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Reflexiones: En defensa de la Universidad Pública

Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Martes 22 octubre, 2019


El pacto social que dio fundamento a un vigoroso desarrollo de las Universidades Públicas en Costa Rica está seriamente en peligro. Los acontecimientos dan cuenta de un deterioro en ambas partes del ecosistema social, por una parte, los desaciertos de algunos rectores y la manipulación de la información, sobre lo que es y lo que hace la Universidad Pública en el país, han venido minando la credibilidad social y la sintonía, que las Universidades Públicas habían logrado con la sociedad costarricense en la segunda mitad del siglo XX y que permitió, no sin sobresaltos y movimientos sociales, una acuerdo político con el Estado posterior a las crisis de los años ochenta.

Hoy, las contradicciones vuelven estar a flor de piel, por un lado, los intereses mezquinos de quienes apuestan por monetizar y mercadear un bien público, como lo es la Educación Superior, nos han llevado al límite y ponen en entredicho la función social de la Educación Superior Pública. Esta forma de ver a la Universidad está totalmente superada en los países OECD exitosos, dónde por el contrario la gratuidad de la educación y el fomento a la ciencia, la tecnología y la innovación, se valoran muy alto socialmente. No se trata de tapar el sol con un dedo y decir que no tenemos al interior de las universidades fallas u oportunidades de mejora de nuestro quehacer universitario. Como tantas otras instituciones sociales, la Universidad requiere ajustes, innovaciones, cambios que adapten su quehacer a las condiciones del entorno del nuevo siglo. Es posible y necesario corregir también algunos excesos y prácticas de gestión controlistas y burocráticas, que han entrabado y atado el espíritu innovador de muchos universitarios. Todo lo anterior, puede y debe hacerse en el marco que la autonomía brinda a los universitarios. Pero no se justifica este ataque constante contra la institución universitaria pública.

Es lamentable que algunos quieran ver a las universidades como una fábrica privada u otros, como un ministerio u oficina pública, la Universidad produce mucho más que simple docencia, es parte sustantiva del Sistema Nacional de Innovación y su función y valor social es trascendental para la sociedad del siglo XXI. Empero, esto que fue claro para el constituyente en 1949 y quedo expresado en la Constitución Política, pareciera ser olvidado dentro y fuera de la Universidad en nuestros tiempos. El autogobierno y autonomía universitarias son el elemento más valioso del quehacer transformador de la Universidad. Pero ese ejercicio de autonomía no nos da derecho a quedar inertes, debemos hacer a lo interno de las universidades una sana autocrítica que nos permita tomar las medidas y transformaciones para cumplir de mejor forma con la sociedad. Sin embargo, en las actuales condiciones del país, resulta innecesaria y obstinada la medida de las autoridades de Hacienda. Los Universitarios somos un conglomerado de muchas voces, somos el reflejo de una sociedad diversa y contradictoria, pero todos estamos claros que la unidad en lo diverso nos lleva a defender lo más preciado, la autonomía.

Si bien repudió la violencia y la intransigencia que claramente no llevan a ninguna solución razonable, en democracia, todos tenemos el derecho a la protesta y como tal, respeto las acciones que de forma pacífica se den para hacer valer esas posiciones, tanto de sindicatos o de estudiantes. En particular la marcha de este martes 22 de octubre del 2019 debe verse como una defensa de la institución universitaria, de la Universidad Pública y de su necesario papel en la sociedad, no es una marcha para defender a los rectores, que han tenido un papel bastante gris en los últimos años. Es para garantizar la justa condición de nuestra autonomía y nuestra capacidad para seguir construyendo las bases de una sociedad más igualitaria y libre. Debilitar la Universidad es debilitar la democracia y el necesario balance social que permite una fuente permanente de transformaciones en muchos ámbitos de nuestra vida en sociedad.

Solicito a los rectores más humildad y dialogo al interior de nuestras universidades, solicito al gobierno coherencia y flexibilidad ante la coyuntura, solicito a los estudiantes vitalidad y energía, pero con inteligencia y respeto; nada es posible lograr si no somos consecuentes y tenemos una agenda clara y una salida a cualquier conflicto. En democracia no se puede poner un tapón a la razón, las mejores armas son la sabiduría, el sentido común y el dialogo. Solicito a los medios de comunicación dejar la campaña de desinformación y desprestigio a las universidades y estar a la altura de los tempos, no parecen consistentes los mensajes amarillistas y el buscar la mancha negra en el mantel blanco, ustedes también son parte de la sociedad y deben responder por sus actos.

UNA vez más, a quienes levantamos la bandera en los ochentas para defender la Universidad, nos tocará defenderla de sus enemigos, internos y externos, en este cierre de la segunda década del siglo XXI. Somos muchas voces en el Norte, el Sur, el Atlántico y el Pacífico, a quienes nos tocará defender la Universidad Pública y su papel en el desarrollo de nuestra sociedad. Nos queda aún un largo camino por recorrer, pero estoy seguro de que nuestra sociedad resguarda aún la suficiente lucidez y sabiduría para tomar los caminos correctos, si equivocamos el rumbo es hora de corregirlo, como decía nuestro maestro y poeta costarricense, Isaac Felipe Azofeifa “Ya todas las estrellas han partido, pero nunca se pone más oscuro que cuando va a amanecer”.




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