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OEA, caro plato de babas

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 10 diciembre, 2010


En cierto modo, los fútiles resultados de la Organización de los Estados Americanos (OEA) eran previsibles, pero más lamentable es su incapacidad para resolver con pragmatismo la invasión militar nicaragüense en nuestra frontera noreste.

La OEA tomó con paños tibios la agresión nica, intentó jugar como un mediador temeroso de hacer valer el derecho internacional ante las provocaciones y la violencia perpetrada contra suelo nacional, siendo su propio secretario, José Miguel Insulza, un testigo ocular.

Tras esta actuación insulsa, la organización pierde credibilidad y respeto. La prueba más lamentable es que para la mayoría de los cancilleres fue más importante asistir a la Cumbre sobre Cambio Climático, el martes, que a la reunión para discutir el conflicto entre Costa Rica y Nicaragua.

Para hacer justicia, solo se presentó la Ministra de Relaciones Exteriores de Guyana, sin contar por supuesto a nuestro Canciller, el resto brilló por su ausencia y envió representantes.

Entre recomendaciones, y un desperdicio sin misericordia de tiempo, se han pasado los meses, sin que haya acciones que restituyan la paz.

Entonces, ¿qué sentido tiene la OEA?

Uno de sus propósitos principales consiste precisamente en “afianzar la paz y la seguridad del Continente”.

Sin embargo, la frustración y desesperanza son el sabor en la boca que queda tras las gestiones de esta instancia.

Supuestamente otra obligación de este ente es “organizar la acción solidaria de éstos (miembros) en caso de agresión”.

El fruto en este sentido fue ínfimo.

Mientras el expediente que se presentará ante la Corte Internacional de Justicia se engrosa, las tropas nicaragüenses se mantienen en suelo nacional y las obras para desviar el río San Juan son consumadas.

En términos prácticos, el resultado es un plato de babas, uno considerablemente caro, más para un país pobre como Costa Rica.

Indignado por los insípidos logros, me pregunto, ¿qué sentido tiene la existencia de esta Organización si a la hora de resolver temas de suma importancia, sus soluciones son esquivas?

Al menos, sabemos que solo en salarios ante ese órgano Costa Rica gasta unos ¢180 millones al año, incluyendo al Embajador, Alterno, Jefe de Misión, cinco Ministros Consejeros y Secretario.

Pese a esta parsimonia, lo que debemos seguir evitando por todos los medios es que este conflicto llegue a significar el derramamiento de tan siquiera una gota de sangre.

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