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De cal y de arena

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 27 marzo, 2008


De cal y de arena

Alvaro Madrigal

Como Atila

Si no fuera por el inmenso poder que acumula; si solo fuera por la inmensa megalomanía que padece y que lo arrastra a ver el mundo agrupado en los que están con él y los que están contra él, nada más; y si solo fuera por el desprecio con que se conduce ante las exigencias éticas del arte de gobernar, uno diría que se trata de una nueva versión de Jean-Bedel Bokassa, aquel militarote que se proclamó emperador de la República Centroafricana. Pero no. G.W. Bush, con ese inmenso poder que retiene y que ejerce con tan poco sentido del recato, la prudencia y el equilibrio precisamente a causa de sus disfuncionalidades, demuestra ser un peligro para la paz internacional. Su aventura en Irak, donde ha impuesto la pauta de tierra arrasada, pone en evidencia su perniciosa megalomanía.
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Arremetió contra el Derecho Internacional cuando sintió que la ONU resistía sus arbitrariedades. Pretextó una inexistente presencia de armas de destrucción masiva y una alianza de Hussein con Al Qaeda para lanzar sus huestes en una “cruzada salvadora” de Occidente y en particular de su país. Anarquizó Irak, desangró su sociedad, la sumió en la más espantosa división fratricida, desmanteló su economía y su patrimonio cultural, quebró todo sentido de Estado. Todo esto lo percibe y lo resiente el pueblo iraquí. Por eso, ni el recuerdo ingrato de la opresión de Hussein pesa tanto como para lanzar vítores a las tropas invasoras que asientan en su bitácora 160 mil iraquíes muertos, 2 millones emigrados, una economía hecha trizas, una sociedad sumida en el terror. Y todo a un costo espeluznante, en muertes, en bajas y en mutilados. Es esta la “exitosa operación” de que habló Bush al llegar la guerra a su primer extenuante quinquenio con un costo estimado por el economista Joseph Stiglitz en ¢3 billones. ¿Y no es que el 1° de mayo de 2003, a bordo del portaviones USS Lincoln, este flamante gobernante había proclamado “misión cumplida”? Tan tenebrosa aventura —al decir de Hans Blix, jefe de los inspectores de Naciones Unidas— se había tejido desde mucho antes del 11 de setiembre de 2001 y solo se buscaba un pretexto para imponer su dominio sobre las inmensas reservas petroleras de Irak: “Hay evidencia de que esta guerra fue planeada con mucha anticipación”, advirtió al diario español El País.
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Sí, con una gran anticipación que de nada le valió. La borrachera del poder pudo más. Abrió la caja de Pandora y las fuerzas del mal terminaron atrapando sus delirios. Ya se visualiza una salida de las tropas estadounidenses diseñada para disimular su quemado trasero. A un costo descomunal. Aun así, ni la megalomanía ni el maniqueísmo presidencial han desaparecido en quien sigue reteniendo grandes poderes fácticos. El mundo continúa expuesto al peligro mientras este personaje no halle —como el Atila— sus Campos Cataláunicos y se tope con el general romano Aecio. Ello ha de suceder el martes 4 de noviembre de 2008, esperamos.

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