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Primer poder según la Niña Pochita

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 23 noviembre, 2012


Si ambos poderes se conducen sometidos a nuestra Constitución y demás leyes, no debe existir conflicto


Primer poder según la Niña Pochita


Madurez, mesura y tino, parecen ser las cualidades de las que más carece la política nacional en estos días.
Ningún pueblo que se vea a sí mismo como democrático, merece el lamentable juego de medición de fuerzas, amedrentamiento y amenazas, menos el drama que han representado la Asamblea Legislativa y el Poder Judicial, por demostrar quién es la suprema autoridad.
El orden constitucional es claro.
El pueblo es el primer poder de la República, hasta los alumnos de la Niña Pochita conocen esto.
Por su parte, el Congreso tiene la potestad para rechazar la reelección de un magistrado, en la forma y procedimiento que establece la ley.
Por el otro, el Poder Judicial tiene la facultad de analizar si la forma en que actúa la Asamblea corresponde a lo que dispone la ley.
Es decir si ambos poderes se conducen sometidos a nuestra Constitución y demás leyes, no debe existir conflicto.
Simplemente, nadie puede estar por encima de la ley, ni magistrados, ni diputados.
Entonces, ¿por qué se sobredimensionó tanto la votación legislativa la semana pasada en rechazo a la reelección de un magistrado de la Sala IV?
Considero que las desafortunadas declaraciones de algunos diputados en el Congreso, justificando este hecho como una “llamada de atención” a la Corte, fue parte de la gota que derramó el vaso.
Sin embargo, y aun tras las desmesuradas frases, el Poder Judicial sabía que tendría que revisar las acciones de inconstitucionalidad contra esa votación, para determinar si lo actuado por el Congreso fue legal. En ningún momento se le había violentado su potestad.
A lo anterior se le suman los mensajes desde España del Ejecutivo, dimes y diretes entre el Ministro de la Presidencia y una diputada, el fiscal general hablando de un “golpe de Estado técnico”, y finalmente la coincidencia en la decisión de la Corte de levantar la inmunidad a un legislador.
¡Por favor!, suficiente.
Por las tristes acciones que desató la votación en el Congreso parece necesario llamar a la “Niña Pochita” para que jale unas cuantas orejas.
Mientras tanto considero que lo más importante por ahora es hacer una gran diferencia entre esta generación de la política nacional, y el sistema democrático. Son dos cosas aparte, que hoy se tienden a mezclar.
Con esta generación me refiero a las personas que ocupando los puestos de poder, en representación del pueblo, como simples depositarios de la autoridad, no han actuado a la altura, dejándose llevar por un zafarrancho de esta vergonzosa naturaleza.
Ahora bien, estas acciones individuales no tienen que equipararse, o meter dentro de un mismo saco con las calidades de nuestro sistema democrático, cuyo orden constitucional es suficientemente claro, para resolver este tipo de “riña”.

Luis Alberto Muñoz Madriz

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