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Vericuetos

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 29 noviembre, 2007


Vericuetos

Tomás Nassar

¡Siembra vientos y cosecharás tempestades! No por reprochables, los actos protagonizados por una bandada de energúmenos en el Estadio Alejandro Morera Soto nos deben cegar ante la triste realidad que ellos, como actores designados, se encargaron de llevar a la escena centroamericana. Fotografía de cuerpo entero, ni más ni menos, “retrato de familia”, de lo que está llegando a ser esta sociedad, donde la educación, el buen talante, y la compostura han dejado paso a la violencia incontenible, la malacrianza, el pachuquismo, de un lado, y la indolencia, extrema tolerancia y debilidad de parte de quienes están llamados a moldear la vida social y a imponer autoridad. Mala mezcla de la que solo pueden esperarse resultados aberrantes.
A los suizos de América se nos está cayendo el disfraz y el prurito de ser los más cultos y educados, está siendo, cada día más, un epíteto inmerecido.
La práctica mercantilista de entronizar turbas de enervados seguidores en los equipos de fútbol, para llenar estadios, condenable desde que se inició hace ya muchos años, ha dado en muchas ocasiones, muestras evidentes de haber sido uno de los peores errores de la organización deportiva del país. Llámense ultras, barras o doces, lo cierto es que no puede esperarse nada bueno de grupos que exaltan pasiones, sin orden, sin reglas y sin los límites que sus equipos, en primer lugar, estaban y están llamados a imponer.
La pasión deportiva y los excesos a que esta lleva, no pueden fomentarse así, pura y simplemente, para vender entradas, sin que se establezcan normas mínimas de conducta, de convivencia y, por supuesto, de pertenencia.
Es absolutamente inadmisible que los equipos de fútbol patrocinen el encuentro, y la agrupación de sus seguidores más apasionados e irreflexivos, sin tomarse la mínima responsabilidad de verificar que en su seno no se infiltren facinerosos cuyas motivaciones están muy lejos de las de la competencia deportiva.
Muy triste que los equipos promuevan barras bravas de incontrolados e incontrolables; pero muy triste también el espectáculo representado por una seguridad privada totalmente ineficiente, por una policía completamente incapaz de someter a los revoltosos, y por el presidente de la entidad, ante las cámaras de televisión que llevaron su imagen a toda la región, lavándose las manos ante lo que es responsabilidad indelegable e inexcusable del club que dirige.
Muy lamentable que se les pasee el alma por el cuerpo a quienes tienen la obligación de preservar la decencia en los campos de deportes y evitar la práctica de actos deleznables como los que vimos el martes por la noche y como los que la prensa nacional se ha encargado de revelar.
El presidente de la Liga Deportiva Alajuelense tiene que asumir la responsabilidad y poner orden en su estadio. Esta es una tarea impostergable suya y de una junta directiva que actúa con firmeza o debería renunciar en pleno. Mañana mismo, don Rafael debería tomar un avión a Guatemala a presentar al Municipal y a la afición guatemalteca sus excusas por lo que fue, sin duda, uno de los actos más vergonzosos de la historia de nuestro deporte. Cría cuervos y te sacarán los ojos.

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