Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 01 diciembre, 2010
Siempre que me meto a defender al fútbol italiano, hablo de una cultura futbolística.
Los italianos tienen una forma única de jugar al fútbol, odiada y vilipendiada en buena parte del mundo, pero repleta de éxitos y buenos resultados.
Italia suma cuatro campeonatos mundiales, dos en la era moderna y dos finales que perdió en la lotería de los penales. Igual las pudo ganar y entonces serían seis sus coronas planetarias, una más que Brasil. Esos números son contundentes y hablan por sí solos del éxito de su estilo de jugar al fútbol.
Los futbolistas extranjeros que llegan a Italia, rápido son absorbidos por el sistema que privilegia la defensa y la marca sobre la aventura del fútbol ofensivo. El fútbol italiano es resultadista y esto atenta contra el espectáculo. Por eso, solo a los italianos les gusta.
Este prólogo explica en parte, por qué el Inter de Milán con José Mourinho como técnico pudo frenar al Barcelona en la Champions y el Real Madrid con el mismo Mourinho, solo lo vio pasar. Lo analizó y comentó muy bien uno de los narradores del partido.
Los integrantes del Inter, si bien no son italianos, juegan en Italia y cada jornada practican un fútbol que primero marca y después, si se puede, ataca. Ya pasó de moda el “catenaccio”, pero Italia sigue jugando a cuidar el resultado y lo hace demasiado bien. Incluso marcan con mucho profesionalismo; las retaguardias italianas juegan limpio; desde luego que hay excepciones y por ahí surgen los Gentile y Materazzi, pero son los menos. Si hay en el mundo un fútbol decente y limpio en la marca, ese es el italiano.
Y entonces…
Pasó lo que tenía que pasar.
Los defensas centrales de la selección de Portugal, Pepe y Ricardo; el brasileño Marcelo y los tiesos Xavi Alonso y Khedira fueron avasallados por esa máquina de hacer fútbol que es el Barcelona, en mucho por sus propias deficiencias, pero también, porque el tsunami no se pudo parar por falta de asistencia.
Para frenar al Barcelona, para romper las sociedades diabólicas entre Xavi, Iniesta, Messi, Pedro, Villa, Alvez, urge y se requiere que todo el equipo rival marque, misión imposible para jugadores que como Ozil, Di María y Cristiano Ronaldo, se creen iguales o superiores a los barcelonistas.
En la Champions, Mourinho planificó un resultado y lo logró; tenía a los futbolistas ideales para buscarlo. Esta vez no. Le sobraron los caciques, pero ocupaba indios.
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