El Codo del Diablo
Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 19 diciembre, 2012
Fue un crimen conscientemente realizado, con perversidad brutal, para advertir a los comunistas que estaban detenidos que si apoyaban a Calderón en su intento de invasión correrían igual suerte
Pizarrón
El Codo del Diablo
Hoy 19 se cumple un aniversario más del asesinato político conocido como El Codo del Diablo, realizado contra dirigentes comunistas en diciembre de 1948, en la curva sobre el río Reventazón a 41 millas de Limón, donde bordea el Cerro de El Diablo.
Fueron brutalmente asesinados Federico Picado Sáenz, diputado electo en las elecciones del 48, Tobías Vaglio Sardí, dirigente de Siquirres, pequeño productor bananero que estaba ligado a estas luchas desde la Gran Huelga del 34, Lucio Ibarra, Octavio Sáenz Soto, Alvaro Aguilar Umaña y el nicaragüense Narciso Sotomayor Ramírez.
Todos ellos habían sido detenidos luego de los sucesos de la guerra civil, sin armas en la mano, en el calor de sus hogares y las responsabilidades de sus trabajos, tratando de rehacer normalmente sus vidas.
Se vivía una situación especial en el país por cuanto se amenazaba por parte de las fuerzas calderonistas de invadir el país desde Nicaragua.
Los comunistas no estaban de acuerdo con este movimiento armado y lo rechazaban, además de que sus fuerzas estaban diezmadas por los muertos de la guerra civil de marzo y abril, en quienes habían descansado dichos sucesos, por los presos y por los obligados a salir del país.
A las 3.30 p.m. del 19 se le avisó al motorista de la Northern Railways Company, Ivan Thompson Laudee, ayudante de Alfredo Corrington Peter, motorista, para que preparara el motocar 156 para un servicio especial ordenado por la Comandancia. A las 6 p.m. llevó el motocar al lado este del Cuartel avisando a las autoridades y fue sustituido para su manejo por Clarencio Auld Alvarado, de origen cubano.
Edgar Cardona Quirós Ministro de Seguridad había ordenado trasladar, por órdenes de Gonzalo Facio Segreda, también miembro de la Junta de Gobierno, a unos muy peligrosos prisioneros políticos.
La misión del traslado, y del asesinato de los reos a su cargo, se encomendó al capitán Manuel Zúñiga Jirón, junto con el subteniente Luis Valverde Quirós, y el ayudante del motorista, Hernán Campos Esquivel, quien no conocía los planes finales del asesinato.
A los presos los llevaron esposados a la espalda, en parejas, no en tren como se hacía usualmente con los detenidos.
En el Codo del Diablo, detenido el motocar, Zúñiga Jirón hizo bajar los detenidos y él y Luis Valverde abrieron fuego con ametralladoras sobre los reos indefensos. Valverde remató a Federico Picado y Octavio Sáenz con su pistola, y todos fueron lanzados al río. Sus restos descansan en el Cementerio Obrero de San José.
La cuadrilla de asesinos informó en Limón que había repelido un ataque y el Estado Mayor de la Junta de Gobierno así lo informó.
No fue un hecho de guerra, fue un crimen común. Fue un crimen conscientemente realizado, con perversidad brutal, para advertir a los comunistas que estaban detenidos que si apoyaban a Calderón en su intento de invasión correrían igual suerte.
Los responsables del asesinato fueron enjuiciados. El abogado Julio Caballero Aguilar fue su defensor. El Juez de Limón hasta donde pudo actuó con celo y agudeza en sus actuaciones. Fueron condenados a 30 años. No cumplieron la pena porque les fueron proporcionados los medios para evadir la condena, huyendo hacia Venezuela y Guatemala.
¡Que jamás haya otro Codo del Diablo!
Vladimir de la Cruz
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