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Una propuesta de prohibición contraria al interés general

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 06 septiembre, 2021


Nuestra legislación adecuadamente permite que una persona pueda simultáneamente proponer su nombre para presidente de la República y para ser diputada de la Asamblea Legislativa. Se ha presentado un proyecto de ley para prohibir esa doble postulación que ha recibido el apoyo editorial del periódico La Nación. Creo que la propuesta y el editorial parten de consideraciones inadecuadas.

Primero. La función pública es para servir, no para servirse.

El considerar que al postularse para las dos posiciones una misma persona le resta posibilidades de llegar a uno de esos puestos a otras personas, parte de una visión en mi concepto equivocada de la función pública.

Se elige a los funcionarios para que sirvan a la nación, no para darles un premio, ni para brindarles una oportunidad de superación personal, ni para que satisfagan su ego, ni para que puedan progresar.

Es la vieja disputa de Sócrates y Trasímaco descrita por Platón en los diálogos socráticos en La República. Para Trasímaco el gobernante llega por ser poderoso y al pueblo le conviene que gobierne el poderoso aunque lo haga para satisfacer sus intereses personales. Si este es el caso lo que conviene es dejar el máximo de oportunidades abiertas para que se expresen los intereses de quienes gobiernan. Para Sócrates gobernar es cumplir una tarea como lo es cualquier actividad humana en sociedad. Se es gobernante para cumplir con la función de gobernar, como se es médico para cumplir con la función de sanar. El médico es medico para recuperar la salud de los enfermos, el gobernante es gobernante para promover el bienestar de los ciudadanos.

La institucionalidad democrática se debe construir para promover el bien común, y los nombramientos deben propiciar que se elija a quienes mejor pueden servir ese propósito.

Si el objetivo fuese el provecho del servidor, entonces sí convendría que más ciudadanos puedan ser miembros de los poderes públicos, y lo mejor sería multiplicar las posiciones y reducir los períodos, pero, ¿Dónde quedaría la gobernabilidad en favor de los ciudadanos?

Segundo. La democracia requiere partidos políticos.

La presencia de los líderes de los partidos políticos que no ganan la Presidencia en la Asamblea Legislativa fortalece el régimen de partidos políticos. Su ausencia, al contrario, facilita la fragmentación de los grupos legislativos que con mayor facilidad devienen en un conjunto de personas sin otro interés que el personal.

Sin su líder en el congreso los partidos de oposición se debilitan. El partido político es un acuerdo entre diversos intereses que da una visión común a su fracción legislativa. Sin esa visión conjunta el partido es una institución muy débil e ineficaz.

El editorialista argumenta: “Con las aspiraciones de gobernar intactas y la esperanza de mejor suerte en los siguientes comicios, la tentación de hacer política electoral desde el parlamento se torna irresistible.” Pensar que los políticos no tengan intereses electorales es como pensar que los médicos no tengan intereses en la salud. Es una visión ingenua de la política que produce una institucionalidad ineficaz. Más bien lo que debemos tratar es de tener un diseño institucional que haga claros a los ciudadanos los intereses electorales de los partidos. A esto contribuye la presencia de sus líderes en el parlamento.

Tercero. La Asamblea Legislativa es para debatir y negociar acuerdos entre los partidos políticos.

Con los líderes de los partidos de oposición en la Asamblea Legislativa la negociación política es más eficiente. Se fortalece la capacidad de decisión conjunta de cada fracción legislativa y la disciplina parlamentaria cuando los líderes forman parte del grupo de diputados. Al partido de gobierno el Presidente de la República lo une y disciplina. Cuando están ausentes los líderes de la oposición es más difícil llegar a acuerdos que sean cumplidos por los grupos parlamentarios.

Cuarto. La institucionalidad debe hacer visible a los ciudadanos las posiciones de los grupos políticos.

Si los líderes de los partidos de oposición no tienen responsabilidades públicas sus actuaciones no son visibles y facilitan maniobras que ocultan sus intenciones. Esto es contrario a la transparencia que debe privar en las actuaciones políticas en una democracia.

La presencia de los máximos dirigentes de los partidos que no ganan la Presidencia en la Asamblea Legislativa los obliga a tomar sus decisiones de cara a los ciudadanos, y ello contribuye a un manejo leal de las tareas de la oposición.

Quinto. Los ciudadanos pueden elegir mejor si conocen las posiciones y actuaciones de los dirigentes principales de los partidos políticos.

La participación en la Presidencia y en la Asamblea Legislativa de los líderes de los partidos de gobierno y de oposición permite a los ciudadanos conocer sus intereses, posiciones y objetivos no mediante la simple palabra, sino por medio de sus actuaciones. Ello contribuye a que los ciudadanos cuenten con mejor información en los procesos electorales.

Claro que estos objetivos se cumplirían mejor si además del a doble postulación y como lo vengo proponiendo desde 1988, se tuviera la elección tanto de diputados nacionales como por circunscripciones territoriales y si además se permitiese la reelección con algún límite temporal. Esto frenaría la marcha desbocada que vivimos hacia partidos políticos cuya estructura depende exclusivamente del interés de elegir diputados provinciales, que generan fracciones legislativas sin visión nacional.

La municipalización de la política y la concepción de las funciones públicas como prebendas han impedido la adopción de medidas, como las que acabo de citar, que mejorarían nuestra gobernabilidad. No agravemos los problemas que nos causa la institucionalidad actual de un sistema presidencialista conviviendo con una realidad política multipartidista, prohibiendo la doble postulación.

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