Prórroga y obstruccionismo
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 08 febrero, 2008
Luis Alberto Muñoz
lmunoz@larepublica.net
El principal problema de obstruccionismo en Costa Rica es mental y de paso para todo hay prórrogas.
Lo triste es que este no es solo un asunto exclusivo de los tiempos del bipartidismo hasta la fecha.
En las últimas décadas se vendió una idea simple, el Estado no tiene capacidad para construir la infraestructura que el país necesita.
Desgraciadamente, en el caso de Costa Rica los resultados de esta idea no han sido alentadores.
Qué mejor ejemplo que el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría.
Al punto de parálisis al que se ha llegado, lo que realmente importa es que alguien construya pronto las obras que urgen.
Mientras en Costa Rica se ha luchado a capa y espada para que al menos una concesión rinda frutos, Panamá, Nicaragua, Guatemala, han logrado modernizar sus aeropuertos con fondos de sus gobiernos satisfactoriamente.
El entumecimiento que sufre Costa Rica no es por falta de recursos, sino por una mentalidad de mezquindad hacia el desarrollo.
El progreso de una nación hoy depende, tanto de un sector privado dinámico como de un Estado ágil para atender los problemas que entorpecen el avance de la sociedad.
Los agujeros negros de tecnicismos legales en que cae la mayoría de los proyectos que involucran la participación conjunta entre el Estado y privados, han demostrado ser barreras que sobrepasan la capacidad de resolución de conflicto entre ambas partes.
Entonces, ¿qué sentido tiene seguir insistiendo en un modelo que da pocos frutos?
Para avanzar será necesario mayor pragmatismo en la función pública, es decir, olvidar la costumbre de buscar culpables ante cada fracaso, sino más bien intentar impulsar lo poco que sí puede funcionar.
En el problema en torno a la modernización del aeropuerto que hoy tiene amarrados a Alterra y el Gobierno es posible que las dos partes posean argumentos razonables, y que los reclamos de ambos sean válidos, sin embargo esta situación no lleva a ningún lugar.
Lo que sí vale la pena, es analizar quién redactó este contrato, ya que los procedimientos para resolver este tipo de conflictos han dejado al país boquiabierto observando una novela sin fin.
La moraleja de este drama es posiblemente que conceptos como prórroga y obstruccionismo no solo son exclusivos de asuntos legislativos, sino pan de cada día para los costarricenses, donde sea que quieran ver.
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