Reflexiones: El año viejo y las pintas del 2020
Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Martes 07 enero, 2020
He de ser honesto con mis lectores para decirles que los economistas somos mejores contando la historia de lo sucedido que pronosticado el futuro, pero y a pesar de lo anterior, nos siguen preguntando y lo que es aún más grave, hasta nos creen nuestros poco acertados juicios de valor. Empero, “ceteris paribus” siempre nos ayuda a resolver la diferencia entre lo dicho y la realidad, es decir, nos sujetamos a suponer con cierta restricción lo que sucederá en determinado período.
Reflexiones: El año viejo
Quiero referirme a los principales eventos del año económico 2019 y dejar ver al mismo tiempo, algunos de los temas que cruzarán tendencia hacía el 2020. El año 2019 estuvo marcado por la implementación de los nuevos impuestos y la entrada en efecto de las medidas de ajuste en el gasto público, en lo que se ha dado a conocer como la regla fiscal. Tremendo apretón de faja para la ya de por sí debilitada clase media costarricense y más aún, para los trabajadores del sector público. Ajustes a las pensiones, los salarios y los incentivos salariales públicos que de una u otra forma también han afectado los patrones de gasto y con ello, la dinámica del comercio y la demanda de las pequeñas y medianas empresas que viven del mercado interno. “El coco llegó y trae cola”, diríamos en mi pequeño pueblo de Gertrudis de Grecia. La cola a mi criterio, es el cambio en el calendario fiscal que obligará a las empresas a reportar de Diciembre a Diciembre y que se ha completado con las pulgas faltantes a los reglamentos y resoluciones de parte del Ministerio de Hacienda en lo que respecta a las reformas de procedimientos tributarios. Veremos si de verdad el espejo del impuesto al valor agregado deja algo al descubierto de la evasión e ilusión tributaria ya hecha costumbre en la cultura tributaria de los empresarios del país.
Las malas noticias del 2019 siguen del lado de una economía cuyo crecimiento es raquítico y cuyo desempeño en materia de empleo es desalentador. Si bien la inflación estará por debajo de la meta fijada promedio del 3 por ciento anual, el costo de la vida en Costa Rica nos sigue golpeando en uno de los países más caros de la región latinoamericana. Poco o nada son los resultados de la política pública anunciada por el Presidente Alvarado en materia de empleo y de reactivación económica hasta la fecha, buenas intenciones que rebotan contra un pesimismo empresarial que resultó ser uno de los más altos de la década. A todo lo anterior, destaca que la pobreza y la desigualdad aumentan y se deterioran de manera importante los indicadores de bienestar de la población costarricense.
La finca sigue encharralada, diría un expresidente de no muy buen recuerdo y la iniciativa de puente al desarrollo, pareciera haber chocado con cerca, la evaluación de la Contraloría General de República deja al descubierto las falencias de un sistema de protección social que se ve desbordada por la realidad económica y social del país. Es por eso que el país está “como agua para chocolate”, o nos reactivamos en el 2020 o nos arruinamos del todo. Miles de pequeñas y medianas empresas están al borde de la quiebra, los alquileres a la baja y la construcción de nuevas viviendas y demanda de vehículos dan cuenta de una clase media sobre-endeudada y a punto del colapso. Los datos crudos de una realidad social y económica dónde se ven cada vez menos oportunidades para los jóvenes, más dura la vida para las personas de la tercera edad sin protección social y el creciente aumento de la informalidad económica, aspecto que nos lleva a un mayor desequilibrio en las instituciones a cargo de la seguridad social del país.
El país sigue haciendo aguas y los monopolios y oligopolios públicos y privados provocan serios cuellos de botella para la gestión económica y el bienestar de la población. El sistema financiero es cada día más un parasito para el ciudadano, dónde la usura y la exclusión son lo cotidiano. Los medicamentos siguen por las nubes en una industria capturada por los empresarios de genéricos e importadores sin escrúpulos, que juegan con la salud del costarricense, multiplicando por 4 o cinco el costo de las medicinas. La SUTEL sigue protegiendo al oligopolio de las telecomunicaciones que tiene precios hasta 10 veces por encima de los rangos promedios de costos y siguen cara la energía eléctrica y los combustibles, así como el transporte de autobús, con serios problemas de captura regulatoria de los entes a cargo de una definición tarifaria. Se ve cada vez más lejos la entrada a la OECD por la falta de compromiso público de entrarle seriamente al tema de los oligopolios en mercados capturados por los regulados, se suma a todo ello, la APM y sus tarifas, cada vez menos competitivas en el sector del comercio exterior.
Quedan muchos pendientes por resolver, la quiebra de ALDESA y el vuelo de los gavilanes al Norte, dónde los vientos fríos protegen del que dirán. Quedan también pendientes los escándalos de YAMBER y del Cemento, venidos a menos en la agenda pública local. Pareciera que la moda del mes de diciembre volvió a ser hablar de las carrozas, al amparo de un debate moral sobre el aborto terapéutico, “cortina de humo” desde mi punto de vista, para evitar hablar de la crítica social sustantiva sobre las falencias de un gobierno y de un Estado en atender las demandas reales del ciudadano. Siguen latentes los conflictos entre taxistas, camioneros y transportistas, siguen también molestos los maestros, los médicos y trabajadores del Estado Central. Empero, la vuelta, el tope y la final de futbol nacional, son noticia suficiente para capturar la atención de un costarricense que ya gastó su aguinaldo y que empieza la empinada cuesta de enero.
Falta mucho por hacer, la implementación de las reformas en educación dual, la corrección del rumbo en el sector cooperativo, la implementación real del proceso de modernización del tren metropolitano, las reformas en pensiones y claro, entrarle de lleno a la regulación de la usura y de la industria de medicamentos y de telecomunicaciones, temas que desde mi punto de vista son los cuellos de botella más significativos. Sin embargo, afloran los vientos electorales y ya se alinean las estrellas para volver a comparsa del turno y festejo político, dejando una vez más lo importante para después.
Las pintas del 2020
Ahora sí, que pinta tiene el 2020, veamos algunos de los temas que serán relevantes. El primero de ellos, la reactivación económica. Creo que definitivamente tendremos un mejor año 2020 que el año recién terminado. Se trata esencialmente del empuje que la débil demanda interna tendrá por la aprobación de leyes concretas que se ven en el horizonte, la más importante de todas, la tasa límite a la usura. Esto permitirá crear mayor capacidad de pago y una menor presión sobre la demanda de las personas, favoreciendo además una redirección del crédito hacía lo productivo. Veo en el segundo semestre del año el mayor impacto con la creación de elementos de confianza y la llegada de los eurobonos que permitirá completar un ciclo de crecimiento en el déficit fiscal, aminorando las presiones inflacionarias y generando mayor espacio para una política cambiaria activa a favor del empleo.
La inflación seguirá baja y estable, cercana a la meta del Banco Central, no se miran mayores presiones inflacionarias a no ser por una posible subida del petróleo si la escalada de conflictos en IRAN se acrecienta. Es claro que tendremos un año en lo externo bastante más movido e inestable que en el 2019. La contracción del salario y el ajuste del sector público darán frutos débiles pero permitirán contener otros aumentos en los precios por costos.
La inversión pública mejorará en el 2020 aunque seguirá muy lejana de lo requerido para el nivel de competitividad y de esfuerzo que necesita el país. Se mira bastante turbio el panorama en los proyectos grandes, por lo que las obras seguirá siendo más lo urgente y poco relevante será lo estratégico e importante. Tal como se dice en el campo en materia de inversión pública el país se parece más a un marinero de agua dulce, es decir, un enfoque más en lo urgente y políticamente rentable y menos en lo estratégico e importante, los aeropuertos, las grandes carreteras y puertos. Con esta visión tan centrada en el cortoplacismo, la inversión pública costarricense no logra avanzar hacía las grandes obras, la carretera a San Ramón, el TREN, el aeropuerto alterno en el Sur y en el Pacífico Central, es decir, estamos dando pasitos cuando necesitamos correr.
El empleo se recupera en el 2020 aunque la calidad del empleo se deteriora cada día más. El país vive un gran cambio demográfico y continúa sin una clara estrategia para afrontar la cuarta revolución industrial. Palos de ciego y de a poquito pareciera ser el destino del 2020 en materia de empleos. Este desajuste en el empleo seguirá siendo afectado por un sistema cambiario pensado para la estabilidad y no para el crecimiento. La previsión cambiaria será de una leve devaluación que no superará el 5 por ciento al final del año, con altos y bajos según corresponde.
Las tendencias a empeorar seguirán en la situación social de las familias, mayor desigualdad, mayor pobreza y exclusión serán sin duda el punto negro en la sábana por escribir de la economía y la sociedad costarricense del año 2020. De todo lo anterior lo más significativo será la mejora de la situación migratoria, elemento que podría reducir las presiones demográficas del país, cuyo bono poblacional está por agotarse. Pinta mejor el 2020 si lo comparamos con el 2019, ahora toca creérnosla y echar andar el barco que al fin y al cabo, todos vamos en él.
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