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COLUMNISTAS


No ideologicemos el debate económico

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 24 mayo, 2021


Estamos ya en plena campaña electoral con los partidos políticos dedicados a seleccionar sus candidatos. Empieza, además, un proceso de proselitismo con vistas a las elecciones de febrero entrante. Como parte de ese proceso los distintos precandidatos reclutarán equipos que les ayuden a preparar sus propuestas y programas de gobierno.

De previo a la pandemia que hoy sufrimos, nuestra economía venía experimentando difíciles condiciones. En la segunda década de este siglo se han dado un pobre crecimiento económico, una alta tasa de desempleo, un nivel de pobreza estancado, crecientes niveles de déficit fiscal, relación deuda pública a PIB y empleo informal. Y, además, en los últimos cinco años el ya bajo crecimiento de la producción había venido disminuyendo y el desempleo creciendo. La pandemia vino a agravar esos problemas.

Por si esto fuera poco vivimos un período de transición en el cual un relativismo exacerbado aumenta la incertidumbre y el miedo ante un futuro desconocido, y también -como no hemos todavía aprendido a bien usar las nuevas tecnologías de infocumunicación- los algoritmos de las redes sociales nos dividen, nos radicalizan y permiten el predominio de paparruchadas y expresiones violentas.

Esa diversidad de circunstancias propicia la defensa a ultranza de intereses particulares de individuos o de pequeños grupos, y por ende la fragmentación política en muchísimos partidos, y en facciones dentro de los propios partidos, y acallan las voces de los expertos que pierden la confianza del público.

Por las circunstancias señaladas, hoy el consejo de los economistas para la formulación de propuestas y programas de gobierno de los partidos políticos reviste especial importancia.

Un peligro es que candidatos y partidos no presten suficiente atención a la urgente necesidad de dar respuestas adecuadas a los graves problemas económicos y den la espalda a las realidades de pobreza, de déficit y endeudamiento, de crecimiento, de empleo, de ineficiencia. Sería muy perjudicial social, política y económicamente que esta campaña vuelva a decantarse por temas culturales, que por más que sean importantes, no son tan urgentes como los económicos que vivimos.

Pero hay otro peligro tanto o más perjudicial.

Los partidos y los economistas que los asesoren pueden caer en la trampa de ideologizar sus propuestas económicas.

La economía es una ciencia social. Se va desarrollando con la construcción de modelos abstractos, que representan en forma simplificada las acciones de las personas y de las instituciones en la atención de sus necesidades. De las conclusiones de sus modelos sobre los resultados en la producción, la distribución y el consumo de los bienes y servicios que resultan de diversas acciones de los agentes económicos, se deducen las políticas públicas recomendables para alcanzar metas específicas.

La realidad es siempre más compleja que los modelos que la economía va construyendo. En esto no se diferencia de las otras ciencias sociales ni de las ciencias naturales. Esta es una limitación inescapable de la ciencia por la necesidad de hacer comprensibles algunas características de nuestra vida y entorno.

Esta limitación de la economía obliga a ser muy cuidadosos en la aplicación de recetas sencillas a la compleja realidad social. No hay reglas sencillas que con independencia de las condiciones concretas que prevalezcan, sean válidas para que su aplicación produzca un dado resultado universalmente, en todo tiempo y lugar.

Cuando se deja de lado y se proponen soluciones sencillas a rajatabla sin consideración a las circunstancias se olvida que la aplicación de una política pública para ser exitosa depende de las circunstancias. No es suficiente que determinado modelo abstracto produzca el resultado deseado. Se requiere evaluar que lo produzca en el caso concreto.

Mucho agradecí a la Federación de Estudiantes del TEC que -mostrando apertura y deseo de escuchar diferentes puntos de vista- me invitara en estos días a participar en una presentación digital (https://www.facebook.com/feitec/videos/336338237834594/). En el período de preguntas y respuestas uno de los participantes planteó la interrogante de por qué se afirmaba que el gasto público era siempre favorable para que creciera la producción.

Claro que ese es un buen ejemplo de la ideologización de la economía pues evidentemente ese no es el caso.

No es lo mismo aumentar el gasto público en una economía que crece al máximo que permite la cantidad de factores y la tecnología disponibles, que hacerlo en una con gran cantidad de posibilidades de producción no utilizadas. No es lo mismo incrementar el gasto público en rubros con muy poco beneficio social o productivo, que hacerlo eliminando cuellos de botella que impiden el desarrollo de algún eficiente sector productivo. No es lo mismo que crezca el gasto público en una economía abierta que en una cerrada. No es lo mismo aumentar el gasto del gobierno con endeudamiento público si se tiene un muy alto nivel de deuda respecto al PIB y se enfrentan tasas de interés muy elevadas, que cuando se dispone de amplio espacio fiscal. Y podría seguir citando otras diferencias que hacen que los resultados sean opuestos.

Por eso en todas las campañas, pero en especial en esta, políticos y economistas tenemos la obligación moral de ser muy responsables en nuestros planteamientos de política económica. Debemos ser serios y no ideologizar la oferta económica.

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