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COLUMNISTAS


Pobrecita Costa Rica

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 17 diciembre, 2010


Hasta el momento, Costa Rica ha logrado efectivamente presentarse ante el mundo como una víctima indefensa, con un discurso de “nación pobrecita” mientras el agresor se mantiene campante e impune.

Por su parte, el Gobierno de Ortega fue hábil en lograr que en el ámbito internacional, el conflicto en la frontera noreste se viera como una discrepancia limítrofe, cuando en realidad lo que sucedió, hecho probado con mapas en mano por ambos países, fue una invasión territorial que afecta solamente a la soberanía costarricense.

Pero ni los $140 mil por año que paga Costa Rica por pertenecer a la Organización de los Estados Americanos (OEA) sirvieron para detener la agresión, pues su propio secretario, José Miguel Insulza, terminó aceptando la versión nica y por ello su resolución consistió en resumidas cuentas en pedir sacar el ejército mientras los países discutían el diferendo, ¿cuál diferendo? ¡Por favor!

En lugar de retirar nuestra embajada de la OEA ante la tomadura de pelo, se quiso asumir esta resolución como una victoria.

El argumento fue contundente, pues la comunidad internacional no parece interesada en rencillas sobre fronteras y por esta razón ha dejado pasar con apatía una de las intromisiones militares más documentadas contra una nación pacífica y sin ejército.

Además, si la tesis nicaragüense fuese cierta en primera instancia, y el lío actual se tratase solo de un malentendido en la línea fronteriza, el caso entonces pudo haber sido resuelto por las vías diplomáticas y no por las de hecho, sin necesidad de que intervinieran fuerzas armadas nicas en la zona. Este aspecto es de crucial importancia pues demuestra la mala fe del accionar del gobierno sandinista.

En cierto modo, el discurso de pobrecita que ha asumido Costa Rica es sincero, pues ante las bravuconadas de Ortega no nos queda más que levantar la bandera de la paz y hacer desfiles escolares.

Sin embargo, inquieta que ante la parsimoniosa respuesta internacional, brote una preocupación que lleve a las personas a pensar en echar marcha atrás a la idea de ser un país sin ejército.

En este sentido, el Gobierno costarricense debe hacer un mayor esfuerzo para solicitar paciencia a los ciudadanos en este conflicto y a la vez analizar la eventualidad de tomar acciones más contundentes para demostrar nuestra indignación ante la indolente respuesta de la comunidad internacional.

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