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COLUMNISTAS


¿Ante una Huelga de Brazos Caídos?

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 05 agosto, 2020


Pizarrón

La década de 1940-1949 fue compleja, por el escenario nacional y los acuerdos políticos que se habían disuelto o roto, Calderón – León Cortés, y por los acuerdos políticos nuevos que surgían Calderón – Comunistas y la Iglesia Católica, por las Reformas Sociales impulsadas por el Gobierno de Calderón, la Caja Costarricense del Seguro Social, el Capítulo de Reformas Sociales, el Código de Trabajo, consolidadas con esa alianza con los comunistas y la Iglesia, y por el acuerdo político electoral entre el Gobierno y los Comunistas, alrededor de la coalición, entre el Partido Republicano y Vanguardia Popular, como empezó a llamarse el Partido Comunista a partir de junio de 1943, del Bloque de la Victoria para impulsar la candidatura presidencial de Teodoro Picado, por el ascenso de las clases medias urbanas, aglutinadas intelectualmente alrededor del Centro de Estudios para los Problemas Nacional, de la Revista Surco, y del origen del Partido Social Demócrata y su periódico homónimo.

Fue compleja esa década por el impacto de la crisis originada por la Segunda Guerra Mundial y sus efectos económicos en en el país, especialmente la caída de las exportaciones a Europa, el encarecimiento de la vida, la situación de los productores y empresarios nacionales, las movilizaciones y manifestaciones opositoras que hasta 1942 hacía el Partido Comunista, que lanzó su Plan Nacional para salir de la Crisis de Guerra, en 1941, con sindicatos en el país que en ese momento solo los dirigía el Partido Comunista, la Unión Nacional Campesina y el Comité Sindical de Enlace, que venían con estos nombres desde 1938, y que cambian a Confederación General de Trabajadores Costarricenses en 1943, cuando resultado del Pacto con la Iglesia, ésta impulsa otra organización sindical, la Confederación Costarricense de Trabajadores Rerum Novarum.

Fue una década compleja porque internacionalmente la II Guerra Mundial, que había empezado en setiembre de 1939, empaña toda la década en dos dimensiones. La primera, en la lucha contra el fascismo, desde 1939 hasta 1945, cuando acaba la Guerra, y la segunda, a partir de ese momento, cuando al ser derrotado el nazi fascismo en Europa, y en Asia, surgen una serie de países socialistas en Europa Central, que conduce a impulsar por parte de Churchill, el rompimiento de la alianza antifacista hasta entonces existente y a impulsar la Guerra Fría, el cerco internacional de la llamada Cortina de Hierro contra los nacientes países socialistas en Europa, y el de la Cortina de Bambú, en el Asia, contra los movimientos nacional libertadores, anticoloniales y de triunfo de la Revolución Popular en China, de tipo comunista.

Estos elementos internacionales empezaban a pesar desde el inicio de la Administración de Calderón Guardia. El Partido Comunista de Costa Rica, que había participado en el VII Congreso de la Internacional Comunista en Moscú, en 1935, ya había empezado a esbozar sus planteamientos de Frentes Populares, de “renunciar”, en este período de la II Guerra, a la lucha de clases, a la lucha antiimperialista, a la lucha por el socialismo, a impulsar la defensa del sistema y régimen democrático, por la alianza y la colaboración de clases en estos propósitos, conceptos muy alimentados internacionalmente por el movimiento comunista internacional y especialmente por el Partido Comunista de los Estados Unidos, y su Secretario General Earl Browder, lo que se asimiló al discurso comunista nacional. Se había creado el Comité Antinazi en Costa Rica, en el cual estuvieron, entre otras personalidades, Manuel Mora Valverde, Manuel Picado Chacón, Fernando Valverde Vega, Francisco Orlich Bolmarcich.

El ataque de los japoneses a las Bases militares de Estados Unidos en Hawai, en diciembre de 1941 provocó el rompimiento de Calderón Guardia con el Cortesismo y el sector alemán nacional, por la declaración de Guerra que hiciera a Japón, Italia y Alemania, condición favorable para el Pacto con los comunistas y la Iglesia unos meses más tarde, y por las medidas que empezaba a tomar el gobierno contra quienes se suponían eran, o podían ser, agentes filo nazistas en el país, campos de concentración, expulsión de estos ciudadanos a Estados Unidos a campos de concentración, intervención de sus propiedades y bienes, restricciones migratorias y circulatorias.

De toda esta situación emerge José Figueres, empresario, nada político en esos años, defendiendo a los alemanes nacionales, protestando contra las medidas que está impulsando el gobierno, solicitando que el Gobierno es el que debe irse, cuando arbitrariamente es detenido y expulsado del país, lo que lo convierte en el líder político a su regreso de México, en el gobierno de Teodoro Picado. Mientras tanto León Cortés, de nuevo candidato a la Presidencia para 1944, contra Teodoro Picado, encabezando a todos los sectores políticos opositores. El triunfo de Picado se cuestiona electoralmente, sosteniéndose la tesis que triunfó con fraude, lo que para Figueres era causa de inmediata destitución, incluso por las armas.

La oposición discutiendo, entre las armas y el proceso electoral de 1948, con la certeza de que si en 1948 se volvía a repetir otro fraude se iría a la Guerra, como efectivamente sucedió. La muerte de León Cortés en 1946 preparó las condiciones, con Otilio Ulate a la cabeza de agotar la salida político electoral en 1948. Figueres, ya uno de líderes de la oposición era de la salida militar, y junto con algunos de sus colaboradores y seguidores iniciaron un período de inestabilidad política interna, entre 1946 y 1947, incluso con atentados terroristas, lo que obligó a los comunistas a crear sus Brigadas de Choque.

Todo esto, entre otras cosas, condujo para que la oposición al Gobierno de Teodoro Picado, preparara una Huelga Política, llamada de los Brazos Caídos, que se produjo desde el 21 de julio hasta el 3 de agosto de1947.

La Huelga de los Brazos Caídos fue convocada por la oposición política, con dos objetivos políticos principalmente, garantías electorales ante la elección de 1947-1948, para lo cual pedían control del Tribunal Electoral y, garantías y seguridades políticas, para lo cual pedían el control de la Fuerza Pública.

La Huelga de Brazos Caídos fue en su esencia un paro del sector empresarial, convocada políticamente, por las fuerzas políticas opositoras al Gobierno, de cierres de comercios, de centros educativos donde la oposición era fuerte, incluso la Universidad de Costa Rica, donde había fuerza opositora beligerante, de cierre de bancos, boticas, almacenes de abarrotes, tiendas de ropa, carnicerías, un sector de empleados estatales se suma a la Huelga.

Esta protesta fue dentro y fuera del Valle Central. La Huelga movilizó la prensa a favor y en contra del gobierno. Se tendió a una paralización total.

Alrededor de la Huelga hubo cierta violencia entre los grupos a favor y en contra. Detuvieron a Rodrigo Facio y a Daniel Oduber, rápidamente liberados. La Huelga tuvo más éxito en Cartago que en San José, pero torpemente el Gobierno la enfrentó el 2 de agosto al reprimir una marcha de mujeres y de sectores opositores. Para el Partido Comunista la Huelga había que dejarla continuar. Según los comunistas desde finales de julio ya se había debilitado la huelga y caería sola. La represión contra los manifestantes provocó su desenlace final evidenciando la debilidad del Gobierno, que entregó el aparato electoral a la oposición.

La Huelga de Brazos caídos fue de Desobediencia Civil, como un movimiento en su forma, convocado de carácter pacífico, de resistencia política, pero no revolucionario, de conformidad a lo que Otilio Ulate decía. Tuvo también la forma de un Movimiento Cívico para los grupos convocantes de la Huelga de Brazos Caídos.

El costo político era para el Gobierno, mientras la oposición lograba réditos político electorales. El amarillismo informativo en la prensa opositora era una de sus banderas.

Durante la Huelga de Brazos Caídos también florecieron los sentimientos, las actitudes y los llamamientos xenofóbicos a favor y en contra del gobierno. El periódico La Nación, recién fundado en aquellos años, en 1946, se había colocado en el bando anti calderonista y anticomunista. Igual sucedía con las principales emisoras de radio en manos de la oposición, como eran Alma Tica, Monumental, Titania, Nueva Alma Tica y Sonora.

Mentiras, infamias, fake news como las llaman ahora, eran frecuentes en los mensajes periodísticos.

La Huelga de los Brazos Caídos preparó la antesala de la Guerra Civil de 1948, que le siguió. Le dio fuerza a los grupos opositores hacia la campaña electoral de 1947-1948.

Durante la Huelga y en los días previos se provocaron y sucedieron marchas y mitines de protesta, en algunos de los cuales se pedía la dimisión de autoridades del Gobierno.

La Huelga de los Brazos Caídos contó con un Comité de Huelga. Durante toda la Huelga no se suspendieron las Garantías Individuales de la Constitución Política. Contra los distintos sectores de pronto actuaba la policía represivamente. En algunos casos se amenazaba con cancelar patentes, mientras los sectores empresariales llamaban a no obedecer las órdenes del Gobierno para abrir los locales y establecimientos en huelga. Los abogados se movían en ambas direcciones a favor y en contra de la Huelga con sus respectivas acciones. La oposición acusaba al Gobierno de usar la Poder Legislativo como un medio de amenaza y como un instrumento contra el pueblo, llamando a garantizan la vida, el honor, la paz y la propiedad .

La Huelga de Brazos Caídos provocó la renuncia del Ministro de Trabajo, Miguel Brenes Gutiérrez, por no estar de acuerdo en las decisiones de Gobierno de cómo acabar con la Huelga.

La crisis de la Pandemia del Coronavirus me ha hecho recordar todos esos sucesos. El ambiente que se respira y se aprecia en muchos aspectos se parece.

Aunque no tenemos una situación de conflicto militar mundial, la II Guerra Mundial, tenemos una situación que está haciendo más estragos en la economía mundial de lo que produjo aquella guerra.

Los muertos de la II Guerra superan en muchas cifras lo que lleva la Pandemia. Pero los muertos jurídicos, las empresas, las asociaciones empresariales, la paralización que tiene hoy la economía mundial, con el desempleo desatado en todas partes del mundo, la reducción de las jornadas de trabajo, con el impacto que ello tiene en los salarios e ingresos de las personas y trabajadores, es impensable. Nunca antes se había provocado una paralización de la economía mundial en los términos que está sucediendo, no solo de centros o importantes de producción sino de todos los procesos de encadenamiento productivo y comercial. Si la II Guerra fue un gran negocio para la industria de la guerra y del armamentismo, la lucha contra la Pandemia del Coronavirus no ha sido hasta ahora ni siquiera un buen negocio para las empresas farmacéuticas mundiales.

Durante la II Guerra se conocía el enemigo, su capacidad de combate y de movilización, se le visibilizaba, se podía medir efectivos militares contra él. Hoy sabemos del enemigo pero no se le ve. Es una fuerza invisible, que se mueve por cualquier medio de transporte, por contactos humanos, sin precisar quien es portador de esa fuerza invisible y aniquiladora. La muerte de los soldados es teóricamente estimable y cuantificable. La muerte de los trabajadores no lo es, es sorpresiva. La muerte de los soldados tiene su propio escenario. La muerte provocada por el Coronavirus tiene por escenario a todo el mundo. El efecto de paralización económica, que produce la Pandemia del Coronavirus, nunca antes ninguna peste, ni epidemia, ni pandemia lo había provocado. En la II Guerra Mundial se usaban armas, por parte de todos los Ejércitos para matarse mutuamente. En la lucha contra el Coronavirus los pueblos y países están totalmente desarmados, apenas se inician, en distintos países, las posibilidades científicas y tecnológicas de combatirlo. Tan solo se han señalado, a nivel mundial, intercambiando diariamente experiencias mundiales, prácticas sociales para frenar la expansión, prácticas que no todas las personas acatan y aprueban, y algunos gobiernos las han subestimado, con los efectos negativos que ello les ha causado, el distanciamiento social, la reclusión social, el uso de bozales y caretas protectoras, restricciones de movilización, paralización de vuelos aéreos, cierre de fronteras, imposición de prácticas sanitarias, limpieza constante de manos, “burbujas” familiares y sociales, evitar aglomeraciones, cierres de comercios de distinta naturaleza etc.

El Gobierno de Costa Rica ha asumido muy responsablemente esta tarea. Ha puesto al frente del Comando Nacional “Militar” Sanitario, como gran portaviones, de esta guerra contra el Coronavirus, al Ministro de Salud y al Presidente de la Caja Costarricense de la Seguridad Social. A su lado, a modo de acorazados, cruceros y destructores a los Ministros de Seguridad, de Comercio Internacional, de Relaciones Exteriores, de Planificación Nacional, al Presidente de la Comisión Nacional de Emergencias, como los grandes personajes. Como flotillas navegan otros.

Hasta ahora, a mi gusto, los principales a cargo de esta tarea lo han hecho muy bien. Gozan de confianza pública. Sus mensajes orientadores y clarificadores de la situación de combate y de avance en esta guerra son certeros, sin manipulación de datos, sin ocultamiento de la verdad real de la situación.

La presencia del Presidente, en los escenarios de información diaria de esta guerra son innecesarios en la forma que lo ha hecho. La mesa de prensa diaria sobre esta guerra no es una pasarela política para ningún funcionario. Para el Presidente no es que lo sea, lo que sucede, a mi manera de ver, es que su presencia, cuando él aparece, es deslucida, floja, que lo hace a veces como un moderador de la mesa del día, sin contenido importante, dando la sensación de estar esmirriado, sin carácter, sin la fortaleza que debe mostrar de conductor y principal líder político del país. Esto ha hecho que le falten el respeto sectores empresariales, comerciantes, productores, y de ciudadanos en torno a la lucha contra la Pandemia. Ha hecho que llamen a no acatar las disposiciones del Gobierno, las decisiones y acciones políticas que se dictan para tratar de evitar la expansión del Coronavirus, de hacer llamamientos a los ciudadanos a manifestarse contra estas decisiones y peligrosamente a no obedecer las decisiones ejecutivas y casi las sanitarias.

Las grandes decisiones que se toman de políticas y acciones a seguir son las que el Presidente debe asumir, como el Gran Capitán. El es el que debe marcar la cancha de todos los actores cuando de decisiones importantes se trata. Aparecer en esas Mesas de Prensa cuando sea estrictamente importante para marcar caminos a seguir por todo el país y el pueblo. Las decisiones que por razones sanitarias se impongan es el Presidente el que debe anunciarlas y definirlas, solicitando su acatamiento y obligación de cumplirlas.

El Presidente y su Gobierno ha impuesto la llamada política del Martillo y el Baile. Lo que ha hecho en la realidad es dar un martillazo contra toda la población en general, y bailar al son de quienes le gritan con poder económico. El martillazo contra sectores empresariales y comerciantes pequeños, no contra los grandes. Cierre de pulperías y pequeños comercios, no los grandes. Las medidas impuestas pareciera afectan innecesariamente a estos sectores.

La verdad es que los sectores ricos, las clases altas, las medias altas y muchos sectores profesionales pueden soportar las limitaciones sanitarias impuestas por el Gobierno. En general, incluso, todos aquellos, que tienen una vivienda con dos o tres aposentos, y hasta con un patio o u solar. Los que no pueden son los sectores populares, la inmensa mayoría de la población urbana y rural, que viven hacinados, que viven sin condiciones decentes y dignas de vida, en cuarterías, en tugurios, sin agua abundante, si electricidad, que les están cobrando servicios públicos de electricidad, agua, y municipales cuando ha perdido sus trabajos, sus ingresos o se les han reducido sin que se les reduzcan proporcionalmente esos pagos. O de quienes tienen que pagar servicios y patentes cuando les han cerrado sus negocios sin compensación en ese sentido, sin generar negocios y capital para pagarlos.

La responsabilidad de las medidas sanitarias se deben acatar e impulsar por todos estos grupos, si se les permitiera abrir sus negocios, micro, pequeños, medianos o grandes. Los cuerpos represivos policiales nacionales y cantonales pueden ejercer la vigilancia del cumplimiento de las medidas sanitarias impuestas, bajo sanciones fuertes en sus incumplimientos, multas, cierre de locales o cancelación de patentes.

El grueso de la población se mueve en buses, donde de muchas maneras van más cerca los ciudadanos entre sí y con más riesgo de contagios. Impedir el transporte de otros vehículos particulares obliga a viajar en bus con más riesgo, permitir la apertura de ciertos locales, entre ellos restaurantes, sodas y de comidas, entre semana y cerrarlos los fines de semana parece absurdo, si en ellos se toman las medidas sociales sanitarias que el Gobierno ha impuesto de comportamientos colectivos.

El momento que vivimos, con presión de los sectores empresariales, y con algunas débiles presiones sindicales, por otros motivos, obliga a que se convoque a un Gran Pacto Nacional para salir de esta multicrisis que vivimos.

Hasta ahora los sectores empresariales no han logrado en su lucha contra el Gobierno, en sus convocatorias de no acatar las decisiones gubernativas encontrar el eco político partidario, ni social, como en 1947, lo tenían, hasta ahora los sectores empresariales, en sus distintas cámaras de representantes actúan cada una por su lado y no han logrado una solo unidad en su lucha y en su vocería. Hay sectores ciudadanos que por su cuenta han salido a las calles, cerrando vías y realizando otras protestas, algunas con enfrentamientos con la policía. Hasta ahora estos sectores no tienen referente político partidario, partidos políticos que los abanderen y guíen. En cierta manera estas luchas podrían llegar a guiar espontánea e irresponsablemente a partidos políticos de continuar por este camino.

En este Pacto Nacional no pueden marginarse los sectores sociales, los sindicatos, las cooperativas, las asociaciones solidaristas y las que se agrupan en los llamados movimientos sociales. Esta es una tarea de todos, de atender lo que es posible por parte de todos, de cada sector.

Este un un Pacto Nacional Ad hoc, para esta ocasión, para esta situación, para buscar los elementos que son comunes de atender y marchar con ellos. Los puntos o tesis que distancien en sus soluciones que se continúen discutiendo. Si es por decisión de Gobierno, entonces que se actúe de conformidad, con la decisión política que corresponda, sin nadaditos de perro.

Si no logramos esto, ¿estaremos alimentando el ambiente para una situación como la de 1947? ¿Estaremos a las puertas de una Huelga de Brazos Caídos contra el Gobierno, no por cerrar establecimientos sino para abrirlos? ¿Alimentaremos con estas acciones a algunos loquitos populistas sin importar el signo político que los cobije o levanten?

Hasta ahora no hay una orientación política partidaria contra el Gobierno, pero hay actores individuales que están pidiendo la dimisión del Presidente. Hay un descrédito y una desconfianza pública alimentada cotidianamente contra el Gobierno, sus representantes, y el Partido gobernante. Algunos equivocadamente tratan de convertir esta situación en una antesala político electoral hacia las elecciones del 2022, jugando el ahorcado.

De llegar a esta situación extrema todo el entramado político va a salir afectado. Será como apretar un jabón…no sabemos hacia donde va a salir o caer.

Las universidades públicas pueden ser el sitio del Gran Encuentro Nacional, para la búsqueda de las soluciones posibles.

Se requiere madurez política y voluntad política nacional, de todos los sectores y actores políticos nacionales, que se guíen sobre el principio de diversidad de opinión sí, pero unidad de acción ya, ante la crisis que afrontamos.

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