costarricense de Electricidad, puso a resguardo para nuestro pueblo el hecho singular que nuestros técnicos podían y, con fortuna, disputar a esos grandes consorcios y vencerlos. Esa es la grandeza de Jorge Manuel Dengo.
Desde la otra orilla donde me encontraba, pude en mis años de participación política, ayudar al engrandecimiento del ICE y a su gran constructor. ¿Necesitaba, entonces, cruzar palabra alguna, ir a su despacho para presentarme o que me lo presentaran? ¡Claro que no!
Los soles que alientan los destinos de la Patria se encuentran en su propia órbita; nosotros, los seguimos admirando aún y tal vez más, cuando desaparecen de la vida terrenal. Tal el caso del ilustre don Jorge Manuel Dengo a quien esta Patria le debe tanto, y quien dejó estela de costarriqueñismo lleno de vitalidad. Está sentado junto con nuestros grandes hombres que en nuestra historia han engrandecido a Costa Rica.
Rogelio Ramos Valverde
Jamás crucé palabra con él. No me lo presentaron ni concurrí a su despacho. No era necesario pues su fortaleza de funcionario público rebasaba esos detalles. Teníamos órbitas muy opuestas en el campo político. Entonces, ¿cuál era el motivo de mi admiración por su trabajo?
Jorge Manuel Dengo venía de un largo camino. Su ancestro lo llevaba en la entraña misma su vida. Seguir la ruta de quien le antecedió, o de quien antecedió a quien también era el antecedente de su estirpe. Asiento familiar que le otorgaba sello de disconformidad, y al tiempo, del gran constructor por lo que los predecesores dejaron en la Historia Patria. Algún empalme me venía con ese castor en la osada disputa con las grandes compañías internacionales para la explotación eléctrica.
Fiel a ese legado, supo entender como ninguno la independencia de nuestros recursos hidroeléctricos, y los puso al servicio de Costa Rica. Era la reivindicación de lo que otro Dengo dejó plasmado en la primera planta eléctrica que surtió de luz a nuestro país. Fue lo suyo, sin duda alguna, la bandera enhiesta que se puso en lo alto de nuestra cordillera central para irradiar, luego, por todo el territorio nacional.
Aquel grito de los costarricenses que en el año 1927 lanzaron por la nacionalización eléctrica, su padre don Omar entre ellos como figura principal, tuvieron la respuesta en el hijo que bajo el cobijo del Instituto Costarricense de Electricidad, puso a resguardo para nuestro pueblo el hecho singular que nuestros técnicos podían y, con fortuna, disputar a esos grandes consorcios y vencerlos. Esa es la grandeza de Jorge Manuel Dengo.
Desde la otra orilla donde me encontraba, pude en mis años de participación política, ayudar al engrandecimiento del ICE y a su gran constructor. ¿Necesitaba, entonces, cruzar palabra alguna, ir a su despacho para presentarme o que me lo presentaran? ¡Claro que no!
Los soles que alientan los destinos de la Patria se encuentran en su propia órbita; nosotros, los seguimos admirando aún y tal vez más, cuando desaparecen de la vida terrenal. Tal el caso del ilustre don Jorge Manuel Dengo a quien esta Patria le debe tanto, y quien dejó estela de costarriqueñismo lleno de vitalidad. Está sentado junto con nuestros grandes hombres que en nuestra historia han engrandecido a Costa Rica.
Rogelio Ramos Valverde