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Hay mejores formas de proteger nuestros aeropuertos

Bloomberg | Martes 29 marzo, 2016


Duplicar algunos escáneres sería lo más recomendable. La industria aeronáutica, que se encarga de pagar gran parte de la factura de seguridad, ya se queja del costo anual de aproximadamente $8.500 millones. Bloomberg/La República


 El atentado en la sala de partidas del aeropuerto de Bruselas ha desatado una polémica en torno de llevar el cordón de seguridad en los aeropuertos de Europa hasta las puertas de las terminales y más allá. Sospecho que la mayoría de los viajeros tendrá la misma reacción instintiva: ¿Qué, más colas?
Esa es también la reacción de algunos expertos en seguridad aeronáutica, para los cuales en los 15 años transcurridos desde el 11/9 hemos perdido el equilibrio entre seguridad, costo y comodidad —en muchos casos, sospechan, con escaso resultado—.
“Yo en realidad espero que en respuesta a esto no introduzcamos más puntos de control”, dijo Philip Baum, editor de la Revista Internacional de Seguridad Aeronáutica y autor de un libro publicado este mes sobre la historia de los secuestros y atentados en la aviación.
No solo hay formas más eficaces de brindar seguridad, dice Baum, sino que “esto elimina el placer del vuelo y el viaje”.
Al parecer, la seguridad ha sido un problema desde que existen los vuelos comerciales.
El primer secuestrador —un aristócrata húngaro, espía, paleontólogo y aspirante a ser rey de Albania llamado Barón Franz von Nopcsa Felso-Szilvas— capturó un avión a punta de pistola en Budapest en 1919.
La primera bomba que destruyó una aeronave comercial fue un dispositivo a base de nitroglicerina, instalado en el baño de un vuelo de United Airlines de Cleveland a Chicago en 1933 (nunca se descubrió al autor —al investigador principal lo pusieron a perseguir a Baby Face Nelson y Pretty Boy Floyd, mafiosos de Chicago—).
Los reguladores aeronáuticos tienden a responder al último ataque. Los controles serios comenzaron en los Estados Unidos después del 11/9 para evitar que alguien volviera a abordar un avión con una posible arma, por ejemplo, una trincheta.
Se restringió llevar líquidos a bordo cuando el Reino Unido descubrió un complot para derribar una serie de aviones transatlánticos usando explosivos líquidos a base de peróxido en 2006.
Los escáneres fueron introducidos en 2009, cuando un terrorista suicida trató, sin éxito, de abordar un avión con destino a Detroit con componentes para un explosivo plástico cosidos a su ropa interior.
 



 







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