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Hablando Claro

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 09 enero, 2008


Dosis inimaginables de cinismo. Eso fue lo que les deparó a Colombia y al mundo este fin de año el burdo montaje de las FARC y su pretendida intención de devolver al pequeño “Emmanuel” y dos de las rehenes que forman parte de su arsenal humano y que “ofrecieron” como “desagravio” a Hugo Chávez después de que el presidente Alvaro Uribe le pidiera retirar su gestión mediadora con esta guerrilla desnaturalizada en propósitos, medios y fines.

Junto con ese acto de cinismo, por supuesto, las FARC que no tienen código ni moral, jugaron —una vez más— con las esperanzas de todo un pueblo, pero especialmente con los sentimientos de los familiares de la ex candidata a la vicepresidencia Clara Rojas (la madre del pequeño) y de la ex congresista Consuelo González, en cautiverio desde hace seis larguísimos años.

Lo peor de toda esta macabra historia es lo que hoy sabemos: que Emmanuel o Juan David Gómez Tapiero —como fue identificado en las últimas horas de 2007— no estaba en poder de las FARC desde mediados de 2005. Que enfermo a punto de muerte y con apenas 11 meses de edad, los guerrilleros lo entregaron a un campesino de una de las muchísimas tierras colombianas que conforman sus dominios y que este, al ver al niño cada vez más grave, lo llevó a un centro de salud rural y de ahí fue trasladado a un hospital, donde lograron que se recuperara para que luego las autoridades de Bienestar Infantil lo tomaran bajo su custodia y posteriormente lo ubicaran con una familia sustituta.

Ciertamente las FARC no sabían el verdadero paradero del niño. Pero sí sabían que ellos no lo tenían. Y desde que lo ofrecieron en “desagravio” lo que hicieron fue presionar primero y amenazar luego al campesino al que habían entregado a Emmanuel para que se lo devolviera.

Y mientras esto sucedía las últimas horas de 2007 avanzaban y los guerrilleros inventaban excusas para no fijar el sitio de la entrega. Entrega que tenía todos los visos de una trama de Hollywood al mejor estilo de Hugo Chávez que se preparaba para una de sus mejores actuaciones (después de lo venido a menos por cierto de sus últimos papeles) y nada menos que bajo la dirección del mismísimo Oliver Stone que llegó al campamento central de la operación confirmando así lo que parecía la inminente liberación.

La historia completa espanta. Porque no es película. Es la vida real de los colombianos y de esa democracia que duele como una herida siempre infectada y abierta en nuestra América Latina. Que Hugo Chávez fue el bufón y recibió lo que no esperaba de sus “amigos” de las FARC; eso no tiene importancia más que para corroborar su patética situación. Que en esta coyuntura el presidente Alvaro Uribe ha salido fortalecido es cierto. Pero tampoco parece que eso pueda cambiar mucho la situación.

Lo que está por verse, es qué rumbo tomará con sus acciones la narcoguerrilla de esa entidad llamada FARC y cuándo por fin devolverá la paz a los colombianos. Me atrevo a la utopía de pensar que se desmovilizarán algún día. Aunque probablemente no viva yo para poder verlo…

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