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Tugurios gourmet

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 06 febrero, 2009


Tugurios gourmet

Luis Alberto Muñoz
lmunoz@larepublica.net

Será necesario un almuerzo con foie grass, trufas blancas, champán y vinos de gran reserva para hablar de tugurios.
Tal vez la vida pública es tan sacrificada, que este tipo de autoindulgencias sean necesarias para tratar temas de tan cruda realidad.
Sin embargo, la indulgencia vino desde la presidencia.
Los tribunales éticos son del pasado y más aún la humildad para reconocer que estas prácticas son más comunes de lo que se puede filtrar a los medios e inclusive de lo que se pueda captar.
¿Cuántos almuerzos y cenas más habrá?
La transparencia en Costa Rica es condescendiente, pero no para aquellos con necesidad.
Los tiempos de crisis sirven para asustar, para desatar una lucha de aumentos, algunos que en buena parte engruesan los superávits y presupuestos de instituciones pseudo-sociales.
Qué pena, es difícil defender un Estado “social” con este tipo de ejemplos.
La desilusión es grande, pero mayor es el sufrimiento de los más de mil tugurios de este país.
Para algunos esto podría ser necedad, hasta catalogado como buscar pelos en la sopa.
En todo caso, ¿qué representan ¢627 mil de los supuestos ¢6.190 millones asignados en 2007 para la erradicación de precarios?
Posiblemente un almuerzo, solo un almuerzo, ¿de cuántos?
Es posible que manejar el dinero de otros sea más fácil porque no duele.
O enfrentar la tristeza de tantas familias desensibiliza.
Si existe tanto dinero disponible, ¿por qué hay tugurios?
Vivir en la pobreza es más difícil que vivir de la pobreza.
Para ello es necesario inclusive la participación de fundaciones con patrocinio extranjero. Costa Rica está muy lejos de ser Canadá, y a este paso y ritmo difícilmente nos parezcamos.
No está bien y no se debe dejar pasar.
Por respeto a los costarricenses humildes trabajadores, honestos, que con su sudor enfrentan los impuestos, cargas sociales, olas de aumentos.
Los funcionarios ingresan por voluntad propia a la arena pública.
Ninguno ha sido forzado, ni debe serlo, a permanecer en el cargo.

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