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Miedo

Marcello Pignataro manogifra@gmail.com | Lunes 08 diciembre, 2008


Miedo

Marcello Pignataro

Para finalizar con el tema de mi columna de la semana pasada, yo añadiría, en la Ley de Tránsito, la posibilidad de que todos los conductores (o los que así quisiéramos) fuéramos oficiales de tránsito ad honórem. Por más que contraten 400 oficiales más, va a ser imposible que puedan estar en todo lado viendo las imprudencias que se cometen a cada rato. Ahí dejo la inquietud.
Ahora sí, como dice un narrador deportivo que no soporto, a lo que vinimos.
Quienes me hacen el honor de leerme con frecuencia sabrán de mi animadversión por visitar San José. Las pocas veces que lo he hecho ha sido por necesidad y por trabajo. Hará un par de semanas que, por primera vez en muchos años, caminé por San José un trecho largo. Quizás fueron unas seis o siete cuadras, pero fueron suficientes para que volviera a sentir miedo.
Los bulevares están muy bonitos, pero San José es hoy en día una ciudad oscura a cualquier hora del día. El temor se refleja en la cara de quienes transitan por el centro, quienes se aferran a sus bolsos y maletines, caminando rápido y evitando cualquier contacto visual con los demás. La época que cuentan los abuelos y los papás, en que se podía saludar a la gente y hasta quedarse conversando en media calle, pareciera haber desaparecido o estar en peligro de extinción.
La amabilidad y la tranquilidad que se respiraban todavía hace algunos años dieron paso a la frialdad, a la indiferencia y hasta a la hostilidad visual, diría yo. Y no es un asunto de percepción: yo lo viví esa tarde que anduve por la ciudad capital.
La incapacidad gubernamental por liquidar, disminuir o mitigar el impacto de la delincuencia, de la violencia y de la inseguridad, es palpable en cada esquina, en cada calle y en cada avenida. Hasta los dependientes de las tiendas lo vuelven a ver a uno con desconfianza porque no saben si uno se acerca para saludarlos, para preguntar un precio o para asaltar el establecimiento.
La presencia policial es poca (aunque me imagino que para diciembre la habrán reforzado) y la mayoría de los oficiales que patrullan no parecieran contar con el físico necesario para contrarrestar algún incidente serio.
Una de las medidas de prevención que se han tomado ha sido la de restringir el uso de los cajeros automáticos de la mayoría de los bancos públicos a partir de las 10 p.m. y hasta las 5 a.m. del día siguiente. Esto, dicen, con el fin de eliminar los paseos millonarios que se están haciendo más frecuentes en el país y de los que todos somos víctimas potenciales.
La solución, entonces, es restringirnos a todos el uso de un servicio porque el Ministerio de Seguridad es incapaz de solventar nuestras necesidades, nuestro derecho a sentirnos seguros. Si eso no es incompetencia, no sé qué otra definición ponerle.

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