¡Ahuyentemos la "bestia"!
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 15 marzo, 2011
¡Ahuyentemos la “bestia”!
“Si ustedes desperdician tiempo en trámites rutinarios, redactando informes que nadie usa, participando en reuniones improductivas y haciendo labores desgastantes que otros hacen mejor, simplemente están alimentando la bestia.” Así inició su primer contacto con sus ejecutivos el nuevo presidente de una empresa de clase mundial.
Casi toda organización tiene una “bestia,” una figura imaginaria que nadie ha visto pero que todos imaginan su existencia; no habla, pero decide y ordena. Es como un poder oculto que absorbe energía, talento y tiempo para lanzarlos al abismo de la ineficacia. Se nutre de tradiciones sin sentido, de ritos superfluos que adormecen la imaginación y de conversaciones que no conducen a nada productivo y que frenan lo prioritario.
La “bestia” se alimenta también de relaciones afectadas por juegos de poder, “bajadas” de piso, envidias, informes injuriosos y amenazas contra quienes anuncien realidades inaceptables para los que se creen dueños de la verdad. Cuanto más grande la “bestia,” más débil es la organización.
¡Ahuyentemos la bestia! Los equipos de alto desempeño alcanzan resultados extraordinarios, crecientes y sostenibles porque no se dejan atrapar por ella. Esas tres cualidades se originan en una pasión por la ejecución, por lo que no toleran perder tiempo en irrelevancias. Dialogan con profundidad, dan la bienvenida a las discrepancias de fondo, enfrentan conflictos de criterio y luego todos sus miembros cierran filas para ir tras sus metas, dejando de lado hasta sus diferencias personales.
La calidad del diálogo determina en mucho el desempeño de un equipo. No se necesita mucha inteligencia para constatar si cada conversación interna suma o resta valor al equipo. Todo depende de qué y cómo se habla. Las personas perciben con facilidad si en las reuniones en que participan hay un enfoque profesional sobre las prioridades, el seguimiento de las mismas y la procura de resultados desafiantes. Ellas se percatan si, al contrario, son cómplices de conversaciones estériles que no conducen a nada nuevo, excepto a formas poco novedosas de alimentar rutinas.
Si a la pasión por el alto rendimiento, la ejecución y la calidad de conversación se agregan la medición intensiva y la rendición individual de cuentas, entonces la “bestia” no será más que un fantasma que huyó despavorido cuando encontró personas correctas haciendo lo correcto, como usted, ¿cierto?
German Retana
german.retana@incae.edu
“Si ustedes desperdician tiempo en trámites rutinarios, redactando informes que nadie usa, participando en reuniones improductivas y haciendo labores desgastantes que otros hacen mejor, simplemente están alimentando la bestia.” Así inició su primer contacto con sus ejecutivos el nuevo presidente de una empresa de clase mundial.
Casi toda organización tiene una “bestia,” una figura imaginaria que nadie ha visto pero que todos imaginan su existencia; no habla, pero decide y ordena. Es como un poder oculto que absorbe energía, talento y tiempo para lanzarlos al abismo de la ineficacia. Se nutre de tradiciones sin sentido, de ritos superfluos que adormecen la imaginación y de conversaciones que no conducen a nada productivo y que frenan lo prioritario.
La “bestia” se alimenta también de relaciones afectadas por juegos de poder, “bajadas” de piso, envidias, informes injuriosos y amenazas contra quienes anuncien realidades inaceptables para los que se creen dueños de la verdad. Cuanto más grande la “bestia,” más débil es la organización.
¡Ahuyentemos la bestia! Los equipos de alto desempeño alcanzan resultados extraordinarios, crecientes y sostenibles porque no se dejan atrapar por ella. Esas tres cualidades se originan en una pasión por la ejecución, por lo que no toleran perder tiempo en irrelevancias. Dialogan con profundidad, dan la bienvenida a las discrepancias de fondo, enfrentan conflictos de criterio y luego todos sus miembros cierran filas para ir tras sus metas, dejando de lado hasta sus diferencias personales.
La calidad del diálogo determina en mucho el desempeño de un equipo. No se necesita mucha inteligencia para constatar si cada conversación interna suma o resta valor al equipo. Todo depende de qué y cómo se habla. Las personas perciben con facilidad si en las reuniones en que participan hay un enfoque profesional sobre las prioridades, el seguimiento de las mismas y la procura de resultados desafiantes. Ellas se percatan si, al contrario, son cómplices de conversaciones estériles que no conducen a nada nuevo, excepto a formas poco novedosas de alimentar rutinas.
Si a la pasión por el alto rendimiento, la ejecución y la calidad de conversación se agregan la medición intensiva y la rendición individual de cuentas, entonces la “bestia” no será más que un fantasma que huyó despavorido cuando encontró personas correctas haciendo lo correcto, como usted, ¿cierto?
German Retana
german.retana@incae.edu