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Más calles, ¿mala idea?

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 03 octubre, 2008


Más calles, ¿mala idea?

Luis Alberto Muñoz
lmunoz@larepublica.net

Costa Rica está en un momento clave para decidir qué tipo de desarrollo vial quiere seguir.
Por un lado, se encuentra el ejemplo de Miami, ciudad de eterna construcción y ampliación de carreteras. Pese a ello, cruzar de norte a sur, de Coral Gables a Fort Lauderdale, unos 58 kilómetros, puede tomar con mal tránsito hasta dos horas.
El problema es la congestión vial. Más calles estimula la compra de más vehículos, lo que lleva a más presas. En Estados Unidos las estadísticas muestran la existencia de casi un carro por habitante.
Por otra parte se encuentra Zúrich, la ciudad más rica de Europa donde solo el 20% de la población se moviliza en automóviles.
Estos ejemplos demuestran que contrario al erróneo concepto de progreso, cuanto más avanzada es una ciudad, menos se utiliza el vehículo.
Entonces, ¿será buena idea ampliar y construir más carreteras en el país?
La verdad es que mientras más amable es la ciudad para los carros, menos amable es para las personas.
A estas conclusiones han llegado los estudios presentados por el colombiano Enrique Peñalosa en sus propuestas a la Alcaldía de Bogotá.
Su planteamiento no deja de tener razón, en especial para la realidad costarricense.
Parece preferible, entonces, destinar mayores recursos de los contribuyentes para la construcción de un sistema de transporte público avanzado, en lugar de engrosar los presupuestos que absorben el mantenimiento y la inversión de vías.
La quema diaria de miles de litros de combustibles, se agudiza con el aumento de un parque automotor, en lugar de sistemas de transporte eléctricos por la ciudad.
En un orden integral, la prioridad en el diseño urbano debe poner en primer lugar al peatón, seguido por el bus y de último el carro particular.
Actualmente, en Costa Rica la jerarquía invertida la tiene el automóvil, seguido por el transporte público y de último el peatón.
Esto sin lugar a duda pone en evidencia nuestro nivel de subdesarrollo.
La falta de espacios públicos peatonales, así como para bicicletas y un sistema efectivo de movilización urbano ha hecho que en el país el automóvil se convierta en un medio de diferenciación social.
Este problema se ha acrecentado por el débil servicio de seguridad ciudadana que ofrece el Estado, convirtiendo a los usuarios del sistema público de transporte en presas del hampa.
Sin embargo, siguiendo el ejemplo de las ciudades más avanzadas, el verdadero desarrollo vendrá cuando exista una menor dependencia del automóvil para trasladarse en el país.

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