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¿Podemos los costarricenses cambiar?

Rodolfo Piza | Miércoles 15 abril, 2015


¿Podemos los costarricenses cambiar?


¿Podemos cambiar? ¿Tendremos institucionalmente la capacidad para hacerlo? ¿Tendrá nuestra Asamblea Legislativa, con nueve fracciones formales, la capacidad de aprobar algo más que proyectos corrongos, algo que corresponda a imperativos nacionales?; ¿o estamos condenados a la inacción y a la pusilanimidad?
Se dice que los costarricenses tenemos graves dificultades para el cambio y que lo rechazamos instintivamente, por aquello de esperar a que se aclaren los nublados del día. Algunos ven una ventaja en esa desconfianza por el cambio. Al menos, se afirma, da tiempo para hacernos cargo del peligro y de adaptarnos.
Sin embargo, las condiciones vigentes de desempleo, de entrabamiento gubernamental, desconfianza empresarial, pobreza e inequidad crecientes, no pueden seguir esperando.
El Gobierno debería, entonces, ser el primer interesado en encontrar los acuerdos necesarios para el cambio, pero ¿querrá hacerlo, o le basta con administrar la inacción?
En el ámbito legislativo, deberíamos conocer las principales propuestas del Gobierno (digamos 12 o 15) y cotejarlas con las prioridades de cada uno de los partidos. En el ámbito social, conocer las principales preocupaciones y propuestas del sector empresarial y cotejarlas con las de los sectores sociales. Menos discursos y pelotazos, más disposición al entendimiento.
Todo cambio exitoso supone la conservación de algunas tradiciones, so pena de saltarnos nuestra propia sombra. Pero los cambios deben hacerse y requieren una dosis de humildad y de valentía en el Gobierno y en la oposición. Humildad para pedir consejo y aceptar propuestas alternativas. Valentía para asumir los costos y las críticas a los acuerdos que habrían de concretarse.
Los cambios, por supuesto, tienen condicionantes constitucionales, económicos, culturales.
Los condicionantes políticos se pueden resumir en: 1) Los actores políticos y sociales participantes (cada uno), deben ganar algo con el cambio. La estrategia de doblar el brazo de la contraparte no es sostenible. 2) No puede romperse radicalmente con el pasado, pero debe avanzarse siempre. 3) La democracia supone respeto a las formas y ellas imponen sus ritmos. 4) Las sociedades tienden a buscar el centro y rechazan los extremos. 5) Se necesita tener un guión abierto, pero un guión al fin. 6) No se necesita apoyo generalizado a las propuestas, pero no pueden darse si hay rechazo serio de sectores (empresariales o laborales, por ejemplo). 7) El guión de cambio debe distinguir el corto, el mediano y el largo plazos. No saltarse etapas, pero cumplir las establecidas. 8) El gobernante debe ser confiable y no ser muy impopular. 9) Concentrarse en las principales medidas catalizadoras, no en los detalles. 10) Tratar de que el diseño institucional, más que las personas, provoquen el cambio (que cada uno buscando su interés, genere el mayor beneficio social). 11) No asumir debilidad de los contrarios, ni ser inconsistente. 12) Entender y englobar las diferentes perspectivas e intereses.
Para escoger el próximo directorio legislativo, deberíamos pensar en ello y no en intereses personalistas. ¿Cuál es la conformación que más ayudaría a romper el impasse político y la pusilanimidad?

Rodolfo E. Piza Rocafort

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